_
_
_
_
Tentaciones

Hablamos con el amigo de Bukowski y Johnny Depp sobre su nueva novela

Jonathan Shaw acaba de publicar en España la tremebunda novela 'Narcisa', ha sido pobre niño rico, mangui, yonki, vagabundo, marinero, tatuador...

Davit Ruiz

La cita es en un estudio de tatuajes. El hombre de negro que oculta sus greñas bajo un gorro de lana y enseña una sonrisa cargada de dientes de oro al fotógrafo es Jonathan Shaw (Nueva York, 1953), quien ha venido a hablar de su libro, Narcisa, un tocho de 708 páginas que acaba de publicar la editorial Sexto Piso.

Narcisa es la historia de un encoñe mortífero. El que tienen sus dos protagonistas, Cigano, un exconvicto y exyonqui, con una insana Lolita prostituta llamada Narcisa, y el que tiene ésta con el crack. Sexo, drogas y desesperación planean de forma descarnada sobre un relato ambientado en un sórdido y marginal Río de Janeiro que no sale en los folletos turísticos. Es un libro curioso, lírico, trágico, intenso, dividido en multitud de capítulos y escrito con un lenguaje directo trufado de frases en portugués.

"Johnny Depp era mi hermano, pero escogió el camino de la fama. Y a mí eso me chupa un huevo"

Shaw, cuya vida es ya de por sí un novelón, sabe de lo que habla. "No he tenido que hacer trabajo de investigación, soy exadicto", confiesa en un perfecto castellano de acento mexicano mientras da caladas a un cigarrillo electrónico. "La experiencia con el crack, las favelas, las chicas locas, la vida loca... yo ya pasé por eso, caminando por todas esas calles de mierda, ese escenario es familiar para mí. Viví en ese submundo muchos años, los personajes son ficticios pero obviamente son un espejo de muchas experiencias que he pasado. En el fondo, es un libro sobre la adicción".

Según el autor, el proceso de escritura ha sido sencillo. "La historia se me iba apareciendo, yo solo tenía que transcribirla. Iba en motocicleta por Río de un lado para otro, por las favelas, recibiendo golpes de inspiración. Entonces paraba la moto y empezaba a escribir". Para compensar el misticismo de la revelación literaria, Shaw nos cuenta que escribió el libro ¡en una BlackBerry! "No me podía sentar en un Starbucks y sacar un portátil, ni sacar un folio y ponerme a escribir. Río es un lugar pesado, peligroso. Vivía cerca de las favelas y los puntos de venta de droga. Escribía montones de notas, observando la vida, las mandaba por email y las editaba en casa".

Narcisa era él

"De modo que ¿qué más daba que estuviese enamorado de una puta hasta el culo de crack, psicótica, violenta, maltratadora, malhablada y poco limpia, con una mala hostia de mil demonios y un gusto insaciable por la destrucción? ¿Qué coño importaba?". En el libro aparecen más descripciones de Narcisa, pero ésta nos parece el resumen perfecto. Cuando se lo planteamos al autor, confiesa sin empacho: "Narcisa representa un arquetipo. Sus traumas, su beligerancia, sus odios y sus opiniones reflejan el campo emocional de los adictos, por eso representa un poco de mi alma. Sentirse como un alienígena que no pertenece a este mundo es un sentimiento muy común a todos los adictos". •

Shaw, hijo del músico de jazz Artie Shaw —marido de Lana Turner y Ava Gardner— y su séptima esposa, la actriz Doris Dowling, se escapó de casa a los 14 años. "Era un nido de locos. Mi papá nos abandonó y mi mamá era alcohólica y violenta, una loca, así que mejor la calle que ese manicomio. Me marcó mucho. En Los Ángeles encontré gente interesante, me juntaba con Bukowski, Jim Morrison, Frank Zappa, hasta conocí a Charles Manson. Después empecé con la droga, la aventura... Y a viajar, como vagabundo, sin dinero. Eso te da una perspectiva diferente, no eres un turista ni tienes plata, caminas como un alma perdida y te expones a la vida, pensando en sobrevivir un día más".

Recorrió Brasil y México, y, a la larga, esa vida errante le enseñó el oficio con el que acabaría ganándose la vida, el de tatuador. "En los 70 el tatuaje era una cosa marginal, estaba mal visto. Yo era marinero, vivía entre criminales y putas. He aprendido a tatuar como un gitano, como vagabundo y marinero. A mí del tatuaje me atrajo el estilo de vida, no el arte. Después ya fui mejorando y, cuando el tatuaje explotó como algo aceptable por la sociedad, estaba en el lugar adecuado en el momento ideal".

De vuelta a Nueva York, abrió un salón, el pionero y más reputado de la ciudad, por el que pasarían Dee Dee Ramone, Iggy Pop, Kate Moss, Jim Jarmusch y Johnny Depp, con el que trabaría una intensa amistad. Aclara: "Fue casualidad, no planeaba ser el tatuador de las estrellas, eso de la fama me chupaba un huevo, ¿sabes? Era una manera interesante de vivir, hasta que un día dije, quiero escribir. Con lo ahorrado me fui a Brasil y seguí escribiendo".

Admirador de Henry Miller, Kerouac, Céline y García Marquez, y discípulo espiritual de Bukowski —"fue un gran amigo, me aceptó cuando era un adolescente de mierda. Fue muy bondadoso y me dio cierto apoyo emocional", asegura—, Shaw goza de un estatus de autor underground de culto: lo mismo Robert Crumb le ilustra las portada de sus memorias, cuyo primera entrega está pendiente de publicación en España, que Lydia Lunch le hace un prólogo. Un equipo latinoamericano está rodando un documental sobre su figura, comisaría exposiciones y libros sobre la historia del tatuaje... Solo tiene un pequeño resquemor. Y salta cuando le preguntamos por las posibilidades de llevar Narcisa al cine. "Johnny Depp estuvo obsesionado con hacer una película, pero sus consejeros le dijeron que no. Lamentablemente hoy no es solo un artista, es una celebridad que tiene que proteger su marca registrada. Era mi hermano pero escogió otro camino, el camino de la fama, de la plata... Ese camino no me interesa, ya lo tomé y me llevó al infierno. La fama me chupa un huevo. Jim Jarmusch, ese sí que es mi hermano de verdad. Nunca va a prostituir su arte, ama lo que hace, como yo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_