La hora de Rivera
Ciudadanos puede apoyar al PP sin por ello traicionar a sus votantes. Un pacto exige claridad de ofertas programáticas y una voluntad reformista
Albert Rivera se enfrenta al desafío de hablar con Mariano Rajoy sobre la reelección de este como presidente del Ejecutivo y las condiciones de la operación. El margen del debate versa sobre la forma de concretar esa colaboración, y no sobre la precisión misma de sentar las bases políticas de una gobernación que, por necesidad, será mucho más centrista que durante la mayoría absoluta del PP.
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Los dirigentes que rodean a Rivera insisten en un pacto a tres (PP-PSOE-Ciudadanos), pero ha llegado la hora de que Rivera tome sus propias decisiones. No tiene mucho sentido discutir si su formación nació con vocación de alternativa o de bisagra: le toca aceptar la realidad de las urnas. Por el momento se encuentra en una posición estratégica mejor de la que ocupaba tras los comicios de diciembre, puesto que, pese a haber perdido votos y escaños, Ciudadanos suma ahora con el PP más diputados que tras el 20-D. Aunque la fuerza parlamentaria de Ciudadanos no basta para garantizar la investidura de Rajoy, resulta indispensable a la vista de la resistencia socialista.
La condición de bisagra requiere que se mantenga la posibilidad de cambiar de aliado. La centralidad programática es precisamente lo que le permite pactar a izquierda y derecha sin ser acusado de cambiar de políticas o traicionar a los votantes. Rivera ya se prestó a facilitar un gobierno de Pedro Sánchez cuando esta era la única opción sobre la mesa, y entre los equipos negociadores de las respectivas formaciones fueron capaces de acordar un proyecto de amplio calado.
Caducada esa iniciativa por la fuerza de las urnas, ahora hay que trabajar a favor de la que se ha situado en mejores condiciones de encabezar el Gobierno, que es el Partido Popular, explicando a los electores que la campaña llevada a cabo por Ciudadanos contra la continuidad de Rajoy no ha obtenido suficiente respaldo en las urnas.
Lo cual no implica, en modo alguno, que Rivera deba sacrificar los votos de su grupo en el altar del PP. Al contrario: alguien tiene que poner en su sitio a un jefe de Gobierno que se ha caracterizado por la voluntad de imponer puntos de vista y por la lentitud para renovar su propio partido. Un pacto como el que aconsejamos exige claridad de ofertas programáticas y una voluntad reformista, sobre todo en materia de regeneración de la democracia. No se trata de firmar ningún cheque en blanco, sino de condicionar de forma eficaz la política del Partido Popular.
Desconocemos los detalles de las negociaciones, y por lo tanto el margen que pueda existir. En todo caso, es evidente que si las conversaciones terminaran con un pacto entre Ciudadanos y el Partido Popular, esto supondría un compromiso fuerte para Albert Rivera. El líder del partido centrista necesita garantías de que lo pactado no se quede en agua de borrajas con el correr de la legislatura. Por eso, y sin perjuicio de guardarse la carta de apoyar a un Ejecutivo en minoría si el PP no plantea una oferta suficiente, la mejor garantía para Ciudadanos sería su participación directa en el Gobierno de España.
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