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Shia LaBeouf, el artista accidental

Fue uno de los actores más comerciales de su generación, pero ahora brilla más por sus escándalos. Cuando no son circos en la Red, son encontronazos con la ley o sus seguidores

Tom C. Avendaño
Shia LaBeouf, en el festival de Toronto de 2015.
Shia LaBeouf, en el festival de Toronto de 2015.GETTY IMAGES

No hace tanto, a Shia Labeouf se le describía de un plumazo: actor infantil al que la multimillonaria saga Transformers y una película como hijo de Indiana Jones habían convertido, a partir de 2007, en uno de los más jóvenes más comerciales de su generación. Esa respuesta se ha venido complicando en los últimos tiempos, según el comportamiento del actor se ha ido volviendo más errático. Cuando no son circos en redes sociales, son encontronazos con la ley o sus seguidores. Tanto, que ahora que el actor cierra 2015 como uno de los personajes más polémicos del año, prácticamente todo lo que queda de la cuestión es la pregunta: ¿qué demonios hace Shia LaBeouf?

Por ejemplo, el 10 de noviembre, LaBeouf se puso ante una cámara en las butacas del Angelika Film Center de Manhattan, y anunció que pensaba ver todas sus películas. Quien quisiera podía mirarle mirarse a sí mismo: este viaje al centro de su ego se retransmitía en una página web durante sus tres días y medio de duración. LaBeouf bostezó, lloró, se fue de la sala durante la tercera de Transformers, pidió pizza, durmió. Todo delante de miles de personas. #All my movies, el hashtag de la experiencia, se convirtió en trending topic. Fue uno de los momentos más comentados de 2015.

Antes, en junio, había publicado un vídeo de dos minutos en el que él gritaba, con la intensidad de una bestia, varias frases motivacionales: “¡Hazlo! ¡Ayer dijiste que empezarías hoy!”. También aquello se hizo moderadamente viral. En diciembre, publicó su número de teléfono para que le llamara quien quisiera. El reto: “Llegadme al alma”, como escribió el actor varias veces en redes. Una vez más, el público reaccionó medio riéndose de él, medio obedeciéndole.

La explicación más simple es que LaBeouf es un artista que usa su propia popularidad como materia prima. Hace dos años empezó a colaborar con dos performers –el británico Luke Turner y la finlandesa Nastja Sade Rönkkö– en esta serie de proyectos que tanto estudian como rechazan el concepto de la fama. “El estrellato resulta tan barato que ya ni te cobra por mirarle”, sopesa Wesley Morris, crítico de arte para The New York Times. “A lo mejor necesita atención. A lo mejor cree que somos idiotas por prestársela. En todo caso, la idea es que o bien le miramos o bien dedicamos 140 caracteres a criticarlo”.

Puede uno reírse o aplaudir a LaBeouf. Todo entra en el plan. El problema es que el objetivo depende de su imagen pública y él no parece tener un control muy firme sobre ésta. Aunque tiene repuntes de popularidad, como cuando estrenó el julio el aplaudido videoclip Elastic heart que rodó con Sia, parece alejado del cine. También ha sido detenido en repetidas ocasiones, generalmente por ir bajo la influencia del alcohol, ya sea al volante o en lugares públicos. La última vez, en octubre, en un festival en Austin (Texas). Esos titulares no son arte, pero si la obra de LaBeouf es su vida, también juega un papel importante.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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