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ICON PARA JOHNNIE WALKER

El sabor de los años de clandestinidad

Johnnie Walker Red Rye Finish, es la base de un sofisticado cóctel con el espíritu de los 'speakeasy', bares ilegales durante la Ley Seca

Nueva York, 1923. Medio Harlem hace cola para entrar en Cotton Club, el local de moda de Manhattan donde políticos y celebridades evaden la Ley Seca a ritmo de jazz. Hace apenas unos meses que el contrabandista Owney Madden le ha comprado el club a su dueño original, el boxeador Jack Johnson. Y el nuevo aire se respira en el ambiente. De la neblina emergen gánsters trajeados y políticos que hacen la vista gorda mientras Ella Fitzgerald, Louis Armstrong o Nat King Cole suenan de fondo. Y las bailarinas se preparan para salir a escena. Una banda sonora que se impuso al ruido de las ametralladoras y a la prohibición de fabricar, transportar y vender bebidas alcohólicas en todo el país. El Cotton fue cerrado en 1925 por la venta ilegal de licor. Pero volvió a abrir al poco y ya no cesaría su actividad hasta 1940.

Casi un siglo después, la esencia de aquellos años se aprecia todavía en el sabor del whisky escocés. El mismo que corrió como la pólvora por aquellos speakeasies o bares clandestinos -solo en Nueva York se calcula que hubo 10.000- donde se bebía, se brindaba y se tramaba de espaldas a la ley hasta que en 1933 el presidente Roosevelt la derogó. Hizo bien porque gracias a ello ha llegado hasta nuestros días la nueva apuesta del maestro destilador Jim Beveridge, que ha creado, junto con Emma Walker, Johnnie Walker Red Rye Finish, la edición limitada de Johnnie Walker. Una sofisticada gama de cócteles que recoge, acaso, el sabor de aquellos años de clandestinidad –lo prohibido siempre sabe mejor- mezclado con el aroma de los nuevos tiempos. Red Rye ofrece al cliente mezclas que tumbarían por sí solas cualquier prohibición. Como su Manhattan con vermut dulce y licor de naranja. Su combinado de ginger con albahaca. O su whisky espresso: con azúcar, sal y café espresso. Si Wayne Wheeler, el líder de la Liga Antibares y creador de la Ley Seca, hubiese paladeado alguno de estos cócteles, sin duda, habría reculado.

Lo cierto es que, lejos de traspasarse, muchos de esos bares clandestinos continúan a día de hoy abiertos. Testimonio de una época, mantienen esa exclusividad tras simples barberías, cafeterías o tiendas de perritos calientes. En ellos no se viola ya ninguna ley, pero en muchos se hacen los mejores cócteles de Nueva York. Como, por ejemplo, en el Please don`t tell, oculto tras la tienda de perritos Crif Dogs. O en The Blind Barber, una barbería donde después de afeitarte y acicalarte puedes pasar al fondo y tomarte uno de sus exclusivos combinados sentado en un sillón de cuero. Como el gran Gatsby.

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