Respuestas para la vida real
El diseño 'made in Madrid' se consolida como intergeneracional, fresco y comprometido
Sandra Cabello, Sergio Guijarro, Miquel Jiménez, Miguel Magaña y Luis Navarro son cinco jóvenes inquietos que en lugar de dedicar sus ratos de ocio a matar marcianos en el móvil se plantearon qué podían hacer por su profesión. Estudiaban Diseño cuando llegaron hasta la Asociación de Diseñadores de Madrid (DIMAD) para proponer celebrar el 29 de junio el Día Mundial del Diseño Industrial. De aquella iniciativa salió un taller. Los chavales se convirtieron en profesores por unas horas. El resultado fue tan refrescante que de la experiencia nació una exposición con nombre propio: Producto fresco. Hace cinco años que el Matadero de Madrid expone esa versión plural y transversal del diseño madrileño.
El caso es paradójico porque la iniciativa partió de los usuarios —como casi todas las que prosperan—, creció sumando —en lugar de restando, es decir, filtrando que es cómo se suelen decidir los contenidos de las exposiciones— y ha terminado por arraigar entre el enorme colectivo de empresarios, diseñadores, comerciantes y profesores que consideran que el diseño es un valor añadido, un arma diferenciadora de los productos y una riqueza cultural. Yetti Aguado, la coordinadora de este escaparate de diseño madrileño, asegura que la fuerza de la muestra es lo inesperado: “Aquí propuestas inéditas pueden convertirse en iconos”. Como Madrid no tiene asentada la tradición de recurrir a diseñadores para ir modificando la ciudad, las intervenciones en los locales comerciales, en las calles y en las viviendas son más eclécticas, menos rígidas y, por lo tanto, más frescas.
Aguado sostiene que “la necesidad de dar a conocer lo que se hacía en Madrid ha resultado en un panorama anual de productos pensados, producidos, gestionados y promovidos en esta ciudad”. Se trata, señala el arquitecto Pedro Feduchi, presidente de la Asociación de diseñadores de Madrid (DIMAD), de “dar cabida a todos los niveles de profesionales, de los más asentados a los recién llegados para hacer visible los productos con ideas y calidad”.
Algunos ejemplos de diseño madrileño. El teléfono BQ se convirtió en uno de los móviles más vendidos en España el año pasado. Sencillo y robusto a la vez fue diseñado por el estudio Mormedi que, ese mismo año, se hizo con el Premio Nacional de Diseño. De esa alta tecnología a la autoproducción de las lámparas Lighthouselamp hay un camino muy distinto que el buen diseño y el ingenio une en esta muestra. El arquitecto Marcos Parga y su estudio MAPAA están detrás de estas luninarias de cartón reciclado que tratan de demostrar que el diseño puede ser asequible y preciso a la vez. También que puede ser una vía de integración social: la Fundación Juan XXIII Roncalli, dedicada a integrar laboralmente a discapacitados intelectuales, participa en el ensamblaje de este producto. También son recicladas las botellas que Ubaldo Bhal, de Placton Design, ha convertido en aceiteras antigoteo y en azucareros dosificadores. Bhal habla de up-cycling: se trata de convertir un producto de gran consumo en un objeto artesanal. Esa es la riqueza del diseño madrileño. Ha nacido rodeado de problemas y está creciendo solucionándolos.
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