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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal

¿Qué fue de los cheques de viaje?

Cosas viejunas que hemos dejado de utilizar en los viajes (y además, no hace tanto)

Paco Nadal

El mundo camina a una velocidad tan asombrosa, que lo asombroso es que podamos seguirle el ritmo. Y los ítems que antes echábamos en la maleta o usábamos durante un viaje no son ajenos a esta locura ¿Os acordáis de los cheques de viaje?, ¿y de los walkman? Aquí va una relación de objetos sin los que antes no podíamos viajar y que ya son piezas de museo. ¿Te acuerdas de alguno más?

Cheques de viaje

Eran (o son, porque siguen existiendo) una especie de cheques nominativos canjeables por moneda local en el país de destino. Se suponían más seguros que el dinero en efectivo porque llevaban un número y tu firma y nadie más excepto tú podía canjearlos. ¡El problema era, si estabas en un lugar remoto, encontrar una oficina bancaria donde te los cambiaran! Cada vez los aceptan en menos sitios y hace mucho tiempo que no veo a nadie viajar con traveller's check. Las tarjetas de crédito y débito y la proliferación de cajeros automáticos han arrasado con ellos.

Billete de avión físico

A quien inventó el billete electrónico habría que darle un Nobel. El de la Paz... interior (la que te provoca saber que ya no puedes perderlos). ¿Recordáis el estrés que generaba conservar durante todo el viaje aquel maldito talonario de hojas separables (una por cada vuelo) con papel de calco rojo que había que proteger de robo, arrugamientos, roturas, pérdidas y salpicaduras con más ahínco que habrías puesto en defender tu virginidad?

Bolsas para el mareo

Sí, aunque los millenials no os lo creáis, antes en el hueco para las revistas de los asientos de los aviones había unas bolsitas de papel por si te mareabas y echabas el desayuno. Habrán pensado que como ahora no te dan (gratis) ni agua... hay menos riesgo de que lo vomites.

Libreta con teléfonos importantes... por si acaso

¿Qué sentido tiene ya? Ahora los llevas todos en el móvil.

Walkman

Otro aparato que muchos creerán contemporáneo al Tiranosaurus Rex. Pero no. Desde que Sony los inventara en 1979 hasta que en 2003 empezaron a aparecer los primeros reproductores digitales, la peña se entretenía en los autobuses o en los ratos muertos de aeropuerto con estos artefactos en los que introducías tu casete favorito. En 1984 apareció el Discman, y el casete de cinta se sustituyó por un CD. ¡Pedazo de revolución!

Coches sin aire acondicionado

Sí, os lo juro. Aunque ahora lo traigan de serie hasta los coches de choque, antes el aire acondicionado era un extra. Y muy caro. ¡Ah, aquellos viajes por Andalucía en pleno mes de agosto con las ventanillas abiertas! Llegabas con el pelo más alborotado que Chewbacca y más sudado que un maratoniano.

Carretes

Cuando los teléfonos solo servían para llamar por teléfono y además estaban atornillados a la pared, hacíamos fotos con cuentagotas porque en un carrete entraban 35 fotos y costaba mil pelas (6 euros) comprarlo y otras mil (otros 6 euros) revelarlo. Creo que entonces se hacían mejores fotografías. O por lo menos... más meditadas.

Álbum de CD para el coche

Qué momentos gloriosos aquellos, con una mano y un ojo al volante y con la otra (y el otro ojo) tratando de encontrar el CD de Los Chunguitos en estos inefables álbumes, que parecían tener un poder especial para esconder justo el disco que estabas buscando.

Boing 747

Sí, ya lo sé. Siguen volando. Pero no me negaréis que cada vez se ven menos por los aeropuertos. Su mítica silueta, con aquel abombamiento en la parte delantera, fue durante décadas el icono de los viajes en avión. Hubo un tiempo en el que volar en un 747 era lo más... y si lo hacías en la joroba, que era donde iba la clase bussines, podías considerarte el rey del mambo.

Cibercafés

¿Cuantas horas habremos pasado en aquellos cibercafés de pueblo, salas inmundas llenas de humo y pantallas de ordenador pero que encontrabas hasta en las más remotas aldeas de Indochina, para conectarte a Internet, darle un repaso a tu correo y hablar un rato con casa? Ahora, como todo el mundo lleva smartphone y hay WiFi hasta en las farolas, es un negocio con menos futuro que un programa cultural en Telecinco. Una pena... porque se ligaba un montón en ellos.

Postales

Encantadoras y trasnochadas cartulinas que se mandaban por correo para dar envidia a los amigos y vacilarles de dónde estabas (vamos, las precursoras del selfie en Instragram de ahora). Solían llegar a su destino dos semanas después de que tú ya hubieras vuelto de viaje. Tenían una foto del lugar por una cara y, por la otra, un espacio para escribir tan reducido que si tu novia vivía en una localidad de más de cuatro sílabas, no podías enviársela.

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