Pelos y princesas
Las princesas tenemos pelos. Y los príncipes también. Pero mientras nosotras tratamos de liberarnos, los hombres de pelo en pecho han caído en la trampa de la depilación
A veces cuesta mucho ponerse a escribir pero no queda más remedio. Aquí estamos para lo que estamos, y ese estamos es, desde estas líneas, tratar de entretener al personal. Y hoy toca… pelo. Ese tema que a la mayoría de las mujeres, y a muchos hombres, por exceso o por defecto, nos trae siempre del revés.
Los anglosajones, que de categorizar las pequeñas cosas de la vida saben un rato, han acuñado el término bad hair day para esos días en que hagas lo que hagas estás en sintonía capilar con la cabeza de Christopher Walken en cualquiera de sus películas. Un horror que a día de hoy sigue siendo un misterio sin resolver.
El pelo es importante porque, entre otras cosas, en 100 años, todos calvos. Pero mientras tanto, unas veces la vida te trata mejor con pelazo, y otras, curiosamente, sin él.
Una chavala francesa a la que la pilosidad de la pubertad ha pillado a contrapelo se ha hartado de que sus colegas de instituto la llamaran gorila por llevar las piernas y el #sobaquember a pelo, si se me permite la expresión.
Ha colgado en las redes sus fotos más vellas, en una vieja reivindicación feminista: la de que el vello es bello y no asquerosidad. Porque para nosotras, la Rapa das Bestas no cae ni en Candaoso, ni en julio, si no el primer día que nos quitamos los leotardos. Y como ha señalado esta joven y valiente activista #LesPrincessesOntDesPoils: las princesas tenemos pelos. Y los príncipes también. Pero mientras nosotras tratamos de liberarnos, los hombres de pelo en pecho han caído en la trampa de la depilación.
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