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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A Isabel II no le aguanta el ritmo ni la familia

La soberana británica 'jubila' a su marido, el príncipe Felipe de Edimburgo

Jorge Marirrodriga
Isabel II de Inglaterra  junto a su marido Felipe de Edimburgo.
Isabel II de Inglaterra junto a su marido Felipe de Edimburgo. EFE

Se suele decir que en el futuro solo quedarán cinco reinas en el mundo: corazones, picas, diamantes, tréboles... y la de Inglaterra. Probablemente es una afirmación errónea. Al paso que va, Isabel II tiene toda la pinta de ir a sobrevivir a las otras cuatro.

Ayer, la soberana británica anunció la futura jubilación de su marido en una ceremonia escenificada en el Palacio de Buckingham que envía significativas señales y dice muchísimo de la personalidad y la falta de complejos de la reina. A sus 91 años, Isabel II ha llegado a la conclusión de que Felipe de Edimburgo, de 95, ya está mayor para seguir representando a la corona y por tanto es mejor que se tome las cosas con más calma. Felipe de Edimburgo ha asistido a unos 300 actos en el último año. Recientemente, cada vez que acude a una inauguración se presenta como “el descubridor de placas más antiguo del mundo”.

Por ser consorte de la soberana, el duque de Edimburgo juega un papel en el Estado británico. ¿Cómo anuncia la reina la medida? ¿Se lo comunica oficialmente a su primera ministra? —el Gobierno de Reino Unido es el “Gobierno de Su Majestad”— ¿Mejor se lo notifica al Parlamento nacional en funcionamiento más antiguo del mundo? ¿O acaso se lo anuncia directamente al pueblo soberano en la era de la información instantánea? Como diría Margaret Thatcher: no, no y no.

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De madrugada y con urgencia la reina convocó a palacio a todo el personal que trabaja en las dependencias reales. Naturalmente “palacio” es el suyo. Así llegaron a Londres empleados del castillo de Balmoral, en Escocia, del castillo de Windsor, en las afueras de Londres, y de la mansión privada de Sandringham, en el condado de Norfolk. Una vez reunidos —y en una escena que seguramente los guionistas de Downton Abbey o de Arriba y abajo habrían eliminado por ser inverosímil— y a través de lord Chamberlain, el consejero real de más alto rango, Isabel II comunicó su decisión en una especie de anuncio servi et orbe, al servicio y al mundo. Sí, sí, la monarquía británica será muy clasista, pero los palafreneros se enteraron antes que los ministros. En otras latitudes se hablaría de mensajes subliminales entre la jefatura del Estado y la del Gobierno. Aquí, Theresa May mandó un deportivo mensaje de agradecimiento y buena suerte al jubilando.

Ayer además se cumplieron 237 años del primer derbi de Epsom, paraíso de las apuestas en el país de las apuestas. Y aquí también se admiten. Tras el Felipexit ¿sobre quién recaerán ahora esos cerca de 300 actos? Caben tres posibilidades. La primera, que finalmente Isabel II delegue algo en su hijo Carlos, príncipe de Gales desde 1958, es decir, 17 años antes de que se restaurara la monarquía en España. La segunda es que reparta juego al resto de la familia, especialmente ahora que otro de sus hijos vuelve a la prensa rosa junto a la cantante Kylie Minogue. Pero no hay que descartar que coja sombrero, bolso y guantes y ella misma asuma personalmente todo. Lo suyo es el repóquer.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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