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La paradoja y el estilo
Columna
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La sonrisa y el refugio

La gente rica siempre se fotografía con perros antes que con personas. Porque son más fotogénicos y no hablan. La foto con amigos o familiares puede volverse un mal recuerdo

Boris Izaguirre
Corinna zu Sayn-Wittgenstein.
Corinna zu Sayn-Wittgenstein.Kai-Uwe Knoth

Acabo de superar una periodontitis provocada por mi negligencia con las limpiezas bucales periódicas. La higienista, muy mexicana, se marchó antes de que llegara su carísima cuenta. Mientras pagaba entendí por qué algunas personas pueden llegar a corromperse: para conseguir unos dientes perfectos.

Pero hay gente que no necesita sonreír, como Isabel de Inglaterra, que acaba de cumplir 90 años con el nivel más alto de popularidad. Y otras que proclaman que los dientes, dientes es lo único que importa, como Isabel Pantoja. Algunos sonríen con sorna, como seguramente lo hagan los zorros. Allí está Rodrigo Rato, que, pese a sus acusaciones de corrupción, se marchó a un centro budista en Alicante, varios días, aparentemente los de Semana Santa, practicando el silencio y meditación. En una de las instantáneas robadas me parece que se está riendo… de nosotros, que por más que lo intentemos no podemos permanecer en silencio. A mí me cuesta muchísimo, incluso durante el tratamiento dental murmuré y bromeé. El exvicepresidente sabe guardar silencio porque es algo que aprendes apenas te conviertes en investigado. No hablas, no recuerdas, no sabes. Agregarle a todo esto ese puntito cool de budismo es muy conveniente y nos recuerda que Rato fue un hombre diferente del resto de sus compañeros de partido. Se divorció, habla idiomas, fue presidente del FMI, frecuenta la ópera y el gimnasio. Ahora practica el silencio budista durante la Semana Santa. Eso tiene que haber sido una señal, escoger la fecha más católica del año para relajarse en la religión más opuesta.

Mientras Rato se entregaba al omm en la indiscreta calma de Alicante, Alonso Aznar, el hijo menor de José María, intentaba encontrarse en el desierto californiano durante el festival musical de Coachella. La búsqueda espiritual alcanza por igual al exvicepresidente y al hijo del expresidente. Coachella es una cita hiperpija del calendario de relajación norteamericano: sucede apenas termina la temporada fiscal y hay música, gente guapa, algún posible socio para un negocio cool, quizás con otro hijo de otro expresidente. Alonso, muy querido en su grupo, nos ofrece esta imagen de relax y rock mientras a su padre le ponen de los nervios con antiguas declaraciones de impuestos y el PP ya no sabe qué palo soporta qué vela.

Nada de esto afecta a Alonso Aznar en su búsqueda y así debe ser. Personalmente, nunca he entendido un festival de rock. Como diría Margo Channing: “Está entre las 10 cosas que nunca entenderé”. ¿Pasar el día en el barro, o en el desierto, con botas vaqueras sin calcetines? ¿Llegar a la zona vip cubierto de polvo como en El Rocío? Yo preferiría relajarme en RoyAlp, el maravilloso dúplex que la princesa Corinna y sus amigos disfrutaron en los Alpes suizos antes que Botsuana se lo llevara todo por delante. El chalet irrita a mucha gente pero me he enfocado en la decoración porque leí que en vez de ofrecer derroche nuevo rico, destila el buen gusto de dinero de verdad. Me fascinó ese concepto: decoración cara pero de exquisita discreción. Cachemir y madera. No se trata de algo que nunca entenderé sino de algo que nunca tendré.

Alonso Aznar con amigas en Coachella.
Alonso Aznar con amigas en Coachella.Instagram

Igual que una dentadura perfecta, RoyAlp es un refugio donde no se nota la dificultad. Los tonos son suaves, las texturas templadas, mezclando el blanco de la nieve alpina con la arena del desierto de California y un toquecito de cuero e incienso budista. Con mano de decoradores y taxidermistas españoles (hay dos cabezas de gamos con sus cuernos sobre la chimenea), pero desearía arrojar una lanza por Corinna, seguro que tuvo la última palabra en todo. Y todo la recuerda en ese dúplex. Imagino las fotografías personales, en especial una jugando con sus perros. Un detalle importante: la gente rica, rica, siempre se fotografía con perros antes que con personas. Es mas chic. Porque los perros son fotogénicos y no hablan. La foto con amigos o familiares puede volverse un mal recuerdo. O dejarte una mala sonrisa.

Imagínense en la casa de los Urdangarin Borbón, la de imágenes que han abandonado sus marcos. De García Revenga para abajo, no dejo de pensar en la quema de esas fotos con examigos, excompiyoguis de toda la vida, por las que podrían ponerles una multa por emisiones de CO2 en Ginebra. Otra multa que tendrían que afrontar.

Recuerdo una foto con la abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, tomada durante un premio periodístico. Estuvo muy dicharachera, hablándome de sus programas favoritos de la tele, que no voy a mencionar para no crear sentimientos de culpa a mis compañeros. Buscándola, he practicado varias veces mi sonrisa más budista. Mis dientes muy limpios y una mirada reposada que dice: anoche soñé que me compraba RoyAlp.

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