A José Luis Pérez de Arteaga
José Luis era un pedazo de pan. Almudena y Sock son los que más le van a echar de menos. Era un tipo inteligente con una vasta cultura y que tenía un extraordinario sentido del humor; un tipo cabal y, por encima de todo, honrado y bueno. Capaz de disfrutar tanto con la banda sonora de la última de James Bond como con cualquier sinfonía de los clásicos. Capaz de disfrutar tanto de un buen arroz como de la conversación. El pasado domingo le dedicó su último mundo de la fonografía, leído por Mercedes Puente en Radio Clásica, al organista Johann Baptist Joseph Maximilian Reger. Y quiso la casualidad que la primera pieza que eligió fue una fantasía coral titulada Aleluya, Dios de la alabanza, nuestras almas son hermanas. Los oyentes huérfanos de José Luis bien podemos exclamarlo. Descansa en paz, amigo Pérez.— Alberto Martínez Arias. Madrid.
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