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La musa de Karl Lagerfeld es brasileña y se llama Alice Dellal

El diseñador alemán toca con su varita a esta modelo que tiene 23 tatuajes, toca la batería y es imagen de Pull & Bear

Elsa Fernández-Santos
La modelo Alice Dellal posa para ICON en Madrid vistiendo la colección de Pull & Bear para este verano.
La modelo Alice Dellal posa para ICON en Madrid vistiendo la colección de Pull & Bear para este verano.Xevi Muntané

Mientras Kingsley, su novio, pasea por Madrid, Alice Dellal muestra orgullosa su último tatuaje, un minúsculo rey en el dedo corazón en honor de su Kingsley. La modelo (Río de Janeiro, 1987) ha llegado a la capital para inaugurar una tienda de Pull & Bear, posar con su aire de rica rebelde y montar un buen jaleo en un céntrico bar donde terminaron por mostrar la salida al nutrido grupo que la acompañaba. Antes de eso, por la tarde, simpática y educada, mantuvo esta charla, desplegó su enorme sonrisa y contagiosa risa y demostró que el gesto indómito es sólo para las fotos. Con una humildad desarmante, pidió por favor cuando se enredó en alguna respuesta no quedar en evidencia: “Eso mejor no lo pongas, que no lo sé explicar y no quiero parecer idiota”.

Hija de la modelo y heredera brasileña Andréa de Magalhães Vieira y del millonario británico de origen iraquí Guy Dellal, esta chica de exótico pedigrí ha sido novia de Pierre Casiraghi, protegida de Mario Testino y Mick Jagger –padre de otro de sus ex, James, y de su gran amiga Lizzie– y hermanísima de la diseñadora Charlotte Olympia y del galerista Alex Dellal, a su vez ex de Charlotte Casiraghi. Alice amortigua el gazpacho de apellidos famosos con ese aire neopunk que en su día fascinó a Karl Lagerfeld, una vez más, responsable de poner en el mapa a una chica que, vista de cerca y sin ser despampanante, responde a ese no sé qué difícil de imitar y que, en su caso, se concentra en unos felinos ojos grises, una nariz con personalidad y una dentadura prominente y alegre.

La sesión que el fotógrafo Nick Knight le dedicó como emergente princesa punk le ayudó a fijar una imagen que quedó bendecida el día en que se rapó la mitad de la cabeza

“Mi madre era modelo y mi padre hacía fotografías, pero yo nunca quise ser maniquí, aunque está claro que era algo que me rondaba inconscientemente”, asegura. Empezó casi adolescente, pero no, su madre no le regaló un buen consejo. “No me dijo nada, excepto que nunca hiciera nada que no quisiera hacer. Creo que aprendí de ella, pero sin que me enseñase nada, sólo observando sus viejas fotografías. Fue una modelo maravillosa”.

La sesión que Nick Knight le dedicó como emergente princesa punk le ayudó a fijar una imagen que quedó bendecida el día en que se rapó la mitad de la cabeza. Knight es, junto a David Bailey y Lagerfeld, el fotógrafo al que dice deberle más. De sus compañeras de trabajo, destaca a dos grandes: “Naomi Cambell, por tomárselo tan en serio y tener ese cuerpo increíble, y Kate Moss, por su privacidad. Ellas resumen lo mejor de esta profesión o, al menos, lo que más me interesa. No veo esto como una carrera para el futuro, mis pasiones [la chica es batería del grupo Thrush Metal] son otras, pero esto me divierte, me permite viajar y conocer gente. Es un trabajo perfecto para el presente. Pensar en el futuro es algo que no me gusta”.

Sobre la intrincada mezcla que corre por sus venas saca sus propias conclusiones: “Mi padre parece más brasileño que mi madre porque es muy moreno, es medio iraquí, medio israelí. En realidad sólo estoy familiarizada con mi ascendente brasileño y británico. Me gusta decir que soy brasileña, pero la verdad es que sueño en inglés y soy totalmente británica. Es más, cuando voy a Brasil y vivo de cerca todo ese lado sensual, me da corte y me vuelvo una inglesa de los pies a la cabeza”.

Mi padre parece más brasileño que mi madre porque es muy moreno, es medio iraquí, medio israelí. En realidad sólo estoy familiarizada con mi ascendente brasileño y británico

Precisamente entre esos dos extremos corporales se extienden sus (“¿quieres que los contemos?”) 23 tatuajes. Detrás de la oreja, en brazos y piernas, en el costado, hasta en un lugar que se adivina tan doloroso como la palma de la mano. En uno se lee la frase “sweet dick move” (dulce movimiento de polla) y una fecha. Hay juegos de letras, la inevitable calavera, un escorpión y un tiburón acompañado por unas tijeras. “El primero fue uno que me hice con mi hermana Charlotte y el último es el de este dedo [el de su querido Kingsley]. Me gustan los tatuajes, y no, no creo que me los quite nunca. Sólo me los hago cuando de verdad los siento”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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