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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El partido de Colau

Su plan, a la izquierda del PSC, tiene precedentes. Y erosiona a Iglesias

La líder de Barcelona en Comú y alcadesa de Barcelona, Ada Colau, durante la rueda de prensa ofrecida el 25 de enero de 2016.
La líder de Barcelona en Comú y alcadesa de Barcelona, Ada Colau, durante la rueda de prensa ofrecida el 25 de enero de 2016.Andreu Dalmau (EFE)

La democracia española acogió con interés de fondo y serias discrepancias de forma la explosión de indignación que cristalizó el 15-M de 2011 y los movimientos sociales afines. Los consejos más solventes destinados entonces a los rebeldes se sintetizaron en la llamada a llevar las reivindicaciones de la calle a las instituciones democráticas.

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Algunos lo hicieron creando un partido según un modelo aproximadamente leninista que difuminaba el carácter asambleario de su origen: Podemos. Otros, como las plataformas encabezadas por la hoy alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, presentándose a las elecciones. No a las catalanas del 27 de septiembre (donde Podemos e Iniciativa fracasaron), sino después y con ellos, en las generales del 20-D, para obtener el éxito del primer puesto de las formaciones catalanas. Y con ese capital Colau se dispone a formar un partido de nueva planta.

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La velocidad imprime carácter a todos los movimientos políticos en esta fase de reconstitución democrática. Pero la secuencia del planteamiento de Colau (primero la política; después, las instituciones; finalmente, la organización partidista) se asemeja más tranquila y reposada y por tanto de maduración más equilibrada que las de otros protagonistas próximos.

La idea genérica del proyecto consiste en agrupar no tanto siglas cuanto estrategias y sensibilidades de las izquierdas a la izquierda (al menos, teórica) del socialismo del PSC. Se trata de un clásico —eso sí, actualizado— en la historia del subsistema catalán de partidos, que toma pie de la formación (por fusión de distintos componentes socialistas y comunistas) del comunista PSUC en 1936 y de su sucesora Iniciativa per Catalunya-Verds en 2003, con absorción de grupos ecologistas.

Además de la historia, el partido en ciernes podrá sacar provecho de la personalidad de su promotora. Y de una gestión municipal que aún no se ha consolidado ni evitado errores, torpezas u olvidos, pero que ha desmentido los pronósticos más catastrofistas. Y que ha puesto correctamente la defensa de los marginados por la crisis al frente de sus prioridades.

Habrá que dar tiempo al tiempo y comprobar si el nuevo actor nacerá con la apertura a los demás sectores progresistas que su minoría al frente de la capital catalana (necesita con urgencia socios permanentes) debería aconsejarle. O si optará por el más socorrido encastillamiento en sus verdades, al considerarlas absolutas.

El partido en proyecto se propone circunscribirse al ámbito geográfico catalán, lo que da cuenta del caldo de cultivo de nuevas iniciativas, y no solo de divisiones y defunciones políticas en esta comunidad. Aunque su principal propuesta para la cuestión catalana —recuperar la idea de un referéndum— se presenta, si bien atractiva para muchos votantes, como esquemática, poco elaborada y seguramente desgastada por los sucesivos intentos plebiscitarios ya registrados.

Como la socia más fuerte, Colau pretende englobar al (más débil en Cataluña) mundo de Podem/Podemos en su proyecto. Esa voluntad es coherente con la trayectoria conjunta recorrida, pero evidencia la fragmentación territorial y otras vulnerabilidades conexas del partido encabezado por Pablo Iglesias.

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