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Tentaciones

20 años del 'boom' de los tatuajes: ¿por qué todos nos hicimos uno?

A mediados de los 90 nuesto país vivió una locura por los 'tattoos' y pasaron de estigmatizarse a integrarse con normalidad en nuestras vidas. ¿Qué es lo que ha cambiado? Famosos como Bimba Bosé, Alberto García-Alix o María León, entre otros, nos ayudan a analizarlo

Jorge Fuembuena

"En el año 96 se produce lo que yo llamo la democratización del tatuaje. Pierde significado, que no encanto, y pasa a ser algo puramente decorativo", sentencia Alberto García-Alix. El mítico fotógrafo de la Movida ha tenido durante toda su vida una relación muy estrecha con el mundo del tatuaje, pero muy pocos saben que jugó un papel fundamental en esa "revolución" que se vivió a mediados de los noventa. Años en los que, en los festivales de música, asomaban los primeros tribales por debajo de las camisetas, algún pequeño dragón y mucha letra china.

García-Alix había entrado en contacto con los tatus por primera vez 20 años antes. Era rockero y apasionado de las motos. En la mili vio cómo se hacían los primeros dibujos, con un palillo y tres agujas. En 1980, un inglés borracho que conoció en el mercadillo de Es Caná, en Ibiza, le hizo el primero. En 1988 creó la revista El canto de la tripulación, donde publicó los primeros artículos que hablaban de la entonces subcultura del tattoo. Ese mismo año, y a través de las motos, conoció a Mao, que se había iniciado a finales de los 70 entre Suiza y la isla pitiusa y, por entonces, tatuaba a marineros en Cartagena.

García-Alix, que ya era un fotógrafo de éxito, montó una tienda de cuero y de accesorios y repuestos para Harley-Davidson, y decidió ir a buscar a Mao a Cartagena para convencerle de que se trasladara a Madrid a tatuar en aquel local, llamado 'El Martillo de Lucifer'. Mao era reticente porque, cuando llegaban los marineros a puerto, tenía trabajo todos los días. Pero finalmente accedió.Pincha aquí para ver y conocer la historia de los famosos que le rinden culto como Bimba Bosé o María León : 

Javier López

"Vino a probar y pronto teníamos citas para seis meses. Hablamos de finales de 1990. Al principio eran rockeros y motoristas. Fue un gran éxito. Pero mi socio, que era drogadicto, era una ruina, y Mao se dio cuenta de que lo que daba dinero en la tienda eran sus tatuajes. Era su momento para volar solo y montar su primer estudio junto a su mujer, Cathy", sonríe García-Alix antes de apostillar: "El mundo del tatuaje en España le debe mucho a Mao, sobre todo como gestor. Sin él, esta historia no se puede comprender". 'Mao & Cathy' fue el primer estudio de tatuajes en España, creado en 1993. Mao sonríe como un Buda feliz recordando aquella época en que el sueño de tantos años se hizo realidad: los tatuajes dejaban de ser algo marginal para convertirse en algo popular. "Empecé a darme cuenta cuando asomaron por el estudio madres de familia, estudiantes… Ya no eran artistas o moteros. La gente normal de la calle empezaba a tatuarse. En España llegó más tarde pero vino todo de golpe, muy fuerte y muy rápido".

En 1996 había unos 100 estudios en nuestro país. Hoy rondan los 2.000. De igual manera, se han multiplicado sus adeptos. No existen cifras oficiales, pero un cálculo estimado a partir de datos de la Academia Española de Dermatología apunta que un 30% de la población española entre 18 y 35 años lleva alguno.

Ambos coinciden en que el boom definitivo se produjo a principios del nuevo milenio, cuando las celebridades e iconos de estilo globales empezaron a lucir tatuajes. El máximo responsable fue David Beckham. Cuando el inglés se hizo el brazo entero, los tatus pasaron de ser una cosa popular, aunque solo para los más rebeldes, a algo directamente para todo el mundo. "Se convirtió en algo imparable. Antes se hacía para ser diferente. Desde entonces se busca plasmar en la piel algo personal", apunta Mao.

Un 30% de la población española entre 18 y 35 años lleva algún tatuaje

Con la expansión del negocio mejoró la técnica. Empezaron las listas de espera de meses para poder tatuarse en los estudios más prestigiosos. Mao experimentó una transformación en la que los tatuadores "pasamos de artesanos a artistas, y se acabó el elegir el dibujo de un catálogo. Solo diseños originales". En ese proceso se ganaron y se perdieron cosas, según García-Alix. "Yo di mucho por la popularización del tatuaje, y a veces me arrepiento al ver muchas cosas sin sentido que se tatúan ahora. Pero supongo que es el precio que se paga con todo lo que se populariza, ¿no? Se ha perdido mística pero se ha ganado calidad. Y aceptación social. A mí me paraba la policía, ¡ahora son ellos los que van hasta el culo de tatuajes, ja, ja, ja!".

Mao vio cumplirse un sueño que todavía no acaba de creerse: "A veces veo trabajos en convenciones donde ejerzo de jurado y alucino. Es increíble la perfección que se está alcanzando. No hay límites. Las técnicas siguen evolucionando, y el talento artístico de los tatuadores no tiene puertas. Gente con estudios de Bellas Artes y de diseño decide dedicarse a tatuar y no para de enriquecer este mundo".

Bimba Bosé, modelo, actriz, y cantante, apunta a una transformación también en lo conceptual. "El tatuaje ha ido hacia lo anárquico. Antes era más ritual, conllevaba más compromiso, eran cosas tradicionales y más grandes. Ahora es más random, aleatorio, todo vale. Cositas pequeñas y fuera de los estilos ortodoxos". Y confiesa que nunca se le han cerrado puertas como modelo por ir tintada, aunque sí como actriz.

García-Alix recuerda que en sus inicios ofrecía modelos tatuadas y se las negaban, y ahora a las marcas les encantan. Del estrellato televisivo de los tatuadores de 'Miami Ink (2005)' a la última campaña del grupo del lujo LVMH para su firma de coñac Hennessy. La etiqueta de la última botella ha sido diseñada por Scott Campbell, conocido como el tatuador de las estrellas (Penélope Cruz, Orlando Bloom o Marc Jacobs, entre otros) y que cobra mil euros por hora de trabajo. Campbell genera tanto furor que ha promovido una iniciativa llamada Whole Glory. Consiste en meter el brazo en un agujero para que él tatúe lo que quiera sin que el dueño del brazo pueda verlo.

La fiebre por la tinta ha hecho que muchos empiecen a alejarse de ella, al considerar que ha perdido encanto porque ya no es diferente, como señala la bloguera y diseñadora Miranda Makaroff. Algunos incluso han optado por borrarse sus piezas con láser, y muchos estudios de tatuajes ya incorporan este servicio como parte del negocio. Aunque la mayoría puntualiza que casi todos los borrados son de piezas antiguas y mal hechas que se "levantan" para cubrirlas con otras nuevas. Pero no parece que la popularización de los tatuajes haya terminado del todo con su esencia rebelde. No hasta que haya un director de sucursal bancaria con las manos tatuadas o, por qué no, un presidente del Gobierno (la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha reconocido que lleva varios aunque nunca los enseña).

Coñac Hennessy.
Coñac Hennessy.

"Nos creemos que somos libres del todo, pero luego seguimos demasiado pendientes de los demás y con miedo de mostrarnos como somos realmente. Una persona que se tatúa y muestra sus tatuajes es alguien sin miedo a una libertad real", defiende la actriz María León. Bimba no le diría nada a los que aún hoy son detractores de los tatus. "Si no les gusta, que no miren". Y la cantante Bebe va más allá: "Claro que ya hay presidentes tatuados, lo que pasa es que los llevan debajo del traje". Mao concluye con la creencia firme de que todavía faltan muros por derribar. "Hay determinados puestos en los que se debería 'salir del armario' del tatuaje; aún nos faltan un par de generaciones para vivir el cambio definitivo".

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