Marianear
El puente de agosto es sagrado, siempre hay una sangría o un botellón institucional para cogérsela gorda
Como hoy es martes pensé escribir un artículo fundamental, dado que España necesita un Gobierno con urgencia. Iba a escribir una llamada a la responsabilidad, al sentido común y a la colaboración entre los partidos. Iba a escribir una sentida invitación a mis compatriotas para arrimar el hombro y entre todos sumar fuerzas. Y el artículo, además, iba a sonar a gloria, porque pensaba escribirlo con palabras que concitaran el acuerdo mutuo y conmovieran hasta las lágrimas a los lectores tanto de la edición en papel como de la digital. Tal era la necesidad y el estímulo que no pensaba reparar en filias ni en fobias a la hora de velar por la concordia nacional. Iba, incluso, a meterle más presión a Pedro Sánchez, que hay poca, ¿verdad? Sí, pero me fui de puente.
Es que el puente de mitad de agosto no se lo puede uno saltar. Si no es por las fiestas patronales del pueblo de tu padre, es por la escapada a la playa o la cenita con amigos o la verbena.
El puente de agosto es sagrado, y aunque no haya vaquillas sueltas por la calle ni un pavo colgado del alambre al que agarrarle del cuello hasta descabezarlo, siempre hay una sangría o un botellón institucional para cogérsela gorda. No hay urgencia que valga ni responsabilidad que se imponga a un paseíto para abrir el hambre, a una siesta de esas gozosas, que cuando te has despertado vuelves a cerrar los ojos de nuevo y parece que llega una segunda noche. Y luego encima con los Juegos Olímpicos por la tele. Y ahí está Nadal, que es la personificación del esfuerzo, y los chicos del baloncesto, y esos atletas internacionales que son un poco de todos, porque a ver si ahora Phelps, Biles o Bolt o la extraordinaria Almaz Ayana le van a pertenecer solo a sus países cuando el nuestro es capital mundial de la pasión por el deporte.
Lo de Maialen Chourraut y lo de Mireia Belmonte y lo de las chicas del básquet, la sincronizada, el balonmano y el bádminton, es que España es un país de mujeres, como su propio nombre indica. Y qué decir de Lydia Valentín, que ganó el oro en los Juegos de Londres con cuatro años de retraso, cuando descubrieron el dopaje del podio completo en la disciplina, y ahora ha sido bronce en levantamiento de peso sin perder la sonrisa. Menudo ejemplo para lograr algún día levantar este país con dependientes y pensionistas incluidos. Y es que el puente de agosto representa el profundo gozo de veranear. Y ya mañana arreglamos lo otro.
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