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Porque lo digo yo
Columna
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Biografías

En la cubierta de estas publicaciones debería aparecer una advertencia muy clara como: este libro está escrito por un fan baboso o por un mercenario o por un hater o por un forense, adicto a casquerías... Por saber lo que uno compra. Y lo que lee

Madonna, en un concierto en Nueva Zelanda.
Madonna, en un concierto en Nueva Zelanda.Cam McLaren (Getty Images)

Atención, fans de Madonna: ya hay un último libro (que no definitivo) sobre la ambición rubia. No lo leeré, aunque firmaba ya por devorar sus memorias. Las biografías siempre resultan algo sospechosas, si por autorizadas, por pelotas, si por no, por toca ídems. No digamos cuando el biografiado ha pasado a mejor vida y no puede defenderse más que en una sesión de espiritismo. No es el caso de Madonna.

Hace un par de años se publicó una esperadísima obra magna en torno a uno de los autores más alérgicos a la fama y, por descontado, a las biografías, J. D. Salinger, quien lamentablemente no dejó publicadas sus memorias.

Esta interesante biografía necesitó de una década de investigación y cientos de entrevistas: a las mujeres que abandonó, a los colegas a los que eclipsó, los críticos a los que ninguneó. Difícil saber cuánto había de verdad en esos testimonios y cuánto, de ajuste de cuentas post mortem. Nada más leer a todas aquellas personas que habían pasado más o menos indemnes por la vida de Salinger –perdón por el atrevimiento– me imaginé cómo quedaría mi biografía si le preguntaran, por ejemplo, a aquella profesora de cuarto que me tenía tanta manía ( sí, padre y madre, ahora que soy adulta que me tenía manía; yo tenía razón).

En la cubierta de las biografías debería aparecer una advertencia muy clara, como en los paquetes de cigarrillos: este libro está escrito por un fan baboso o por un mercenario o por un hater o por un forense, adicto a casquerías, o por un frustrado barra envidioso barra ser ávido de venganza. Por saber lo que uno compra. Y lo que lee.

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