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Columna
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Vivir no es preciso

Rajoy no está muerto: sólo se está empezando a echar de menos

Manuel Jabois

Una de las últimas imágenes de Mariano Rajoy lo muestra sentado en su escaño con la mirada embobada. Yo también creí al principio que era efecto de la aparición de un diputado con rastas, y entiendo que el periodismo se haya echado encima de algo tan simbólico: la vieja política reaccionando con estupor ante la nueva, y la nueva presentando como renovación un peinado que se pierde en el origen de los tiempos.

Pero del mismo modo que a Teresa de Calcuta le han tenido que buscar milagros para colocarla de santa (las oposiciones no cambian en el cielo: primero el puesto y después los requisitos), a Rajoy se le buscó una foto que materializó una atmósfera. Al fin y al cabo los periodistas nos habíamos dirigido aquel día al Congreso con esa mirada enloquecida de Rajoy en la cabeza: era necesario que se produjera.

Al día siguiente, visto el éxito, no sólo Rajoy se había asustado con unas rastas; cualquier cargo del PP captado por las cámaras ya estaba, a ojos del espectador, a punto de santiguarse. Tal fue la sugestión que cuando Celia Villalobos dijo que a sus sobrinos les pedía que se lavasen las rastas para que no le pasasen piojos, todo el mundo entendió que se refería a Podemos como su familia, y nadie reparó en el verdadero ridículo de Villalobos: los piojos prefieren las cabezas limpias.

Las rastas libraron al presidente de una desgracia mayor: esa mirada lleva ahí desde el 20 de diciembre. Es una mirada petrificada que, si uno la observa, tiene más de saudade que de asombro. No hay rastro de Rajoy desde las elecciones, ni más movimientos que unas pocas rutinas despachadas con anemia. O el genio de la resistencia aspira a convertirse en estatua y consigue gobernar sin que nadie repare en él, o su lenta desfiguración dejará en el escaño un charquito de cera que rodeen las visitas buscando en el suelo caras como las de Bélmez, pero en tesoreros.

Rajoy no está muerto: sólo se está empezando a echar de menos. La máxima en el Congreso es aquella frase recuperada por Pessoa (“Navegar é preciso, viver não é preciso”), inspiración de la expresión latina con la que un marinero se echa al mar pese a las adversidades. Como vivir es lo de menos, el pacto que el PP necesita para mantener el poder no es con nadie que esté fuera de Génova, sino contra Rajoy, ese hombre al que le asustan menos unas rastas que las túnicas de los suyos.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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