El olor a derrota se traduce en deserción masiva
Decenas de altos cargos saltan del barco ante el previsible batacazo de François Hollande
La imagen de Emmanuel Macron en julio a bordo de una lancha en el Sena camino del Elíseo para presentar su dimisión es la mejor estampa de la desbandada que se está produciendo en el Gobierno francés. Las expectativas de que François Hollande revalide su victoria al frente de la jefatura del Estado son tan bajas que la urgencia por abandonar el barco se extiende entre los altos cargos de la izquierda.
El rotativo Le Monde ha echado mano del diario oficial para contar el goteo de deserciones en el seno del Gobierno desde el 1 de junio hasta el 15 de septiembre. El resultado demuestra que la habitual huida en los meses que preceden a un probable cambio de Ejecutivo se ha duplicado en esta ocasión. 57 han abandonado el barco durante estos tres meses y medio frente a los 28 que se registraron en 2011 en el mismo periodo. En aquella época era Nicolas Sarkozy el que se jugaba la presidencia y la perdió meses después frente a Hollande.
Hay melancolía, mezclada con traiciones y deserciones, entre los electos socialistas, que dan por perdida la batalla de 2017. Nunca antes un presidente de la V República Francesa había gobernado con tan bajo y pertinaz nivel de aceptación, según recuerdan los sondeos de opinión. El ya exministro estrella Macron aparece como el mejor posicionado para salvar la cara al centroizquierda. Y eso que ni milita en el gubernamental Partido Socialista ni es aún candidato, que no se considera ni de derechas ni de izquierdas y que ha montado su propio movimiento, llamado En Marcha. “La suya es una popularidad especulativa”, dice despectivamente un miembro del Gobierno.
La baja popularidad de Hollande ha marcado su mandato y quizás por eso sus equipos han sido tan inestables. Se cuentan con los dedos de una mano los colaboradores que siguen con él en el Palacio del Elíseo desde 2012. Cuando se huele el fracaso, la lealtad escasea. Pero es también el momento de ponerla en valor. Es la opción del primer ministro, Manuel Valls. No oculta sus aspiraciones de llegar un día al Elíseo y quiere dejar claro a los suyos que él no traiciona. “Yo no abandonaré el barco”, les dice cada semana.
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