'Camino a la escuela'
Documental que cuenta las historias de varios niños que hacen verdaderos esfuerzos para llegar al colegio cada día
Hace unos días, llevamos a los niños a ver Camino a la escuela. Es una película distinta, un documental que cuenta las historias de varios niños que hacen verdaderos esfuerzos para llegar al colegio cada día: atravesar una peligrosa sabana con animales salvajes, el Atlas marroquí o la Patagonia argentina.
Teníamos cierto miedo a su reacción por el género, tan alejado de las pelis de dibujos y/o de aventuras a las que están acostumbrados. Pero aguantaron bien, sobre todo David, que tiene siete años. Natalia, de casi seis, se distrajo un poco hacia el final (la cinta dura 75 minutos), incluso más que Elisa, de tres y medio. Aunque ninguno de los tres hizo comentarios a la salida de hondo calado, ni les vaya a cambiar la vida ni su visión del mundo, aún muy reducida, creo que sí entendieron algunos mensajes: la importancia del colegio, lo diferente que es la vida en otros lugares, lo afortunados que son por llegar al cole en 10 minutos en coche. Lo que ya es mucho.
El documental, dirigido por el francés Pascal Plisson y patrocinado por la Unesco, resulta conmovedor, emocionante, divertido, tierno, curioso... Es extraordinaria la historia de Samuel, un niño indio discapacitado de 13 años, y de sus dos hermanos menores, que tendrán la edad de mis hijos. Cada día, los pequeños empujan la silla de ruedas de Samuel, hecha con una silla de plástico de las que aquí usamos en las terrazas de los bares, para recorrer los cuatro kilómetros que separan su casa de la escuela. Por caminos de tierra, por la arena, atravesando riachuelos... Un pinchazo es más que una contrariedad, pero estos niños tienen recursos para todo.
Impresiona la historia de Jackson, de 11 años, y su hermana pequeña, que tardan cada día dos horas en recorrer 15 kilómetros a través de la sabana keniana, vestidos de uniforme y acarreando sus bidones de agua, que han obtenido cavando hoyos en el suelo. Cómo en vez de estar atentos a los semáforos y a los coches, han de fijarse en los elefantes y otros animales salvajes para no cruzarse con ellos. Cómo cobran todo el sentido las palabras de bendición que les dedica su padre antes de marchar. Incita a reflexionar en qué mundo vivimos, cuando nos da miedo que nuestros hijos salgan solos a la calle pese a tener todas las comodidades y seguridades, mientras estos niños hacen solos un camino por el que únicamente nos aventuraríamos vestidos de pie a cabeza de Coronel Tapioca y montados en un todoterreno con un guía armado.
Es agotador acompañar a Zahira, de 12 años, y a sus dos amigas durante los 22 kilómetros que caminan cada semana por senderos de montaña en el Atlas marroquí hasta llegar a su internado. Cuando tienen suerte, alguna camioneta las lleva un tramo por unas carreteras no aptas para personas con vértigo. Resulta intrigante imaginar por qué la adolescente carga con una gallina viva en su bolsa.
Da hasta un poco de envidia seguir a Carlitos, de 11 años, y a su hermanita, que atraviesan a diario 18 kilómetros de llanuras inhóspitas en la Patagonia a caballo, para llegar a clase y ponerse sus batas impolutas. ¡Ir al cole a caballo! Claro que no debe ser tan divertido cuando llueve o nieva. Y sobrecoge pensar que el curso siguiente, la pequeña tendrá que hacer ese camino sola, porque Carlitos empezará la Secundaria en un internado.
Fuerza de voluntad, optimismo y cuidado mutuo entre hermanos y amigos es lo que destilan estas cuatro historias, reales, de niños que saben que pese a todas las dificultades, lo mejor que pueden hacer para mejorar sus vidas y las de sus familias es estudiar. Una película absolutamente recomendable, con la familia o con los compañeros y profesores del colegio. Aún sigue en cartel en algunos cines de España, pero también se puede comprar en DVD o bluray (un euro de cada unidad va destinado a Unicef) o se puede solicitar la organización de un pase en el centro educativo.
Y la sensación abrumadora que no te puedes quitar de encima durante toda la película... Esto era solo el camino de ida. Luego, fuera de nuestra mirada, cada uno de estos pequeños tiene todavía que volver a casa...
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