![John Mamani Flores, 25 años, de piernas cortas y espalda ancha, nació el 8 de marzo de 1990 y pudo morir a fines de 2014. Hasta hace algunos meses, era un enfermo cualquiera perdido en los laberintos del sistema sanitario boliviano. Pasó varias semanas con uno de sus pulmones casi inutilizado, como un globo con agujero. Necesitó oxígeno extra en los momentos más delicados y conoció las habitaciones de cuatro hospitales. Y a sus habitantes. Todo comenzó con lo que parecía un resfriado mal curado y podía haber acabado en las entrañas de un quirófano desapacible repleto de instrumental quirúrgico. “¿Saldré bien de todo esto?”, se preguntaba él por aquel entonces. Mamani, que veía cómo los días se esfumaban entre pasillos y ventanales, entre batas blancas y rollos de papel higiénico, registró su peregrinación de un hospital a otro con un teléfono Iphone. Retrató platos de sopa, barbijos, baños, paredes, vacíos. Iluminó un escenario que a menudo se nos escapa: el de un condenado a permanecer en la cama. El 9 de mayo de 2014, John publicó una cajetilla de Marlboro en su Facebook con un cigarrillo que sobresalía del resto. Cuatro meses después, uno de sus pulmones colapsaba y la imagen del día era la de su mano atravesada por un tubo que le inolucaba suero. Hoy, su diario fotográfico es el testimonio de un sobreviviente, un rastro difuso que nos cuenta hacia dónde miramos (y en qué pensamos) cuando nos falta el aire.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IE3NQFSPK5NMTB6P67Z6QHDQ4U.jpg?auth=da5cc0fafe203b3fb814358f6714f6eae9d54953d5c7bb7c7fa16d1dc07093a5&width=414)
¿Qué mira un enfermo desde la cama?
John Mamani Flores pasó un mes y medio entre hospitales por culpa de su pulmón izquierdo y fotografió toda su travesía por el desierto con su teléfono. He aquí el diario de un paciente aburrido. Por ALEX AYALA
![17 de septiembre de 2014.<p> Post en Facebook: 5 day –en Clínica Gessba (Potosí).</p><p>Mamani se internó en la clínica Gessba después de varias semanas con molestias en los pulmones y de una noche terrible en la que sintió ardores y punzadas por todo el pecho. En su habitación había un cuadro con una iglesia y un cilindro con oxígeno. En la fotografía, saluda a una prima que le pidió señales de vida. “Aquel día yo estaba hinchado, quizás por culpa del succionador —precisa—. Una noche algo pasó con el aparato y sentí cómo se llenaban de aire la cara y el cuello”. “Para utilizar la mascarilla de oxígeno tenía que sujetarla con una de mis manos. Era un poco incómodo, la verdad, pero no conseguía ajustármela bien de otra manera”. </p><p>En la clínica Gessba —perteneciente al circuito de la sanidad privada—, John gozaba de algunas comodidades: tenía un cuarto para él solo, televisión y baño privado. “Los primeros días estaba bastante animado —dice Mamani—.Pero uno de mis pulmones se llenaba de líquido y los doctores que me veían comenzaron a preocuparse”. En Potosí, una ciudad que siempre ha sido minera, las afecciones relacionadas con los pulmones son habituales. Lo extraño del caso de John es que, a pesar de que no se dedicaba a la actividad extractiva, su pulmón se veía como el de un minero enfermo.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VWOXASXUSZNILHI6I4473ZFUZU.jpg?auth=7dcff0a76c115441234c0e37c1ef37a62b058249a669768bd387c723364661f7&width=414)
Post en Facebook: 5 day –en Clínica Gessba (Potosí).
Mamani se internó en la clínica Gessba después de varias semanas con molestias en los pulmones y de una noche terrible en la que sintió ardores y punzadas por todo el pecho. En su habitación había un cuadro con una iglesia y un cilindro con oxígeno. En la fotografía, saluda a una prima que le pidió señales de vida. “Aquel día yo estaba hinchado, quizás por culpa del succionador —precisa—. Una noche algo pasó con el aparato y sentí cómo se llenaban de aire la cara y el cuello”. “Para utilizar la mascarilla de oxígeno tenía que sujetarla con una de mis manos. Era un poco incómodo, la verdad, pero no conseguía ajustármela bien de otra manera”.
En la clínica Gessba —perteneciente al circuito de la sanidad privada—, John gozaba de algunas comodidades: tenía un cuarto para él solo, televisión y baño privado. “Los primeros días estaba bastante animado —dice Mamani—.Pero uno de mis pulmones se llenaba de líquido y los doctores que me veían comenzaron a preocuparse”. En Potosí, una ciudad que siempre ha sido minera, las afecciones relacionadas con los pulmones son habituales. Lo extraño del caso de John es que, a pesar de que no se dedicaba a la actividad extractiva, su pulmón se veía como el de un minero enfermo.
John Mamani Flores![<p>Septiembre de 2014</p><p>Una radiografía es un mapa complejo que nos da pistas para entender la geopolítica del cuerpo, un pedazo de plástico con formas blancas, como volutas de humo, que esconde mensajes cifrados: a veces nos indica el camino hacia la salvación o hacia el purgatorio; y cuando el estado del paciente es grave, suele convertirse en una sentencia de muerte.</p><p>Una de las primeras que le hicieron a John Mamani anunciaba marejada. En la fotografía que él sacó mientras se la explicaban, hay varias manos que fijan la placa en una ventana cerrada para distinguir —y traducir— los claroscuros. “El de los lentes, el de la izquierda —explica Mamani—, era el neumólogo. Y el de la derecha, el cirujano”.</p><p>Ambos le hicieron notar que uno de sus pulmones no inflaba correctamente: de ahí, sus síntomas de asfixia. En la radiografía el pulmón afectado es una mancha blanca: una especie de caverna invadida por una neblina. “Yo era consciente de que algo pasaba porque mi cuerpo no reaccionaba —dice Mamani—. Y comencé a desconfiar de todo”. Y también, a cansarse del mismo decorado día tras día.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/4JIHXC63Y5JLTPAEQYQHMK7FSQ.jpg?auth=d2947ae4a9d4d17b3ec99f97ecc6c4e1c39bd2724be9b6628c235f6d2344a13c&width=414)
Septiembre de 2014
Una radiografía es un mapa complejo que nos da pistas para entender la geopolítica del cuerpo, un pedazo de plástico con formas blancas, como volutas de humo, que esconde mensajes cifrados: a veces nos indica el camino hacia la salvación o hacia el purgatorio; y cuando el estado del paciente es grave, suele convertirse en una sentencia de muerte.
Una de las primeras que le hicieron a John Mamani anunciaba marejada. En la fotografía que él sacó mientras se la explicaban, hay varias manos que fijan la placa en una ventana cerrada para distinguir —y traducir— los claroscuros. “El de los lentes, el de la izquierda —explica Mamani—, era el neumólogo. Y el de la derecha, el cirujano”.
Ambos le hicieron notar que uno de sus pulmones no inflaba correctamente: de ahí, sus síntomas de asfixia. En la radiografía el pulmón afectado es una mancha blanca: una especie de caverna invadida por una neblina. “Yo era consciente de que algo pasaba porque mi cuerpo no reaccionaba —dice Mamani—. Y comencé a desconfiar de todo”. Y también, a cansarse del mismo decorado día tras día.
John Mamani Flores![<p>23 de septiembre de 2014</p><p>Mamani no sabía nunca a qué hora le caerían. De repente, la puerta de su habitación se abría y los miembros del equipo que lo evaluaba entraban a su habitación uno por uno y lo rodeaban, como si se tratara de un pelotón antes de disparar el tiro de gracia. Durante su 'via crucis', John recibió varios diagnósticos: tras la primera revisión, le dijeron que posiblemente tenía una neumonía fuerte; y luego, que había un derrame de pleura. “Me hicieron una pequeña cirugía para extraer el líquido del pulmón izquierdo, pero no me estabilizaba. No sabía bien a quién creer. A veces parecía ir todo bien y un día después las cosas se complicaban. Yo notaba a mi familia muy intranquila porque no mejoraba”. Por aquel entonces, los que estaban más cerca de Mamani eran su abuelo, un hermano mayor que él y su abuela. Su madre vive en otra ciudad boliviana y su padre, en España.</p><p>En la fotografía que John tomó durante una de las visitas del gabinete médico, vemos a cuatro hombres, dos mujeres y una silueta oscura al fondo con una gorra. Una de las dos mujeres apunta algo en lo que parece una agenda. Y nadie mira a John a la cara. “A veces, hacía preguntas —recuerda él—. Tenía miedo de que se equivocaran”.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/7QBP64C2MJJ6XIB6B2X36DANUQ.jpg?auth=d18d580146320f9446f04239f24e1cedcba388b3961338d3367878cee24b6a7a&width=414)
23 de septiembre de 2014
Mamani no sabía nunca a qué hora le caerían. De repente, la puerta de su habitación se abría y los miembros del equipo que lo evaluaba entraban a su habitación uno por uno y lo rodeaban, como si se tratara de un pelotón antes de disparar el tiro de gracia. Durante su 'via crucis', John recibió varios diagnósticos: tras la primera revisión, le dijeron que posiblemente tenía una neumonía fuerte; y luego, que había un derrame de pleura. “Me hicieron una pequeña cirugía para extraer el líquido del pulmón izquierdo, pero no me estabilizaba. No sabía bien a quién creer. A veces parecía ir todo bien y un día después las cosas se complicaban. Yo notaba a mi familia muy intranquila porque no mejoraba”. Por aquel entonces, los que estaban más cerca de Mamani eran su abuelo, un hermano mayor que él y su abuela. Su madre vive en otra ciudad boliviana y su padre, en España.
En la fotografía que John tomó durante una de las visitas del gabinete médico, vemos a cuatro hombres, dos mujeres y una silueta oscura al fondo con una gorra. Una de las dos mujeres apunta algo en lo que parece una agenda. Y nadie mira a John a la cara. “A veces, hacía preguntas —recuerda él—. Tenía miedo de que se equivocaran”.
John Mamani Flores![<p>Septiembre de 2014.</p><p>Un televisor prendido en un cuarto de hospital es ruido: la telenovela, la película mala de sobremesa para acompañar la siesta, los bustos parlantes del noticiero. “A menudo, yo tenía el mío encencido, pero no solía prestarle ninguna atención”, recuerda John.</p><p> Simplemente descansaba o estaba inmerso en sus pensamientos. Una de sus fotografías interpretó estos renglones vacíos a la perfección. En ella, todo está en penumbras. Todo menos una tele cuadrada que brilla (menos ese cuadrado blanco que no transmite nada).</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/SI5YYCHWVFI5NJKSUASAZIGZSA.jpg?auth=8478e3499eacb1445f3253141534f3b6f906cb0cadab00e1872df8b490d56688&width=414)
Septiembre de 2014.
Un televisor prendido en un cuarto de hospital es ruido: la telenovela, la película mala de sobremesa para acompañar la siesta, los bustos parlantes del noticiero. “A menudo, yo tenía el mío encencido, pero no solía prestarle ninguna atención”, recuerda John.
Simplemente descansaba o estaba inmerso en sus pensamientos. Una de sus fotografías interpretó estos renglones vacíos a la perfección. En ella, todo está en penumbras. Todo menos una tele cuadrada que brilla (menos ese cuadrado blanco que no transmite nada).
John Mamani Flores![<p>28 de septiembre de 2014.</p><p>“Una de las cosas más desagradables era el suero. No te dejaba hacer nada”, dice John.</p><p>Cuando se recostaba, su postura era casi siempre la misma: el brazo estirado, las palmas arriba, una rodilla doblada, una zapatilla deportiva sobre la cama. En una de sus entradas en Facebook, John se queja: “fak” (joder), escribe. En una de los retratos que subió a las redes sociales, su mano está inflamada (#blackandwhite dice su hashtag).</p><p>“A veces —cuenta—, hasta era molesto sostener el celular. Y peor aún, tratar de hacer fotografías”. </p><p>En otra de sus imágenes, esta vez deformada —la tomó con un ojo de pez que se adaptaba a su Iphone—, hay una enfermera con un brazo imposible que se acerca con una jeringuilla para extraer sangre. “De vez en cuando, tenía que salir del hospital para que me hicieran mis exámenes de laboratorio en otro centro. Eso es bastante común en Bolivia (que te hagan ir de un lado a otro porque el lugar en el que estás no cuenta con todo lo que necesita el paciente). Y me parece una tortura. Utilicé el ojo de pez porque hacía ver a la mujer más amenazante. Porque reflejaba la angustia de esos momentos”.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TB5RZIB5LBNJZEN3X2X5XV4P4I.jpg?auth=1c142e4d85bed4e492c47d9c4abbb7fa420b65de9ec44b1e30b6d3a56d5a98c4&width=414)
28 de septiembre de 2014.
“Una de las cosas más desagradables era el suero. No te dejaba hacer nada”, dice John.
Cuando se recostaba, su postura era casi siempre la misma: el brazo estirado, las palmas arriba, una rodilla doblada, una zapatilla deportiva sobre la cama. En una de sus entradas en Facebook, John se queja: “fak” (joder), escribe. En una de los retratos que subió a las redes sociales, su mano está inflamada (#blackandwhite dice su hashtag).
“A veces —cuenta—, hasta era molesto sostener el celular. Y peor aún, tratar de hacer fotografías”.
En otra de sus imágenes, esta vez deformada —la tomó con un ojo de pez que se adaptaba a su Iphone—, hay una enfermera con un brazo imposible que se acerca con una jeringuilla para extraer sangre. “De vez en cuando, tenía que salir del hospital para que me hicieran mis exámenes de laboratorio en otro centro. Eso es bastante común en Bolivia (que te hagan ir de un lado a otro porque el lugar en el que estás no cuenta con todo lo que necesita el paciente). Y me parece una tortura. Utilicé el ojo de pez porque hacía ver a la mujer más amenazante. Porque reflejaba la angustia de esos momentos”.
John Mamani Flores![<p>Septiembre de 2014.</p><p>John solía ir de un hospital a otro en taxi. Desde el auto, veía el engranaje de la ciudad en movimiento, pero no se sentía partícipe de nada de lo que ocurría más allá del vidrio desde el que observaba.</p><p> “A veces pensaba que no podría volver a caminar por muchas de las calles por la que pasábamos”, recuerda. Por aquel entonces, los sentimientos de John eran una suerte de montaña rusa: “un día me levantaba entusiasmado porque no me dolía nada y después volvían las molestias y deseaba una vida normal y corriente”. </p><p>“La fotografía en el taxi me la saqué para enviársela a un amigo que quería saber cómo estaba”. Esos selfies casuales le servían para comunicarse, para que no lo olviden.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/G3FN2MXSABJJFDHHAKGYZ7GPIE.jpg?auth=ebdb39a91967e93fa00c841e967b5d4cfa93021231b7d1172ab6be59a6ceea4c&width=414)
Septiembre de 2014.
John solía ir de un hospital a otro en taxi. Desde el auto, veía el engranaje de la ciudad en movimiento, pero no se sentía partícipe de nada de lo que ocurría más allá del vidrio desde el que observaba.
“A veces pensaba que no podría volver a caminar por muchas de las calles por la que pasábamos”, recuerda. Por aquel entonces, los sentimientos de John eran una suerte de montaña rusa: “un día me levantaba entusiasmado porque no me dolía nada y después volvían las molestias y deseaba una vida normal y corriente”.
“La fotografía en el taxi me la saqué para enviársela a un amigo que quería saber cómo estaba”. Esos selfies casuales le servían para comunicarse, para que no lo olviden.
John Mamani Flores![<p>29 de septiembre de 2014.</p><p>Post en Facebook: "El problema persiste. Me internan de nuevo. Mañana me programan una toracotomía o algo así. Por si acaso no vuelven a tener noticias de mí, una 'selfie' con mi perro; con Soquete en Hospital General Daniel Bracamonte.</p><p>En la fotografía, John Mamani luce unas gafas de sol y posa junto a un perro de pelaje marrón y bigotes desordenados que adoptó tras verlo deambulando por el barrio varias veces. Aquel día, mataba el tiempo cerca de su casa antes de partir en taxi con rumbo al hospital Bracamonte, el tercero que visitaba desde que enfermó del pulmón izquierdo, y se veía como un rockstar en sus horas bajas, tras una gira.</p><p>“El perro fue el único que se acercó mientras esperaba", recuerda. "Para mí era un momento de incertidumbre. La operación implicaba riesgos y no dejaba de pensar en eso. Si algo fallaba, me quedaría con un solo pulmón. Y eso en Potosí (a cuatro mil metros de altura) es muy peligroso”.</p><p>La amputación de un pulmón o de uno de sus lóbulos es una medida extrema, y no es recomendable si no hay una emergencia de por medio. Sobrevivir con un pulmón es posible, pero solo cuando el otro está en condiciones de suplir la presencia de ambos.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MXHBWYNKBZMBTEGTQOIWV4BNIY.jpg?auth=297e1b672b1051356a3bee47941d7c800667d1b2deff7fefe064699589016b2e&width=414)
29 de septiembre de 2014.
Post en Facebook: "El problema persiste. Me internan de nuevo. Mañana me programan una toracotomía o algo así. Por si acaso no vuelven a tener noticias de mí, una 'selfie' con mi perro; con Soquete en Hospital General Daniel Bracamonte.
En la fotografía, John Mamani luce unas gafas de sol y posa junto a un perro de pelaje marrón y bigotes desordenados que adoptó tras verlo deambulando por el barrio varias veces. Aquel día, mataba el tiempo cerca de su casa antes de partir en taxi con rumbo al hospital Bracamonte, el tercero que visitaba desde que enfermó del pulmón izquierdo, y se veía como un rockstar en sus horas bajas, tras una gira.
“El perro fue el único que se acercó mientras esperaba", recuerda. "Para mí era un momento de incertidumbre. La operación implicaba riesgos y no dejaba de pensar en eso. Si algo fallaba, me quedaría con un solo pulmón. Y eso en Potosí (a cuatro mil metros de altura) es muy peligroso”.
La amputación de un pulmón o de uno de sus lóbulos es una medida extrema, y no es recomendable si no hay una emergencia de por medio. Sobrevivir con un pulmón es posible, pero solo cuando el otro está en condiciones de suplir la presencia de ambos.
John Mamani Flores![<p>Septiembre de 2014.</p><p>Antes de la última intervención quirúrgica, trasladaron a John al hospital Bracamonte, que forma parte del sistema de sanidad pública de Bolivia. Centros como el Bracamonte ofrecen tratamientos de bajo costo a los asalariados, pero, para que te atiendan, a veces hay que sacar ficha en la madrugada y luego esperar durante horas al especialista. Los que no están afiliados a la Caja Nacional de Salud, como Mamani, tienen que cubrir los gastos con su patrimonio. La cuenta le supuso a John sacrificar lo que había ahorrado durante meses para comprar una computadora. “Pero no puedo quejarme, por lo menos yo pude costear mi intervención. A mi lado había personas que no tenían plata ni para los medicamentos”. La realidad boliviana es dolorosa y en ocasiones, surrealista: según el diario Página Siete, en algunos hospitales retienen a los pacientes cuando no pagan; y en otros hay pacientes que se escapan antes de recibir el alta para no afrontar su deuda. </p><p>Entre los que compartían cuarto con Mamani (es decir, entre sus vecinos), había gente muy humilde que para adquirir sus remedios se veía obligada a dejar sin comida al resto de la familia. En ocasiones, él se distraía fotografiando a los médicos residentes o se deslizaba por algún pasillo y se fotografiaba a sí mismo mientras caminaba. Un día falleció uno de sus compañeros de habitación, un señor mayor que cuando llegó estaba en estado crítico, y John pensó que a cualquiera le podía suceder lo mismo. Y después fue incapaz de retratar la cama que dejó vacía: las sábanas arrugadas con olor a muerto.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IQPA6Q5O2NPFBHL7T46D2AO5E4.jpg?auth=a2452f1906b40ee0c7c8a6e343b2f4988cbb93f01d5da4f9b8ad56240f7e8943&width=414)
Septiembre de 2014.
Antes de la última intervención quirúrgica, trasladaron a John al hospital Bracamonte, que forma parte del sistema de sanidad pública de Bolivia. Centros como el Bracamonte ofrecen tratamientos de bajo costo a los asalariados, pero, para que te atiendan, a veces hay que sacar ficha en la madrugada y luego esperar durante horas al especialista. Los que no están afiliados a la Caja Nacional de Salud, como Mamani, tienen que cubrir los gastos con su patrimonio. La cuenta le supuso a John sacrificar lo que había ahorrado durante meses para comprar una computadora. “Pero no puedo quejarme, por lo menos yo pude costear mi intervención. A mi lado había personas que no tenían plata ni para los medicamentos”. La realidad boliviana es dolorosa y en ocasiones, surrealista: según el diario Página Siete, en algunos hospitales retienen a los pacientes cuando no pagan; y en otros hay pacientes que se escapan antes de recibir el alta para no afrontar su deuda.
Entre los que compartían cuarto con Mamani (es decir, entre sus vecinos), había gente muy humilde que para adquirir sus remedios se veía obligada a dejar sin comida al resto de la familia. En ocasiones, él se distraía fotografiando a los médicos residentes o se deslizaba por algún pasillo y se fotografiaba a sí mismo mientras caminaba. Un día falleció uno de sus compañeros de habitación, un señor mayor que cuando llegó estaba en estado crítico, y John pensó que a cualquiera le podía suceder lo mismo. Y después fue incapaz de retratar la cama que dejó vacía: las sábanas arrugadas con olor a muerto.
John Mamani Flores![<p>30 de septiembre de 2014.</p><p> La instantánea del momento cumbre, en el que John sale del quirófano tras una cirugía exitosa, la sacó su hermano. “Estuve allí alrededor de ocho horas —recuerda —. Antes de la anestesia, intenté dejar la mente en blanco y luego, supongo, comenzó todo”. “Yo suelo explicarlo de manera simple: mi pulmón se había comprimido. Estaba perforado y había que parchearlo. Me abrieron las costillas unos veinticinco centímetros para que el doctor procediera y, cuando acabó la operación y desperté atontado, me sentí aliviado”. </p><p>En la imagen que refleja la salida del quirófano, Mamani está inconsciente. Una mano dibujada en un papel que está pegado sobre un cristal prohíbe el paso. Uno de los médicos mira a la cámara (al teléfono) y el otro mira hacia John y parece estar a punto de comentar algo. “Nunca sabes cómo vas a salir de allí”, dice ahora Mamani—. A una chica operada de algo parecido no le agarró tan bien la anestesia y gritó toda la noche”.</p><p>Post en Facebook trece días después de la intervención: "Saliendo del postoperatorio (…). Ya en casa recuperando el tiempo perdido #blackandwhite".</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WLJEUUU4JBPHRPRRSIA7GOVSDI.jpg?auth=35972c7ae81d8f9a6398deb9d5e462f8d6415f3a752602ae6f36be54c625d307&width=414)
30 de septiembre de 2014.
La instantánea del momento cumbre, en el que John sale del quirófano tras una cirugía exitosa, la sacó su hermano. “Estuve allí alrededor de ocho horas —recuerda —. Antes de la anestesia, intenté dejar la mente en blanco y luego, supongo, comenzó todo”. “Yo suelo explicarlo de manera simple: mi pulmón se había comprimido. Estaba perforado y había que parchearlo. Me abrieron las costillas unos veinticinco centímetros para que el doctor procediera y, cuando acabó la operación y desperté atontado, me sentí aliviado”.
En la imagen que refleja la salida del quirófano, Mamani está inconsciente. Una mano dibujada en un papel que está pegado sobre un cristal prohíbe el paso. Uno de los médicos mira a la cámara (al teléfono) y el otro mira hacia John y parece estar a punto de comentar algo. “Nunca sabes cómo vas a salir de allí”, dice ahora Mamani—. A una chica operada de algo parecido no le agarró tan bien la anestesia y gritó toda la noche”.
Post en Facebook trece días después de la intervención: "Saliendo del postoperatorio (…). Ya en casa recuperando el tiempo perdido #blackandwhite".
John Mamani Flores![<p>10 de octubre de 2014.</p><p>Post en Facebook: "Buenos días #tbt #sky #moon #potosí #instagramers #picoftheday"</p><p>Muchas de las fotografías que hizo John mientras estuvo internado las publicó en las redes sociales en blanco y negro: la taza del baño blanca, las mantas negras, las baldosas blancas, los contornos de los ojos, en semipenumbra, los pulmones, entre el blanco y el negro. El color lo reservó para los amaneceres y los atardeceres que contemplaba desde su ventana o desde algún pasillo.</p><p>“Un buen amanecer es espectacular —dice Mamani—, pero no amanece así (como en la imagen que muestra desde su teléfono: el naranja que dibuja una línea en el horizonte, el azul intenso, la luna desapareciendo) todos los días”.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VHF6R6AWENPNHBSVSXS7AGTSQQ.jpg?auth=7e0072316dd452c6c0ca5d3f0dbd8e3d00b40936a61b4409cde3251d68e8c4fd&width=414)
10 de octubre de 2014.
Post en Facebook: "Buenos días #tbt #sky #moon #potosí #instagramers #picoftheday"
Muchas de las fotografías que hizo John mientras estuvo internado las publicó en las redes sociales en blanco y negro: la taza del baño blanca, las mantas negras, las baldosas blancas, los contornos de los ojos, en semipenumbra, los pulmones, entre el blanco y el negro. El color lo reservó para los amaneceres y los atardeceres que contemplaba desde su ventana o desde algún pasillo.
“Un buen amanecer es espectacular —dice Mamani—, pero no amanece así (como en la imagen que muestra desde su teléfono: el naranja que dibuja una línea en el horizonte, el azul intenso, la luna desapareciendo) todos los días”.
John Mamani Flores![<p>13 de octubre de 2014.</p><p>Post en Facebook: "Matecito 'pa' empezar la fisioterapia a 'full' #instafood".</p><p>“A veces, la comida en el hospital público era horrible", dice Mamani. "No tenía sal, no sabía a nada”. Arroz, otra vez arroz, de nuevo arroz, ni un minúsculo pedazo de carne. Una de las primeras cosas que hizo John cuando le dieron el alta es prepararse un buen mate caliente.</p><p>En la foto que John publicó en Facebook el 13 de octubre de 2014, el tazón humea. En los álbumes de su teléfono celular hay otras imágenes muy parecidas: un brazo de gitano, un chocolate a la taza, sopa de pollo, un tentempié a media mañana.</p><p>La recuperación, recuerda, lo alejó de todos los vicios: “Nada de pucho. Nada de alcohol, nada de nada”, sonríe. “En mis sesiones de fisioterapia, me daban globos para que los inflara. También trabajábamos con mi respiración y me masajeaban la espalda”.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EEVH7N6E6ZM45H77DBDOTBPEPA.jpg?auth=35360af5c0b72e2297c9824539360e743e6a266a123fa2570bf42fe920115eb4&width=414)
13 de octubre de 2014.
Post en Facebook: "Matecito 'pa' empezar la fisioterapia a 'full' #instafood".
“A veces, la comida en el hospital público era horrible", dice Mamani. "No tenía sal, no sabía a nada”. Arroz, otra vez arroz, de nuevo arroz, ni un minúsculo pedazo de carne. Una de las primeras cosas que hizo John cuando le dieron el alta es prepararse un buen mate caliente.
En la foto que John publicó en Facebook el 13 de octubre de 2014, el tazón humea. En los álbumes de su teléfono celular hay otras imágenes muy parecidas: un brazo de gitano, un chocolate a la taza, sopa de pollo, un tentempié a media mañana.
La recuperación, recuerda, lo alejó de todos los vicios: “Nada de pucho. Nada de alcohol, nada de nada”, sonríe. “En mis sesiones de fisioterapia, me daban globos para que los inflara. También trabajábamos con mi respiración y me masajeaban la espalda”.
John Mamani Flores![<p>14 de octubre de 2014.</p><p>Post en Facebook: "Volviendo al ruedo #birds #instagramer #picoftheday #photographer" </p><p>“El médico me pidió que caminara", explica, "que caminara lo que pudiera”. El periodista Ander Izagirre asegura que las caminatas sin solemnidades ni preocupaciones de por medio le permiten al cerebro “enlazar ideas, tonterías ocurrencias”. Son terapia. A John le sirvieron para recuperar el tiempo y el oxigeno que había perdido. “A mí lo que me recomendó el doctor es que me canse", se ríe. "Y eso hice”. Una de las primeras fotos que hizo tras recibir el alta está movida y nos muestra una calle estrecha. Otra mira hacia arriba y pone el foco en unos pájaros que descansan sobre unos cables.</p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PGOBDKYQXJMTFPACL2IENDNFHA.jpg?auth=8eed09ccf8070f66ecdc68435b27a5a276ee8d722c4eca4d58cab5cdefd00c85&width=414)
14 de octubre de 2014.
Post en Facebook: "Volviendo al ruedo #birds #instagramer #picoftheday #photographer"
“El médico me pidió que caminara", explica, "que caminara lo que pudiera”. El periodista Ander Izagirre asegura que las caminatas sin solemnidades ni preocupaciones de por medio le permiten al cerebro “enlazar ideas, tonterías ocurrencias”. Son terapia. A John le sirvieron para recuperar el tiempo y el oxigeno que había perdido. “A mí lo que me recomendó el doctor es que me canse", se ríe. "Y eso hice”. Una de las primeras fotos que hizo tras recibir el alta está movida y nos muestra una calle estrecha. Otra mira hacia arriba y pone el foco en unos pájaros que descansan sobre unos cables.
John Mamani Flores![<p>Diciembre de 2015.</p><p>John volvió a sus clases de universidad y al canal televisivo donde trabajaba. Ya no fuma. Casi nunca toma café. Ha desterrado de su dieta los ajíes y picantes. Su pulmón izquierdo funciona casi como antes. Las heridas han cicatrizado. </p>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PYHTZO5EXJN3LG6PGJTKMC63WE.jpg?auth=bd6e10b88b42dab9f2aba427d32fc2711ca5b0a422eb922b569ac536cbe4a181&width=414)
Diciembre de 2015.
John volvió a sus clases de universidad y al canal televisivo donde trabajaba. Ya no fuma. Casi nunca toma café. Ha desterrado de su dieta los ajíes y picantes. Su pulmón izquierdo funciona casi como antes. Las heridas han cicatrizado.
John Mamani Flores