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La corbata ya no es necesaria

Los políticos se suman a esta moda como reflejo de una generación que se siente más cómoda sin límites ni corsés

Pablo Iglesias, Barack Obama y Alexis Tsipras.
Pablo Iglesias, Barack Obama y Alexis Tsipras.AFP/ REUTERS

La reputada periodista de moda Vanessa Friedman reflexionaba esta semana en The New York Timessobre el menguante uso de la corbata en la clase política mundial. Mientras el magnate y candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump se aferra con obstinación a sus corbatas rojas de Brioni, el presidente Barack Obama se la quita a la mínima ocasión. Políticos de todos los colores la usan cada vez menos. Símbolo de los hombres de bien y de las cosas serias, la desaparición de la corbata en el uniforme político no es un tema baladí. Si el incremento del uso del esmalte de uñas es un claro indicador de tiempos de crisis, ¿qué significados esconderá el destierro de este complemento sartorial por parte de los políticos? Economía sin corbatas se puede leer en la cubierta de la edición española de uno de los últimos libros de Yanis Varoufakis, el nuevo héroe de la izquierda. El ingenioso titular parecía anticipar también la nueva era de la política sin corbatas.

Pedro Sánchez, en la entrega de los Premios Goya.
Pedro Sánchez, en la entrega de los Premios Goya.Cordon Press

Y es que durante las últimas elecciones en España, la corbata y la indumentaria de los nuevos candidatos ha ocupado más espacio que nunca en la prensa. Estilistas y personal shoppers de todo pelaje intentaban desencriptar los significados y mensajes por el uso y no uso de determinadas prendas por parte de los políticos y sus asesores. Al inicio de campaña cada uno parecía tener una etiqueta clara: Pablo Iglesias y sus ya famosas camisas compradas en Alcampo, en la línea desenfadada de sus compañeros de la marea lila como el griego Alexis Tsipras; Albert Rivera y sus inmaculados trajes chaqueta y corbatas estrechitas; Pedro Sánchez en busca de una corrección simpática con un uso intermitente de la corbata; y Rajoy, como Trump, aferrado a ellas de toda la vida.

Entorno al famoso complemento, se generaron situaciones divertidas. Que Ana Rosa Quintana le regalara dos corbatas a Pablo Iglesias para su encuentro con el Rey llegó a los titulares. Iglesias no usó la corbata ese día, pero sí lo hizo en una reunión informal: "No es el encuentro con el Rey, pero ¿cómo crees que me queda, @anarosaq?" le preguntaba a la presentadora vía Twitter con foto incluida. Aunque quizá uno de los momentos más ilustrativos del peso que la etiqueta está adquiriendo en la estética política ocurrió en la pasada gala de los Goya. Mientras que Pablo Iglesias sorprendía a todos con un smoking alquilado, dos tallas más grande, siguiendo, ahora sí, el código de vestuario que impone la alfombra roja, Pedro Sánchez acudía de lo más informal dejando huérfana de pajarita y corbata a su camisa. Este insólito cambio de papeles parecía certificar el despiste general sobre el protocolo de vestuario y apuntaba al centro de la cuestión: quizá no es solo la corbata la que se ha quedado desfasada, sino todas las etiquetas.

El fundador de Facebook en el Mobile World Congress de Barcelona.
El fundador de Facebook en el Mobile World Congress de Barcelona.Cordon Press

La corbata y sus nudos, todo un arte para los que son fans de ellas, sigue subiendo a las pasarelas, pero ahora más como un complemento con el que poder ponerse guapo en ocasiones especiales que como indicador de estatus. Que personajes de peso como Mark Zuckerberg la destierren de su vestuario es un reflejo de una generación que se siente mucho más cómoda sin límites ni corsés. Los que vienen, de hecho, disfrutan con la moda sin género, y por supuesto, en ella la corbata no es significado de nada, simplemente es un ornamento más. La ropa por primera vez parece disfrutar jugando al despiste. Una barba, una camisa blanca, una cazadora, una falda o una corbata ya no certifican nada. A ellos, lo que les importa son las acciones.

Yanis Varoufakis.
Yanis Varoufakis.cordon press

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