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Marina Berlusconi toma el mando

La hija de 'Il Cavaliere', autora intelectual de la venta del AC Milan, pone fin al derroche y el lujo que siempre rodearon las actividades de su padre

Silvio Berlusconi y su hija, Marina, en Saint-Tropez en 2015.
Silvio Berlusconi y su hija, Marina, en Saint-Tropez en 2015. gtresonline
Daniel Verdú

Se acabaron las fiestas, los yates, el derroche y el fútbol. Silvio Berlusconi podrá seguir dedicándose a la política y a los juegos de influencia, pero Marina (Milan, 1966), su primogénita, presidenta de Fininvest —el holding que comprende todas las empresas de la familia—, de Mondadori —el grupo editorial líder en Italia—, y la niña de los ojos de su padre, ha tomado el mando. Y una de las decisiones más importantes —y puede que dolorosas para Il Cavaliere— ha sido la de desprenderse del AC Milan a cambio de los 740 millones que ha pagado un grupo inversor chino. Y eso a pesar de que el expremier italiano dijo en una ocasión que jamás lo permitiría. Un dinero que servirá para defender a su hermano Pier Silvio de las embestidas de Vincent Bolloré, el empresario francés dueño de Vivendi, la empresa que ha intentado hacerse con el control de Mediaset. “Un caníbal de las finanzas”, como la propia Marina la he definido.

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Dicha operación, que comenzó tras el batacazo de Mediaset Premium con la compra de los derechos de la Champions League, ya le ha costado a Fininvest unos 300 millones de euros. Así que en Arcore, la gran mansión de la familia a las afueras de Milán, que sirvió de escenario a las fiestas Bunga Bunga, se acabaron las excentricidades y los experimentos. En Italia todo el mundo habla ya del comienzo de la era de Marina Berlusconi. Y con ella llega la austeridad en todos los ámbitos: en la flota aérea, el golf, las residencias veraniegas —está fuera del plan el refugio del padre en Cerdeña— o el Morning Glory, barco de vela de 48 metros y tres mástiles, con bandera de las Bermudas, que ha sido vendido con unas perdidas de 3,8 millones.

La familia también se ha desprendido de un jet y otro ha sido jubilado. El nuevo lo han comprado a medias con la familia Gavio para ahorrar costes. Al mismo tiempo, se han deshecho de varios cines con pérdidas, un club de golf y de Villa Gernetto, la residencia que compró Berlusconi para hacer realidad otro extravagante sueño surgido durante sus años como líder mundial: una especie de universidad que tendría maestros como Bill Clinton o Tony Blair.

El horno no está para alegrías empresariales (el grupo Mediaset cerró 2016 con una pérdida neta consolidada de 294,5 millones de euros), pero tampoco en lo que concierne a las obligaciones de Silvio con su exesposa, Veronica Lario. Tras un sinfín de humillaciones públicas en sus años de matrimonio —y escándalos paralelos—, ella ha decidido no perdonar ni un céntimo de lo que considera que se la adeuda. De hecho, ha logrado por orden judicial el embargo de 26 millones de euros en algunas cuentas corrientes de Berlusconi: todo pagos atrasados.

Marina Berlusconi, antes de una reunión del Consejo de Accionistas de Mondadori, en abril de 2016.
Marina Berlusconi, antes de una reunión del Consejo de Accionistas de Mondadori, en abril de 2016.cordon press

Al ex primer ministro italiano, de 80 años, que pese a todo tiene una fortuna valorada en unos 6.500 millones de euros, siempre le pareció excesivo pagar los tres millones de euros mensuales a su exmujer, como ordenó en su día un tribunal de Milán. Lo hizo durante solo nueve meses, pero reclamó a la justicia para obtener una rebaja y logró dejarlo en dos millones. Desembolsar cada mes esa cantidad seguía siendo un suplicio, así que consiguió que un tribunal de Monza la redujese hasta 1,4 millones. Berlusconi recurrió al Tribunal Supremo y, a la espera de la sentencia, pagó por "alimentos" a Veronica Lario alrededor de un millón de euros, una cifra que considera más ajustada. La exmujer reclamó 26 millones por pagos atrasados, la cifra secuestrada, y en junio el Tribunal Supremo emitirá una sentencia definitiva.

Lo que se preguntan todos ahora es si la escalada de austeridad en la familia puede afectar también al remanso de diversión de Silvio Berlusconi: Villa Certosa, en la Costa Esmeralda de Cerdeña. No parece que sea así, y según consta en el archivo del Ayuntamiento de Olbia, acaba de recibir autorización para la construcción de “una estructura móvil de madera para actividades lúdicas”. Todo apunta a que se trata de un centro de fitness, una piscina y una suerte de ludoteca para niños. Pero estando tan cerca del famoso volcán y formando parte del improbable mundo de la Villa Certosa, podría ser la última baza del universo Berlusconi para sobrevivir a los recortes de Marina.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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