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CONVERSACIÓN GLOBAL
Columna
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El Parlamento como trampolín a la empresa

La marcha de dos diputados al sector privado reaviva el debate de la política como vocación

Isabel Ferrer

La abrupta marcha de dos diputados holandeses a la empresa privada ha avivado el dilema de si la política es un servicio (cobran 7.300 euros al mes) o bien un empleo que puede cambiarse por otro más lucrativo. En las últimas semanas, un liberal de derecha, Bart de Liefde, ha renunciado a su escaño para aceptar un puesto de lobista en la compañía de taxis Uber. Su partida ha sido muy criticada, porque ya durante su tiempo en la Cámara hablaba en favor de la firma. El caso de Wassila Hachchi, liberal de izquierda, es aún más sonado. De repente, desapareció del país diciendo que iba a colaborar en la campaña electoral de Hilary Clinton, candidata a la presidencia de Estados Unidos. Luego se supo que no tenía siquiera garantizada la plaza.

El fenómeno de las puertas giratorias orientadas hacia consejos de administración afecta (beneficia, en realidad) también a los políticos en Holanda. Lo mismo que los fraudes contables y las salidas humillantes del hemiciclo, aunque estas últimas son poco frecuentes. Según el rotativo económico Financieele Dagblad, un promedio de 35 parlamentarios suele abandonar el sillón antes de concluir su mandato. Teniendo en cuenta que falta todavía un año para las elecciones, y 35 de los que tomaron posesión en 2012 se han marchado, este puede ser un ciclo movido.

Es verdad que, desde 2012, ningún Gobierno holandés ha durado más de cuatro años. Pero la imagen de los dos diputados aprovechando supuestamente su privilegiada agenda de contactos ha removido a sus señorías. En especial a la nueva presidenta del Congreso, la socialdemócrata Khadija Arib. Nacida en Marruecos en 1960, llegó a Holanda con 15 años y antes de entrar en política fue funcionaria y asistente social. Su ascenso ha sido lento y trabajoso, y suele ser blanco de la extrema derecha por su doble nacionalidad. Por eso, ahora que ha llegado a una de las cimas de su carrera no ha tenido empacho en calificar el gesto de sus colegas de “flaco servicio a la democracia”. “Esto es una vocación y no se deja cuando ya no te apetece”, ha dicho.

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