Refugiado de la comedia
Había gente que ponía en duda mi capacidad para memorizar, levantarme temprano, entender ordenes sencillas. Les dejé con un palmo de narices
Como muchos de mis queridos lectores sabrán, hace aproximadamente dos meses cancelaron de sopetón la serie en la que yo participaba. Así, muchos compañeros (actores, técnicos, guionistas, etc.) se quedaron de un día para otro sin un trabajo con el que contaban. Pero lo peor de todo es que yo, en el papel que interpretaba, estaba francamente bien. Lo bordaba, como suele decirse. ¿Saben cuando las palabras escritas y guionizadas salen de tus labios frescas, como si fueras tú verdaderamente el que las estuviera pensando y después diciendo en ese preciso instante por primera vez? Pues así era conmigo todo el tiempo. Y tiene mérito porque fueron muchas bocas las que cerré. No les miento si les digo que había gente que ponía en duda mi capacidad para memorizar párrafos largos, levantarme temprano, entender órdenes sencillas como "sitúate en esa marca y no te muevas" o pronunciar la erre trabada. A todas ellos les dejé con un palmo de narices porque no solo cumplí el expediente, sino que salí victorioso, brillando con luz propia. Por esta razón me dio mucha rabia que todo se acabara precipitadamente, y también por lo que decía antes de la cantidad de compañeros que bla, bla, bla…
Y ahora que llevo 65 días mano sobre mano en una inacción forzosa, ¿no debería una serie (una de las que triunfa en la audiencia, no en la crítica) acogerme como un refugiado de la comedia? Piénsenlo y si conocen a alguno de los productores ejecutivos veladamente aludidos, díganselo, díganles: "Cobija a Joaquín en tu serie, no te arrepentirás".
Una última cosa, aunque les parezca mentira: bordo el papel de tontico.
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