¿Por qué esta galaxia sigue necesitando a David Bowie?
Buscamos respuestas en sus máximos cómplices: el productor Tony Visconti y el fotógrafo Mick Rock
En el universo Bowie no hay respuestas, solo interpretaciones. Ha sido así desde el 10 de febrero de 1972, fecha en la que Ziggy Stardust se mostró por primera vez en la Tierra. Antes ya había sido mod y hippie, pero sus siguientes personalidades y su habilidad para detectar los sonidos y estéticas adecuadas en cada momento se afilaron, generando un impacto difícil de igualar. Ningún otro músico puede ver cómo su influencia se extiende a pasarelas, salas de cine, museos, karaokes o la Estación Espacial Internacional, desde la que el astronauta Chris Hadfield interpretó hace un par de años Space Oddity.
A ningún otro artista pop se le puede atribuir haberse anticipado a la fluidez entre géneros de la que se ha hablado tanto durante 2015. Bowie, mientras tanto, permanece en silencio y prefiere aparecer como un predicador lunático y enfebrecido en el vídeo de presentación de Blackstar, su 26º álbum, como si quisiera reírse de su imagen de visionario. Ya que difícilmente obtendremos respuestas de su boca, las buscamos en quienes más le conocen, quienes han pasado más tiempo intentando descifrar el mito.
"David y yo vamos a cumplir 50 años de amistad", explica el productor Tony Visconti. Nadie ha trabajado durante más tiempo con él, ni ha estado presente en tantas de sus etapas. "La primera vez que estuve cara a cara con él y vi esos extraños ojos, supe que estaba ante una estrella", recuerda. Lo conoció antes de convertirse en Ziggy, y ha permanecido a su lado en discos como Young Americans, Low o Heroes. A él recurrió Bowie en 2013 para romper una sequía discográfica de una década con The next day. Desde entonces, ha tenido que adoptar el papel de su portavoz extraoficial. Él explica por qué ha trascendido lo musical. "Bueno, es muy, muy listo. Siempre mantiene sus receptores abiertos. Y es un gran comunicador", asegura. "No se ve a sí mismo solo como una estrella del rock. No limita su arte a ese contexto. Así es capaz de pensar mucho más allá".
Will Brooker no ha cruzado una palabra con él en su vida, pero lleva meses intentando pensar como él, vestir como él y probar casi todo lo que él ha probado. Este profesor de estudios culturales en la Universidad de Kingston ha decidido hacer una inmersión total en su mundo, hasta tal punto que podría parecer la obra de un trastornado. Pero su discurso demuestra otra cosa. "David Bowie es una construcción ficticia", explica. "Bowie es la invención de David Jones, el individuo que disfruta de su vida privada. Bowie es la figura pública creada por él. Es un personaje, una performance. Como otros fenómenos culturales ficticios, ha tomado distintas formas y ha disfrutado de una dinámica compleja con su contexto social". Esos cambios constantes forjaron la idea de Bowie como un enviado del futuro, potenciada por él mismo en The man who fell to earth (1976), la película en la que interpreta a un extraterrestre que recala en la Tierra.
"Se ha anticipado a las tendencias en varias ocasiones", concede Brooker, "pero tendemos a olvidar otros momentos, puede que más frecuentes, en los que no. Su uso del drum'n'bass en Earthling (1997) fue un intento tardío de apuntarse a una subcultura, por ejemplo". Independientemente de las veces que se anticipó (o no) a lo que estaba por llegar, Bowie siempre ha sabido jugar ese papel.
El fotógrafo Mick Rock estuvo presente en su transformación en Ziggy Stardust, viajando con él entre 1972 y 1973. Algunas de sus imágenes más famosas se las debemos al "fotógrafo de los setenta", que ahora recopila muchas de ellas en un lujoso libro, Mick Rock. The rise of David Bowie. "Era fascinante, hipnotizante", recuerda. De ese periodo aprendió la importancia de la imagen en la creación de una estrella. "Ziggy Stardust era una proyección. Cuando lo publicó no era famoso. Tenía seguidores, sí, pero ese disco era su manera de decir 'puedo convertirme en una estrella'. Sus ojos siempre estaban en el futuro. Tuvo un impacto enorme, sobre todo en la feminización de la actitud masculina. Y tenía la habilidad de mutar siempre. Ahora es normal ver cómo los artistas buscan una atracción visual. No tengo ni idea de cómo suena Nicki Minaj, pero sé muy bien cuál es su aspecto. David cambió ese patrón". "Soy un coleccionista de personalidades", decía el propio Bowie en una entrevista en 1972.
Masayoshi Sukita es el único fotógrafo que ha trabajado con él a lo largo de 40 años, siendo testigo de sus metamorfosis. "Para un artista hay muchas maneras de expresarse", reflexiona. "Para él, su manera es adoptar otras personalidades". "Posmoderno es un término muy apto para definirle", apunta Brooker. "Podemos ver su influencia en la moda contemporánea y en estrellas como Lady Gaga". Bowie vio el futuro del pop, pero no tenía forma de canción o de sonido, sino de imagen. Él lo descubrió, y el resto del mundo le siguió después. En otras ocasiones ha ejercido el papel de visionario de manera literal. En 2002 hizo varias predicciones sobre la industria musical al New York Times. Quizás se pasó de frenada al asegurar que "el copyright no existirá dentro de 10 años", pero otras fueron más certeras. "La música será como la electricidad y el agua corriente", anticipó. "Los músicos tienen que prepararse para girar, va a ser la única opción que les quede". Él, por supuesto, se puede permitir ignorar su propio consejo. "¿Cuántos conciertos ha hecho ya, 10.000?", se pregunta Visconti. "¿Por que querría hacer más?", dice sobre su retirada de los escenarios.
Sí se atreve a anticipar que Blackstar no será lo último que escuchemos de un Bowie que hace coincidir la publicación de este disco con el día de su 69 cumpleaños, el 8 de enero. "Seguro que seguirá haciendo música, y la presentará de distintas maneras. Su obra teatral, Lazarus, es un ejemplo”, cuenta sobre el musical estrenado hace unas semanas en el off-Broadway. La última encarnación de Bowie, por tanto, parece que será la de un señor maduro que pasea por Manhattan, asiste a exposiciones y, cuando siente el impulso creativo, llama a su amigo Tony para grabar. Will Brooker tiene su propia teoría: "Con la edad ha encontrado la seguridad, un sentido estable de quién es. Así puede crear sin la necesidad de alterar su imagen”. Quizás no sea tan revolucionario como un alienígena pansexual o el frío duque blanco, pero… ¿Qué más se le puede pedir a alguien que ha regresado del futuro tantas veces?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.