Cinco cosas que ‘Billions’ nos ha enseñado sobre las élites financieras
La nueva serie de Movistar+ es un thriller trepidante ambientado en las bambalinas de los fondos de inversión que controlan el mundo, muy útil para entender la jungla de las altas finanzas.
1. Que la serie se llama así por algo
Para alguien ajeno al mundo de las altas finanzas, lo más llamativo de Billions (que, ojo, en español deberíamos traducir como “miles de millones”, no como “billones”) es la naturalidad con que sus protagonistas manejan cifras astronómicas como si fueran calderilla. Pero es que la nueva serie de Showtime, que actualmente se puede ver en Movistar+, va precisamente de eso: de los espejismos del dinero y de su capacidad para causar prodigios y catástrofes en tiempo récord. Sus personajes invierten y retiran participaciones millonarias en cuestión de segundos, pierden fortunas por demorar treinta segundos su llamada al broker de confianza y cifran su prestigio en complicadísimos psicodramas que tienen una duración definida: lo que tarda en abrir y en cerrar la Bolsa de Wall Street. El efecto final, por supuesto, es de vértigo. Sobra decir que no hay que intentarlo en casa.
2. Que en las altas finanzas impera la ley de la jungla
La serie narra la lucha entre Chuck Rhoades (Paul Giamatti), el fiscal del Distrito Sur de Nueva York, y el multimillonario Bobby Axelrod (Damian Lewis), propietario de un fondo de inversión y protagonista de un triunfo meteórico tras el fallecimiento de sus socios en el 11-S. El fiscal quiere cazar al tiburón porque sospecha que no juega del todo limpio, y por el camino dejan una serie de víctimas colaterales: fondos de inversión más pequeñas, compañías víctimas de la especulación y, en general, todo el que osa cruzarse en el camino de cualquiera de los dos. Con un estilo ágil y rápido (no busquen aquí existencialismo high tech, sino un thriller en toda regla), Billions retrata un mundo despiadado donde las pasiones tienen más peso que los informes de los analistas de datos, y donde sólo puede quedar uno. Si le parece ficción, piense que está basado en hechos reales.
3. Que los milagros económicos se fraguan en el diván del psicólogo
Uno de los personajes más fascinantes de Billions es el de Wendy Rhoades (Maggie Siff), que se mueve en aguas peligrosas: es la esposa del fiscal, pero también la psicóloga que trabaja en el departamento de recursos humanos de la compañía de Axelrod. Ya en el primer capítulo descubrimos que es mucho más que una empleada cualquiera: sus sesiones de psicoterapia con el personal de la firma explican el comportamiento agresivo y frío de los analistas de Axelrod. En una época en que las altas finanzas tienen más de psicoanálisis que de cálculo, en que los gurús de los negocios se erigen en adalides de la superación personal y la autoayuda, Billions describe las pulsiones ocultas de los niños mimados del sistema y nos regala escenas impagables que no suceden en los despachos de Wall Street, sino en la consulta de una psicóloga.
4. Que la vida privada deja de serlo después de ganar el primer millón
Sólo hay algo que un inversor de élite tema más que a un mal día en la Bolsa: la mala reputación. La escena que abre el episodio piloto (no daremos más pistas) indica que la vida personal, las aficiones sexuales y las compras por impulso son una ruleta rusa para quien vive pendiente de los titulares. En Billions asistimos a adquisiciones ostentosas, donaciones pantagruélicas para salvar las apariencias, chantajes, cámaras ocultas, pérfidas venganzas en el club de campo y confidencias de cama que acaban saltando a las portadas de los medios. Por eso, entre otras razones, la serie es un trepidante thriller con producción de altos vuelos y personajes humanos y bien definidos. Atención especial merecen los personajes secundarios, cónyuges, compañeros de trabajo, amigos y enemigos de los protagonistas, que no están ahí por casualidad; sin ellos, sólo tendríamos la mitad de la historia.
5. Que la justicia también tiene luces y sombras
En un mundo posterior al 11-S, al escándalo de Lehman Brothers, al ascenso de Warren Buffet y a la crisis de las subprime, Billions huye de un discurso maniqueo y traza un protagonista, Chuck Rhoades, que tampoco presenta un único perfil. Si el personaje del fiscal hubiera sido un héroe sin aristas, Billions sería mucho menos interesante. En la serie vemos la pugna entre los distintos organismos que luchan contra la corrupción, y en esa pugna hay trueques de rehenes, negociaciones inesperadas y, en general, operaciones no del todo transparentes. El resultado final es una serie entretenida que no renuncia a ofrecer una instantánea de un mundo deshumanizado y al mismo tiempo dominado por las pulsiones ocultas de sus protagonistas. Saber cómo funcionan los magnates que mueven los hilos nunca viene mal. Sobre todo si se cuenta con el ritmo y la inteligencia con que lo hace Billions.
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