La hija de 'Homeland' que tanto odiabas ahora hace de yonki

La receta de “sexo, drogas y rock&roll” ha sido aplicada con interés desigual por el mundo del cine, aunque de la abultada incidencia se pueda sacar un buen regadero de películas impactantes y memorables. Eso sí, parece que en esta ocasión, la joven directora Elizabeth Wood, afincada en Nueva York, no solo ha dado en la diana sino que, White Girl podría ser uno de los retratos más vivaces y contundentes de la generación millennial.

En ese acercamiento realista, sin cortinillas censuradoras en las muy explícitas escenas de sexo, y alejada de arquetipos y clichés, sin duda ha influido lo cercano que le ha resultado todo a la directora. La trama se centra en la relación agridulce que una chica blanca, que cursa su segundo año universitario, mantiene con un pandillero puertorriqueño dedicado a la venta 'de pollos' de cocaína. El papel de la protagonista es intepretado por Morgan Saylor (la Dana Brody de Homeland), y comparten más de un punto en común con su experiencia personal.

“La película está basada en algo que me sucedió en mi etapa universitaria, pero eso no significa que sea un biopic. Cuando una escribe una historia decide cuando empieza y cuando termina, qué aspectos quiere incluir y cuáles excluir. Así que esto es una película, y no un documental, pero basada en mi historia personal”, puntualiza Elizabeth.

Desde su premiere en el festival de Sundance el pasado enero, donde subió la temperatura de la sala con la controversia de sus imágenes, le han llovido comparaciones con Kids, el retrato generacional de Larry Clark en el Nueva York de los 90. “Me halaga que la comparen con la obra de Clark, porque Kids fue una película que vi a los 13 y me cambió la vida. Supongo que las comparaciones llegan porque mi película es un retrato provocador de la juventud ambientado también en la ciudad de Nueva York, pero en realidad son dos films muy diferentes.”

Más allá de Clark, en esta historia de amor turbulenta y destructiva bañada por el sexo y las drogas, también aflora otro retrato en las calles de Brooklyn: la desgarradora incursión al mundo de drogadicción que el director, Darren Aronofsky, ya planteó en Réquiem por un sueño. Aunque Elizabeth fija su brújula en otros territorios y miradas:

“Siempre me he sentido atraída por historias descaradas y fuertes que te dejan con ese sentimiento de “¿Qué acaba de pasar?”. Ejemplos de ello son: Irreversible de Gaspar Noé, Romance de Catherine Breillat, Storytelling de Todd Solondz, Rompiendos las olas de Lars Von Trier, Pulp Fiction de Tarantino o Las Vírgenes suicidas de Sofia Coppola. Todas estas películas me han dejado ese insano y potente sentimiento que espero ser capaz de transmitir con mi propio trabajo".

Además del sexo desaforado, la tentación de la droga y la atmósfera musical, otro ingrediente esencial es la ciudad de Nueva York, representado como ese escenario que te arrastra a situaciones límite y descabelladas. “Intenté recrear una Nueva York más allá del factor tiempo y evitar indicadores de un período concreto, como la tecnología, que hubiera definido mucho el contexto histórico en el que acontece el relato. El tiempo pasa muy rápido.”

También parece que ha sido veloz su incorporación en el tejido industrial. Tras la recepción dispensada a su ópera prima, la directora norteamericana de 32 años ya se encuentra trabajando en sus siguientes nuevos proyectos: una serie de televisión y una “historia de amor apocalíptica de signo psicodélico”. Sin mencionar que ya suena como futurible para dirigir Captain Marvel, lo que supondría una entrada en Hollywood por todo lo alto.

Mientras se confirman o desmienten esos rumores, Elizabeth sigue con la agenda apretada presentando su criatura en festivales de cine de todo el globo – en el momento de esta entrevista se encontraba en IndieBo, el festival independiente de Bogotá –. Para poder ver White Girl en España de forma legal, tal como nos confirma su artífice, habrá que esperar hasta el próximo otoño, momento en que Netflix tiene previsto llevar a cabo su lanzamiento mundial a través de su plataforma. Será entonces cuando podamos medir con mayor exactitud qué grado de impacto tendrá en las conciencias de las generaciones que no vivieron el efecto Kids.