Lamentable comienzo
Trump convierte en un grotesco espectáculo su rueda de prensa
Cuando apenas queda una semana para que se produzca una ceremonia política tan importante como la toma de posesión del presidente de Estados Unidos, cualquier acto público en el que participe la persona que ocupará la Casa Blanca durante los próximos cuatro años adquiere un tono especial. Si además este acto coincide con la primera rueda de prensa desde que venciera en las elecciones de noviembre, lo que los estadounidenses y el mundo esperan es ver al futuro presidente en un papel casi institucional. Aunque no haya jurado todavía su cargo, ya recibe información clasificada, realiza nombramientos y despacha asuntos que no difieren en gran medida de lo que sucederá una vez que esté en el Despacho Oval.
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Pero esta expectativa se hizo añicos ayer durante la primera comparecencia ante los medios de Donald Trump como presidente electo. En medio de una caótica rueda prensa —su equipo debería tomar buena nota de cómo actúan los presidentes electos en algunos de los países que Trump tanto desprecia— el millonario estadounidense hizo todo lo contrario de lo que se espera de alguien que está a pocos días de ocupar una posición tan relevante: grosero con los periodistas, mal hablado, despectivo y amenazante. Trump demostró que sigue creyendo estar dentro de uno de los reality shows que tanta fama le han proporcionado pero tan poco tienen que ver con la gran responsabilidad a la que se enfrenta.
Resulta de todo punto impresentable que interrumpiera una pregunta y mandara callar a un periodista hispano con un “usted es un cutre y da noticias falsas”; como lo es el que para referirse a temas tan graves como la construcción de un muro en la frontera con México o a la deslocalización de empresas, sus frases fueran encabezadas con expresiones del tipo “no me apetece” o “me da igual”.
Entrando al fondo de sus declaraciones, el presidente electo de EE UU se mostró mucho más bravucón con los medios de comunicación y la candidata demócrata, Hillary Clinton, que con el presidente ruso, Vladímir Putin. Aunque asumió que Rusia puede estar detrás del hackeo del partido demócrata, minimizó la gravedad de los hechos señalando que “no solo es Rusia” la autora de ataques informáticos contra EE UU. De nada sirve que Trump elogie con expresiones hechas a los servicios secretos de EE UU si luego los desacredita —como ha hecho repetidamente en este asunto— con su actitud.
Las amenazas contra la industria farmacéutica, la alusión a “poderosos lobbies” y la mención directa a una firma de automóviles de la que, dijo, espera que siga el mismo camino de otras que ya han anunciado inversiones millonarias en EE UU y desinversiones en el extranjero, casan mejor en un guión de cine sobre el hampa que en una intervención presidencial. Mención aparte merece la disparatada puesta en escena, con una larga mesa con decenas de carpetas con documentos sobre las empresas a cuya administración dice renunciar.
Cuanto más se acerca Trump a la Casa Blanca, más se justifica la preocupación por lo que se avecina y se entienden menos los intentos de apaciguamiento de algunos Gobiernos como el español.
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