Ser corrupto es fácil
Sencillos consejos para quien esté pensando en dedicarse a la corrupción y pueda trincar a manos llenas
Si está pensando en dedicarse a la corrupción y otros menesteres económicos, estos sencillos consejos pueden ayudarle a que no se le vea el plumero desde del primer “hola qué tal” y pueda trincar a manos llenas. Que le pillen o no, ya es cosa suya.
Destierre la gomina. A menos que vaya a participar en el casting de Grease, milite en Fuerza Nueva, el revival o tenga antepasados bodegueros, deje el pelo y/o la calva al natural.
Lleve abrigos sin cuello de piel. De Luis Bárcenas en Príncipe de Vergara a Al Capone en Los Intocables, este abrigo es a los delitos fiscales lo que la chaqueta motera a los rebeldes sin causa. Un must.
No pague con dinero en efectivo. Sacar el fajazo de billetes del bolsillo en joyerías, restaurantes de lujo o tiendas de esquí a 1.500 eurazos el anorak le delata como corrupto más que salir esposado del despacho.
Evite que sus subalternos le pongan motes. Sí, no es fácil, desgraciadamente uno es siempre el último en enterarse, pero sobrenombres tipo “el cabrón”, “el albondiguilla”, “la fulares” o “el hijo puta” no son la mejor tarjeta de visita ante un juez.
Destierre las agendas sobadas con páginas cubiertas de iniciales seguidas de cantidades en euros. Compromete e invita al “adivina adivinanza”. Pásese al móvil y de cuando en cuando apriete “resetear”.
Y para las señoras, un último sacrificio: con un marido entre barrotes, resistan a la tentación de causar buena imagen. Prohibidas las mechas rubias y los bolsazos de marca. Mejor raíces de tres dedos, dientes pochos y ojeras. Todos sabemos que mantenerse en condiciones cuesta un dineral.
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