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Tribuna
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Lo que necesita el PSOE

Es dudoso que un congreso apresurado y autorreferencial traiga una nueva era al socialismo español

Ascensión Godoy, Javier Fernández y Mario Jimenez durante una reunión de la gestora del PSOE en Ferraz.
Ascensión Godoy, Javier Fernández y Mario Jimenez durante una reunión de la gestora del PSOE en Ferraz. Bernardo Perez (EL PAÍS)

En política importa más el hacer que el ser. La identidad sirve para reconocerse, para construirse a sí mismo. El programa y la estrategia sirven para transformar la sociedad, para servir a la ciudadanía. Sin posibilidad de acción, la identidad es una fuerza estéril, inútil para los trabajadores que sufren la precariedad y el paro, para las mujeres que se enfrentan a múltiples formas de discriminación y subordinación, para los jóvenes que ven dificultadas sus opciones para una vida autónoma y plena. La identidad se construye en el hacer, no en la autoafirmación. Sin hacer nada, sólo hay esteticismo.

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Pero es así como enfrenta el PSOE su próximo congreso, como una pugna destinada a dirimir quiénes son los auténticos socialistas que van a reformular el proyecto socialdemócrata. Cabe albergar serias dudas de que un congreso apresurado como este sitúe al socialismo democrático ante una nueva era en su historia, pues han sido muy pocos los congresos que han jugado ese papel. De hecho, solo tres han dejado un legado duradero y reconocible: Gotha en 1875, Bad Godesberg en 1959 y Blackpool en 1996.

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El primero, en Gotha, la asociación general de trabajadores de Alemania y el Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania celebraron su congreso de fusión, dando lugar al primer partido netamente socialdemócrata de la historia: el Partido Socialista Obrero de Alemania, que pronto pasaría a llamarse Partido Socialdemócrata Alemán. El programa de unificación, que despertó las iras de un desplazado Marx —que no intervino en el proceso de fusión— establecía los ejes fundamentales de lo que se ha dado en llamar la tradición política de la socialdemocracia: extensión de derechos y libertades políticas, impuestos progresivos, libertad de sindicación, reducción de la jornada laboral, seguridad de higiene en el trabajo, etcétera. El nuevo partido experimentó un fuerte apoyo popular y se constituyó, a lo largo del siglo XX, en uno de los pilares de la defensa y la construcción de la democracia alemana.

Más de sesenta años después el SPD se congregó en Bad Godesberg para dar un nuevo giro a su orientación estratégica, renunciando al marxismo, proclamando la idoneidad de la economía mixta e identificando el socialismo con la democracia pluripartidista y liberal. El congreso abrió la puerta a los socialdemócratas, en coalición con los liberales, a gobernar la República Federal de Alemania y significó un giro estratégico en toda la socialdemocracia europea, que vivió luego procesos similares en España —1974 y 1979— y Francia entre 1969 y 1982.

Los tres congresos que expandieron el socialismo en Europa se hicieron mirando al mundo, no mirándose a sí mismos

Finalmente, en Blackpool, el laborismo británico adoptaba las tesis de Toni Blair y se convertía en el “nuevo laborismo”, materialización práctica de la tercera vía como propuesta del centroizquierda para recuperar el espacio frente al neoliberalismo rampante de los ochenta y noventa. A Blair le seguiría Schrôder en Alemania. En el cambio de siglo, los socialdemócratas gobernaban en once de los quince países de la UE.

Son estos tres momentos los que supusieron una importante transformación del programa y la estrategia socialdemócrata, los que lanzaron su onda expansiva por todo el continente generando ciclos de crecimiento del centroizquierda. Tres congresos que tuvieron sus críticos contra el abandono de los “verdaderos principios socialdemócratas”, pero que, puestos en práctica, permitieron transformar la faz de Europa. Fueron congresos de acción, no de autoafirmación. Congresos que se hicieron mirando al mundo, no mirándose a sí mismos.

¿Se sumará este congreso del PSOE a esta lista? La respuesta no parece afirmativa. Hace menos de cuatro años que el PSOE convocó una conferencia política —coordinada, por cierto, por Pedro Sánchez— para redefinir, una vez más, su proyecto político. Un esfuerzo en el que participaron más de dos mil personas, y cuyo resultado, un documento de varios cientos de páginas, se mandó al cajón justo al día después de ser clausurada. Es poco realista pensar que se va a añadir algo nuevo a aquel esfuerzo en un congreso autorreferenciado, convocado y celebrado en estas circunstancias, en las que está pesando más el “quiénes somos” que el “qué podemos hacer”. Por el contrario, acertarían los socialistas si rebajaran sus expectativas y reflexionaran, sin aspavientos ni la inflación épica que sospechamos se avecina, sobre en qué pueden ser útiles al país en los próximos cuatro años. Porque lo importante no es el futuro del PSOE, sino el futuro de España. Lamentablemente, es poco probable que ocurra así.

José Moisés Martín Carretero es es economista y autor de España 2030: Gobernar el futuro (Deusto 2016).

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