B de Beyoncé
Se ha marcado un potente manifiesto político sobre el Black Power, pero, sin una traducción cultural, corre el peligro de convertirse en un mero vídeo sexy pseudoreivindicativo
Ando pensativa por las tortuosas callejuelas del Barrio Gótico barcelonés. Salgo de una clase sobre Antropología del cuerpo. Mi alumnado ha propuesto a Beyoncé como ejemplo de cuerpo simbólico contemporáneo; una estudiante afirma que tiene forma de diosa, fuerte y curvosa. La hegemonía mundial de las industrias culturales estadounidenses es irrefutable y Beyoncé acaba de estrenar Formation (Dirty), un vídeo explosivo. Artista y activista con bemoles, se ha marcado un potente manifiesto político sobre el Black Power, pero, sin una traducción cultural, corre el peligro de convertirse en un mero vídeo sexy pseudoreivindicativo. Me resisto. Tropiezo con un adoquín. Malditas piedras.
La nieta feminista de Tina Turner no pierde su negra esencia ni vistiendo Givenchy. Llama a filas a sus feroces hermanas panteras: cabellos afro, narices a lo Jackson Five. Vestidas de señoritas, punta en blanco, o dueñas de su deseo en ropa interior de encaje rojo, hacen suya la mansión de los esclavistas, sus negros retratos colgados donde nunca estuvieron. Respalda el nuevo movimiento por los derechos civiles, protesta contra la discriminación racial y de género, la violencia policial, la expulsión de Nueva Orleans tras el Katrina. Queen Be actúa y arrasa en la Super Bowl (eso ya es un avance social) soñando el sueño de los predicadores, Martin Luther King, Malcolm X... Mientras, yo piso ruinas bajo el pavimento, con el ritmo orgulloso y caliente pulsándome dentro.
Ante el Museo de Historia de Barcelona, estratos arqueológicos en el subsuelo, se disparan las asociaciones. Levanto la vista y —¡sorpresa!— surge una antigua compañera de colegio. Está radiante. Comparto mis negras y divinas preocupaciones y me regala el catálogo de la maravillosa exposición Diosas. Imágenes femeninas del Mediterráneo de la Prehistoria al Mundo Romano, que tuvo lugar a inicios del siglo XXI. ¿Será que las diosas se manifiestan? Contemplo las imágenes de antiquísimas figuritas, oscuras y llenas de luz, intermediarias entre los humanos y los seres invisibles, los muertos y los dioses. Descubro que Beyoncé tiene su culto: el Beyismo, predicado por la National Bey Church. Su Beyblia la anuncia como la encarnación de una fuerza divina evangelizadora, justicia, amor y subidón. ¿Me uno a la cofradía?
Vuelvo a clase. Mi pequeña congregación visiona el electrificante vídeo mientras yo explico su simbolismo. I SLAY, I SLAY, I SLAY. El conjuro está echado: Be nos posee: mis jóvenes fieras bailan en sus sillas y yo en el pasillo. ¡Gloria, gloria, aleluya! Las piedras tiemblan.
Twitter: @patriciasoley
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