ICON reúne a los cinco directores que ha tenido EL PAÍS
Juan Luis Cebrián, Joaquín Estefanía, Jesús Ceberio, Javier Moreno y Antonio Caño hablan, apasionadamente, sobre los acontecimientos que les tocó vivir durante su gestión
EL PAÍS cumple 40 años el 4 de mayo de 2016. Y en los próximos meses lo conmemorará con actividades de todo tipo que, en algún caso, van a reproducir su historia, en la que ha habido de todo, drama y fiesta. El periódico ha sido protagonista de la Transición española y de lo que vino luego; fue determinante en la lucha por la democracia y un altavoz de la cultura y de la historia española en el mundo. Fundado por José Ortega Spottorno, su desarrollo sería impensable sin la figura de Jesús de Polanco, quien hasta su muerte en 2007 participó en el nombramiento de todos los directores de la cabecera. ICON los ha reunido en la sala de rotativas junto a la redacción, en la madrileña calle de Miguel Yuste. Allí revelan los momentos más importantes que cada uno ha vivido al frente del diario.
ICON: Juan Luis Cebrián, hay varias fechas marcadas en EL PAÍS una de ellas no la puede compartir con sus sucesores: el 4 de mayo de 1976, cuando nació el periódico.
Juan Luis Cebrián: Tuvimos que retrasar la salida. Quisimos salir el 25 de abril como homenaje a la revolución portuguesa, pero no pudimos hacerlo por razones técnicas. La rotativa se rompía constantemente y el periódico estuvo en los quioscos casi después de la hora de comer. Pero en mi recuerdo y en mi corazón guardo otra fecha menos conocida, el 30 de octubre de 1978, cuando la extrema derecha envió una bomba a la redacción que hizo explosión, mató a un conserje, dejó con gravísimas heridas que casi le cuestan la muerte al jefe de servicios auxiliares y afectó también de manera bastante seria a otro empleado. Me impactó enormemente, y desde entonces, como director, como consejero delegado y como presidente del periódico, siempre ha pesado sobre mí ese 30 de octubre –mi cumpleaños– como un baldón y como un símbolo del esfuerzo que ha costado levantar esta casa, un esfuerzo colectivo que algunos pagaron con su sangre.
ICON: ¿Qué impacto le dejó como director el 23-F?
J. L. C.: Sabíamos que, si el golpe triunfaba, uno de los perjudicados evidentes sería yo como director, muchos otros redactores también, y el periódico como institución, que probablemente no podría seguir saliendo. Hubo muchas discusiones con la empresa y con otros servicios respecto a la oportunidad o no de sacar el periódico ese día. Después de escuchar a todos, dije: “Bueno, aunque sea lo último que haga como director del periódico, voy a sacar esta edición”.
ICON: Después de 13 años de dirección de Juan Luis Cebrián, le sustituye usted, Joaquín Estefanía. En 1989 se produce la caída del Muro de Berlín, su gran noticia.
Joaquín Estefanía: Llamé a Juan Luis a media tarde y le dije: “Te estás perdiendo la noticia más importante del siglo”. Y él contestó: “Habrá caído una bomba atómica”. “No, está cayendo el Muro de Berlín”, le aclaré. Fue una noticia muy emotiva que marca no sólo un hito en la vida de este periódico, sino también en la de una generación, la mía, porque nunca pensamos que íbamos a vivir aquello. Lo que luego conocimos de lo que había sucedido fue mucho peor de lo que entendíamos previamente. Pero ya estábamos preparados para que algo de eso fuese a ocurrir, los movimientos telúricos que se habían producido desde el mes de agosto eran insólitos.
Juan Luís Cebrián
Director desde el 4 de mayo de 1976 hasta el 20 de octubre de 1988.
Periodista desde los 16 años e hijo de periodista. Impulsó EL PAÍS como el diario en español más importante del mundo. Marcó la opinión nacional desde la Transición. Su decisión de sacar el periódico a la calle el 23-F fue fundamental en la resolución civil del golpe de Estado. Es presidente de EL PAÍS y el grupo PRISA, novelista, ensayista y, desde mayo de 1997, académico de la Lengua.
ICON: Juan Luis, ¿cómo siente un periodista el latido de una noticia, acostumbrado a decir “cúbrase así”, y que la esté cubriendo otro?
J. L. C.: Creo que he acompañado a todos los directores en las noticias importantes y he procurado –y me parece que lo he conseguido– no interferir en sus decisiones. Una cosa es no ser director y otra cosa es no ser periodista, y yo sigo siendo un periodista. Viví el levantamiento del Muro trabajando en el diario Pueblo y lo atravesé como periodista, y desde el principio me pareció una barbaridad. Cualquiera que lo visitara, entre otras cosas porque Berlín Oeste era el espejo del capitalismo mundial en ese momento, veía la depravación y la sensación de tristeza y decrepitud que allí había. Creo que Spielberg lo ha reproducido muy bien en su última película, El puente de los espías.
ICON: El primer número de EL PAÍS llevaba en portada la noticia de un asesinato de ETA; es la primera que usted firma, Jesús Ceberio. Y luego, como director, el terrorismo fue un asunto muy principal.
Jesús Ceberio: Durante mi etapa, el terrorismo tuvo un peso extraordinario. Hubo atentados terribles, como el 11-S y el 11-M, pero también dos treguas de ETA, con Aznar y Zapatero, que crearon la ilusión de un final definitivo. El 11-S era martes y, como todos los martes, estaba reunido con el equipo directivo en un almuerzo en el que planificábamos la semana. Nos llamó la mujer de un subdirector para decirnos que pusiéramos la tele. Unos minutos después me llamó Antonio Caño, entonces redactor jefe de Internacional. El primer avión ya se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. Poco después vimos cómo lo hacía el segundo. Abreviamos el almuerzo y preparamos una edición especial, como hicimos el 11-M.
ICON: En el 11-M le llama el presidente del Gobierno para darle una noticia: el atentado lo hizo ETA.
J. C.: Era una noticia falsa. Ese día definitivamente me convencí de que tampoco puedes fiarte de un presidente de Gobierno cuando transmite una noticia que a él le interesa conducir en una dirección determinada. Recuerdo que quien me dijo ese día que me estaba equivocando fue Juan Luis Cebrián. Acertó.
J. L. C.: Yo no acerté: tenía información de los jueces que habían hecho el levantamiento de los cadáveres. Entre otros, el juez Garzón. Jueces que habían realizado muchas instrucciones respecto al terrorismo yihadista. Ceberio y yo habíamos hablado, me enseñó el titular que no iba con la autoría de ETA; me llevaron una copia del periódico a un almuerzo y vi que venía con ETA. Le llamé enseguida, y Ceberio me contó que le había telefoneado el presidente. Y le dije: “Bueno, pues creo que te ha engañado”.
J. C.: La conversación duró un minuto o minuto y algo y en ella el presidente del Gobierno aseguró de manera rotunda que había sido ETA. Uno tiende a creer que cuando un presidente del Gobierno lo asegura de forma tan rotunda, tratándose del mayor atentado de la historia ocurrido en España, no maneja una suposición o una hipótesis, sino que tiene alguna prueba. Era simplemente el deseo de llegar hasta el 14-M, el día de las elecciones, con la duda de quién podría estar detrás del atentado, porque eso le beneficiaba.
Joaquín Estefanía
Director desde el 20 de octubre de 1988 hasta el 18 de noviembre 1993.
Vino del diario Informaciones, de la revista Cuadernos para el Diálogo y de Cinco Días. Antes de ser nombrado segundo director de EL PAÍS, estaba al frente del suplemento Domingo. Entre las noticias más importantes que cubrió en su tiempo estuvo la caída del muro de Berlín, a partir de la cual se produjo una transformación europea de la que EL PAÍS informó ampliamente. Estefanía es ensayista y fue director de la Escuela de Periodismo UAM/EL PAÍS.
J. L. C.: También mintió, ya en sede parlamentaria, sobre el uso de armas de destrucción masiva en Irak, y todavía es el único que no ha pedido perdón por la mentira.
ICON: Javier Moreno, durante su periodo EL PAÍS protagoniza dos descubrimientos importantes: Wikileaks y los papeles de Bárcenas. ¿Cómo recibe el periódico esos impactos y cómo los administra?
Javier Moreno: Junto a otros cuatro grandes periódicos internacionales, tuvimos acceso a una cantidad inmensa de información que ponía en evidencia el doble discurso de varios gobiernos y que aclaraba o descubría aspectos de geoestrategia mundial muy interesantes. Éramos 30 o 40 personas, técnicos y periodistas, escondidas en una habitación de la primera planta del periódico a la que llamábamos la wikicueva, desconectada completamente y trabajando en secreto. Lo publicamos el domingo 28 de noviembre de 2010. Fue la primera gran operación digital. Acordamos con los demás periódicos que íbamos a publicar todo con anterioridad en la web. Recuerdo el momento del contacto con los directores de The Guardian, The New York Times, Le Monde y Der Spiegel, cuando dijimos: “¡Ahora, adelante!”, supongo que el equivalente al “adelante con las rotativas” o “paren las rotativas”.
ICON: Los papeles de Bárcenas, ¿cómo llegaron?, ¿ya puede desvelar sus fuentes?
J. M.: Los periodistas nunca vamos a contar las fuentes. Con Wikileaks fueron 15 días de revelaciones. El peso que sentimos fue parecido. Éramos plenamente conscientes del impacto que tendrían las noticias antes de lanzarlas. La sacudida política e institucional que se iba a producir le impone a uno respeto. Al día siguiente de Wikileaks, Hillary Clinton, como secretaria de Estado, condenó la publicación. Aplique lo mismo con Bárcenas pero a nivel español.
ICON: Antonio Caño es el que menos tiempo lleva al frente de EL PAÍS. ¿Cuáles son sus fechas?
Antonio Caño: Hay una muy simbólica, un hito en la historia de EL PAÍS: el 30 de noviembre de 2015, con el debate electoral organizado por el periódico, emitido en nuestra página web y que vieron miles de personas en teléfonos móviles y tabletas. Una gran innovación en el mundo del periodismo español. Y un símbolo de la transformación que se está produciendo en el periódico y en nuestro propio país. Llevo menos de dos años en la dirección, pero hemos conocido la abdicación de un rey, la transformación del sistema político, el nacimiento de fenómenos como Podemos o Ciudadanos. Ninguno existía hace apenas dos años, es increíble. Es un cambio que se está produciendo en este país y en el mundo. Hoy el gran reto de un periodista o de un periódico es cómo responder a eso.
Jesús Ceberio
Director desde el 18 de noviembre de 1993 hasta el 4 de mayo de 2006.
Procedente de El Correo y TVE, entró en la redacción como delegado en Euskadi. Su primera información apareció en primera página y trató de terrorismo. Ocupó todos los cargos, desde jefe de sección hasta subdirector. Una vez al frente del diario, le correspondió cubrir dos de los grandes atentados del siglo XXI, el 11-M y el 11-S. Fue jefe de Documentación y corresponsal en México antes de regresar a la redacción.
ICON: Juan Luis, cuando se colgó en el Congreso el cuadro El abrazo, tan definitorio de la Transición, Juan Genovés comentó que en aquel entonces había alegría y entusiasmo. ¿Encuentra que la sociedad se ha entristecido?
J. L. C.: No. Yo creo en la historia, y la historia es una acumulación de progreso. Lo que sí hay es un momento de perplejidad fruto de muchas cosas: la crisis financiera, la falta de liderazgo político, la falta también de pensamiento político y de reflexión, de un exceso absurdo e incontrolable del poder de los mercados. De una falta de política efectiva. Esto es lo que ha llevado al oscurecimiento o a la depresión de la gente, pero en este país se vive muchísimo mejor que hace 40 años.
A. C.: El entusiasmo colectivo, el que identificaba la Transición como una labor con una meta clara que correspondía hacer a toda la sociedad, se ha perdido. Hoy hay mucha confusión, mucha diversidad de propósitos. Las sociedades son más complejas, plurales, diversas, y desde ese punto de vista, más difíciles de gestionar, interpretar y entender.
J. C.: A veces tendemos a pensar que la Transición fue algo inevitable en lo que todos coincidían. Pero los primeros años fueron extremadamente difíciles y nada estaba predeterminado. El entusiasmo del que a menudo hablamos es fruto también de nuestra propia memoria. Fue una etapa compleja que tuvo que hacer frente a múltiples riesgos y amenazas.
J. E.: Entusiasmo es un concepto positivo. En ese sentido, una sociedad entusiasmada no somos. Pero sí somos una muy movilizada, irritada e indignada que, en un breve periodo, ha visto aparecer nuevas formaciones políticas y morir algunos agentes sociales. Ha habido más manifestaciones que en ningún otro momento. Como dijo el clásico, es una sociedad donde lo nuevo no acaba de nacer y lo antiguo no acaba de morir.
J. M.: Hay grandes sectores de la población indignados, pero eso no quita entusiasmo, el 15-M fue una explosión de deseos de cambio. El resultado de todo eso lo hemos visto en las elecciones, todo está en ebullición. Otra cosa es que alguien pensara que qué bien se hicieron las cosas en la Transición, pero cuando uno repasa… Yo he hecho ese ejercicio, me he sentado a mirar el periódico, el primero, el segundo, el tercer año… La realidad era atroz: asesinatos de estudiantes, Yolanda González, los crímenes de Atocha…
A. C.: No digo que no hubiera dificultades y miedo, pero tengo la impresión de que las fuerzas constructivas y la energía positiva eran entonces mayores que las fuerzas destructivas y la energía negativa. Me parece que ahora hay un pesimismo manifiesto en la sociedad, incluso entre la gente joven.
J. C.: Creo que forma parte de cierto pesimismo global porque el cambio al que estamos asistiendo, protagonizando y produciendo todavía no lo hemos identificado.
Javier Moreno
Director desde el 4 de mayo de 2006 hasta el 4 de mayo de 2014.
Químico de formación, hizo el Master de EL PAÍS, fue corresponsal del periódico en Alemania, dirigió la edición mexicana del diario, trabajó en la sección de Economía, estuvo al frente de Cinco Días y fue director adjunto y subdirector de EL PAÍS. Impulsó dos coberturas que marcaron su tiempo: Wikileaks y los papeles de Bárcenas. Actualmente coordina la Alianza de Periódicos Líderes en Europa.
A. C.: No se identifica con claridad. Mientras que en aquellos años se identificaba la meta con mucha claridad. Todos esos asesinatos se soportaron porque lo compensaba el objetivo al que tarde o temprano se iba a llegar.
J. E.: Yo soy un producto típico de Mayo del 68; era también un movimiento de entusiasmo, y se acabó cuando se agotó la calle. Los nuevos movimientos, los nuevos partidos, los nuevos protagonistas no se agotan en la calle.
ICON: ¿Cómo recuerdan ustedes cuatro, los que vinieron después de Cebrián, el día en que llegaron a dirigirlo?
A. C.: Yo me sentí aturdido. No me sentí como mirando ante el horizonte de la historia cuál iba a ser mi contribución a EL PAÍS, sino cómo iba a salir de este lío en el que me acababa de meter. Ya más en serio, por supuesto que para un periodista español ser director de EL PAÍS es alcanzar la cumbre del periodismo, de nuestro oficio. Es una gran distinción y un gran honor que cada uno ha vivido en su contexto. En el mío, sin duda, el gran reto es cómo convertir lo que EL PAÍS ha sido hasta ahora en lo que EL PAÍS tiene que ser a partir de ahora. No sé con exactitud lo que tiene que ser a partir de ahora, pero lo que sí sé es que va a ser muy diferente.
ICON: Estefanía, ¡usted tuvo que comprarse traje para tomar posesión! ¿Qué recuerdos tiene de esos momentos?
J. E.: Pedí dinero prestado a un hermano mío y fui a comprar unas chaquetas y un traje. Comprando, me encontré a Vicente Verdú, y me dijo: “Ya no hace falta que me digas quién va a ser el próximo director de EL PAÍS”. Yo lo que recuerdo es que muy poco tiempo después de haber sido director sucedió un atentado; estábamos juntos [los periodistas de EL PAÍS] Sol Gallego, Xavier Vidal-Folch y yo, y nos fuimos a trabajar. A las tres de la madrugada, bajábamos caminando los tres por la calle de Alcalá mientras la regaban e íbamos pensando: “Verdaderamente, qué suerte hemos tenido de poder vivir esta etapa y de poder vivirla además haciendo un periódico como EL PAÍS”.
J. C.: Yo me sentí abrumado, entre otras cosas porque no estaba destinado a ser director. Había negociado con Juan Luis mi continuidad durante nueve meses como director adjunto, que era mi cargo, y el compromiso de que luego EL PAÍS me enviara como corresponsal a Washington. Un martes, fui al despacho de Jesús de Polanco, y allí estaban también Juan Luis Cebrián, Joaquín Estefanía y Javier Díez de Polanco, que era director general de EL PAÍS. Jesús me comunicó con tres testigos delante que había decidido nombrarme director de EL PAÍS, y añadió: “Y tú no puedes decir que no”. Y lo primero que hice fue echarme para atrás en el asiento y ¡encender un cigarrillo!
Antonio Caño
Director desde el 4 de mayo de 2014.
Tras trabajar en la agencia Efe, fue redactor jefe de Internacional, subdirector, responsable de la edición dominical y también del equipo de investigación de EL PAÍS. Además, fue corresponsal en México y en Washington antes de ser nombrado director. Antonio Caño explica su tarea, que coincide con el 40º aniversario del periódico, como la de la transformación de EL PAÍS para convertirlo en un medio digital de potencia global.
J. M.: Cuando Jesús de Polanco declara oficialmente abierto el proceso para elegir al sucesor de Ceberio, preguntó a todo el mundo que dijera qué periódico imaginaba para el futuro. Y José María Izquierdo, que ya no estaba en el periódico, dijo: “Sólo hay un director en esta mesa, Jesús Ceberio, quien salga de director se tendrá que hacer”. Cuando llegó el día en que nos citó a tres o cuatro en la Fundación Santillana, había indicios de que yo podía ser el director, pero ninguna certeza, con Jesús no había tenido una conversación abierta, nada. Entré al despacho y estaban Jesús de Polanco, Juan Luis Cebrián, Ceberio y los directores adjuntos, Xavier Vidal-Folch, Lluis Bassets y Vicente Jiménez. Polanco, sin más preámbulos, me miró y me dijo: “Te ha tocado la china”. Y eso fue lo máximo que dijo.
ICON: Antonio, ¿le ha tocado la china?
A. C.: No, no, yo no vivo esto como una penitencia, sino todo lo contrario, lo vivo con una gran felicidad. Un trabajo en el que cada día tienes que inventar un producto y contarle a tus compatriotas lo que está pasando, y ahora más, porque EL PAÍS se lee casi más fuera de España que en España. Es fascinante contarles lo que está pasando desde nuestra óptica. Creo que cualquiera de los que están aquí sentados me sustituiría ahora y volvería a hacer la primera página de mañana. Estoy seguro, aunque no lo admitan en público.
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