Censores todos
Cualquier causa vale para sacar a pasear la tijera virtual y convertirnos en guardianes de las esencias, eso sí sólo de las nuestras
Hoy me he levantado dispuesta a autoinmolarme en la pira 4G. Porque decir ¡basta! solo está de moda si la cosa va de reprobar la conducta a quienes están en contra de nuestras propias ideas que —faltaría más— son las buenas, auténticas y valiosas.
Días después de los Oscar, la actriz Charlize Theron volvió a ser noticia por el mismo vestido dorado con el que presentó el premio a mejor película extranjera. La novedad no era el diseño de Dior sino que en Irán habían censurado burdamente su escote utilizando un pseudo jerseicito virtual que cubría el canalillo y los brazos de la sudafricana. “¡Vergonzoso! ¡ridículo! ¡paranoico!”, clamamos al unísono.
Pocos días después, el reino digital volvía a tronar: “¡Boicot a la película El guardián invisible, que una de sus actrices secundarias —vasca ella— llama atrasados y catetos a los españoles en un programa de ETB1!”. El grito inquisitorial ya no era ridículo, ni paranoico, ni vergonzoso. Y lo peor es que cada día atruena uno distinto: futbolero, nacionalista, racista, ideológico, sexista… Cualquier causa vale para sacar a pasear la tijera virtual y convertirnos en guardianes de las esencias, eso sí, solo de las nuestras.
Censores todos, les recuerdo que no hace tanto vivíamos en un Estado que se dedicaba a prohibir libros, películas, periódicos, actitudes y aptitudes. Los tópicos y los insultos colectivos y desinformados tienen valor de anécdota y si los convertimos en casus belli, además de pagar justos por pecadores, puede ocurrir que Miren Gaztañaga termine llevando razón y seamos todos unos catetos.
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