En el ascensor
Una pierna se introdujo 'in extremis'. Era la de Julio Médem. Les pongo en antecedentes: hace escasamente cinco meses le obsequié con una divertida parodia manchega sobre él
Acudí a una reunión en la Torre Picasso con los representantes de una empresa que tenían la sana intención de pagarme para que hiciera un monólogo hablando de las virtudes de su compañía: la creatividad, la imaginación, el riesgo, la innovación… Probablemente fueran ciertas, aunque posiblemente se le caerían de la boca a un señor serio y trajeado. Salía del parquin por la rampa y mirando el móvil cuando la barrera me atizó en la cabeza. Si esto era un buen o un mal augurio lo dejo a la opinión de cada cual. El caso es que ya en el ascensor y decidido a elevarme hasta el noveno piso y todavía un poco mareado por lo mío y también por lo de la barrera y cuando este estaba a punto de cerrarse, una pierna se introdujo in extremis. Era una pierna enérgica que, según descubrí segundos después, pertenecía a Julio Medem. Les pongo en antecedentes: hace escasamente cinco meses le obsequié con una divertida parodia manchega sobre él, emitida en el programa Retorno a Lilifor del canal Neox. En cuanto entró se me quedó mirando, no había nadie más en el ascensor (que puede resultar un habitáculo muy pequeño si se comparte con un gran creador). ¿Qué es lo que me esperaba? ¿Un reproche por cada piso? 1º, ¿Por qué me retrataste como una persona que ha perdido el oremus? 2º, ¿Por qué ni siquiera te dignaste a imitar mi forma de hablar?... ¿Que me cogiera por la pechera y me zarandeara?... Pero no, permanecía en silencio, observándome ¡qué tensión! Por fin dijo: “Me suenas mucho, ¿nos conocemos?” “No creo”, le respondí nervioso, “trabajo aquí, soy el de mantenimiento”.
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