P y P
Quienes estaban seguros de la debilidad de Pedro Sánchez, ahora se asombran de que sepa trastear en la tormenta
A Pedro Sánchez se le puso cara de presidente la semana pasada. Fue más o menos a la altura del miércoles. Salió un día de casa y al venírsele encima las cámaras de los telediarios, de pronto, se le puso cara de presidente. Estas cosas suceden así. Vienes de aprobar raspado en septiembre y te echas a nadar en la piscina electoral, dando apretones de mano en los mercados y dejándote cegar por los flashes de quien quiera hacerse una autofoto contigo y un día, sin que nadie lo imagine, se te ha puesto cara de presidente. Y esa cara de Pedro Sánchez ha disparado las alarmas entre quienes, seguros de que su debilidad les serviría de cortinilla de paso cuando por aclamación popular les pidieran hacerse cargo del naufragio, ahora se asombran de que sepa trastear en la tormenta. Cuando miran por la tele la cara de presidente que se le ha puesto a Pedro Sánchez, seguramente se preguntan: ¿y ahora quién me va a venir a mí a buscar para que salve España?
El ego de Pablo Iglesias está bajo de autoestima, porque para él ser vicepresidente es como para Casillas ser portero de un edificio de oficinas. Sin embargo, no queda otra. Porque a Pedro Sánchez se le ha puesto cara de presidente y los chicos de Podemos puede que no sepan de formas ni de respeto institucional, pero saben de televisión, y cuando ven una cara por la tele, aciertan a distinguir a quién pertenece. Repetir elecciones sentaría un precedente peligroso. En Cataluña también se dieron cuenta. Porque si se repiten ahora, por qué no repetir las siguientes y también las próximas. Y además entra la aflicción, ya comentada la semana pasada, de los nuevos diputados ante la posibilidad de perder el asiento tan rápido.
Los que ven una catástrofe o una humillación en esta alianza, no es tanto que vean una catástrofe o una humillación para el país o su partido, sino para ellos mismos. Nunca le vieron cara de presidente a Pedro Sánchez. Pero se le ha puesto, porque permitir un Gobierno del PP sería la destrucción del disco duro de la alternancia democrática. A un mal Gobierno conocido siempre le debe suceder otro mal Gobierno por conocer. Los socialistas no pueden permitir que Podemos siga siendo la única oposición real a un PP al que todas las contabilidades le salen en negro, hasta la contabilidad de escaños.
Nadie sabe si Pedro y Pablo formarán un Gobierno de P y P, pero de arranque a Pedro Sánchez se le ha puesto cara de presidente.
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