Un Derecho Humano a la solidaridad
Por José Mª Medina Rey,Director de PROSALUS.
Niños sirios juegan con el fotógrafo en medio de la guerra. La foto es de Pablo Tosco.
Desde la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, el derecho internacional de los derechos humanos ha ido evolucionando, buscando respuestas a los nuevos desafíos, ampliando el catálogo de derechos, avanzando en los mecanismos de protección. En ocasiones nos parece que es un derecho “débil”, poco exigente, con poca fuerza de obligar, pero ha hecho y sigue haciendo aportes importantes para construir una comunidad internacional más digna, más justa y más pacífica.
Con la irrupción del fenómeno de la globalización y la constatación de la existencia de problemas mundiales que desbordan a la persona individual y al Estado, han comenzado a darse los primeros pasos en el desarrollo de una nueva generación de derechos humanos en el ordenamiento internacional, derechos cuyo titular es la colectividad, como es el caso de los derechos humanos al desarrollo, a la paz y a la solidaridad. Cada uno de estos derechos, en la medida que consiguen reconocimiento internacional, establece unas obligaciones a los Estados y empuja, aunque sea lentamente, para acercarnos a esa sociedad más justa.
En la actualidad se está trabajando en la definición del derecho humano a la solidaridad, que se apoya en el art. 28 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”.
El Consejo de Derechos Humanos –pese a la oposición de algunos de sus miembros más poderosos, como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o Francia– ha señalado recientemente que la solidaridad internacional es un componente fundamental para hacer efectivo el derecho al desarrollo de los pueblos y promover el pleno goce de los derechos económicos, sociales y culturales para todas las personas y que, sin embargo, se le ha prestado una atención insuficiente. Observa con preocupación el agrandamiento de la brecha de desigualdad y el incumplimiento del compromiso realizado en 1971, al establecer el Segundo Decenio de Naciones Unidas para el Desarrollo, de que los países desarrollados dediquen el 0,7% del PIB a ayuda al desarrollo. Considera que la solidaridad tiene que ser un nuevo principio fundacional del derecho internacional contemporáneo y un valor fundamental para las relaciones internacionales en el siglo XXI, ya que los problemas mundiales deben abordarse de manera tal que los costos y las cargas se distribuyan con justicia, conforme a los principios fundamentales de la equidad y la justicia social, y que los que sufren, o los que menos se benefician, merecen la ayuda de los más beneficiados.
El objetivo general de este derecho a la solidaridad internacional será crear un entorno propicio en el que todos los derechos humanos, incluido el derecho al desarrollo, puedan ser progresivamente realizados por todos los pueblos y las personas a través de las medidas de cooperación internacional y solidaridad adoptadas por los Estados, las organizaciones internacionales, la sociedad civil y todas las demás partes interesadas. La experta independiente de Naciones Unidas sobre los derechos humanos y la solidaridad internacional ha elaborado una propuesta de declaración sobre este derecho, que recoge contenidos bien interesantes, como la obligación de incorporar el enfoque de derechos humanos en la cooperación o la coherencia de políticas para el desarrollo o la revisión de las condicionalidades en la cooperación o el fortalecimiento de los compromisos medioambientales.
Esta declaración tiene todavía un camino complejo que recorrer. Deberá ser admitida por el Consejo de Derechos Humanos y después ser retomada y aprobada por la Asamblea General. Como en tantas otras ocasiones, solamente un respaldo fuerte por parte de la sociedad civil permitirá sacar adelante esta declaración que sin duda constituirá un paso más en este sistema internacional de defensa de los derechos humanos, que se nos antoja tan insuficiente como imprescindible. Si eres una de las personas que entienden que tenemos derecho a que nuestros gobiernos se comporten solidariamente en las relaciones internacionales y que solo una sociedad internacional solidaria será sostenible, te invito a leer y firmar este manifiesto.
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