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MIRADOR
Columna
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Nada por allá

El votante español no castigará la incomparecencia de Rajoy, porque nadie culpa a lo invisible sino a lo visible

David Trueba

No ha merecido la multa a Iberdrola por inducir a su favor los precios de la electricidad el mismo despliegue que otros escándalos de corrupción, aunque en este caso, según la Comisión, la víctima es cada hogar español. Esto nos invita a considerar los términos de visibilidad e invisibilidad como algo más que elementos de la ciencia-ficción y los cuentos para niños. Porque la invisibilidad no es un efecto especial ni una invención literaria, sino un estado de ánimo inducido. El presidente Rajoy, por ejemplo, ha optado por la invisibilidad en los primeros debates de estas reñidas elecciones. No acudir, enviar a un subalterno y preferir la entrevista en solitario, el masaje pagado o la actividad propagandista en entornos favorables, le reporta más beneficios que perjuicios. El votante español, algo fatigado a estas alturas de la campaña, no castigará la incomparecencia, porque nadie culpa a lo invisible sino a lo visible, como bien saben las marcas comerciales, que solo se hacen presentes cuando traen la Navidad, la felicidad o el triunfo de tu equipo. En la derrota y la decrepitud solo hay soledad y ausencia de patrocinador.

Lo visible y lo invisible son también condiciones económicas. Alberto Garzón o Andrés Herzog, por ejemplo, batallan a destajo por ser invitados a algún debate en el que poder lucir sus siglas. En este caso su invisibilidad no es producto de la prepotencia y el desprecio, sino de la crueldad de los vaticinios y la escasez de músculo. Parecen contendientes que molestan en la foto y por lo tanto son marginados. Es una injusticia que tampoco corregirán los electores. Rajoy no ejerce de novio con los españoles, sino de marido. El novio quiere invitar, hacerse ver, perfilarse en guapo, gastar alguna gracia y seducir. El marido lo que quiere es pasar inadvertido y que nadie le haga bajar la basura ni recoger la mesa, porque ya se ha puesto las pantuflas y está viendo el partido.

Pero si aún a estas alturas no están convencidos de que la invisibilidad no es un truco de magia, sino una habilidosa manipulación, pónganse a buscar en los medios de comunicación algún rastro del millón de refugiados sirios que fueron portada, foto dramática y causa de reuniones urgentes de la UE. No queda nada, se han esfumado. Estábamos habituados a ver desaparecer una azafata o una moneda en la chistera del prestidigitador, pero un millón de refugiados desaparecidos es toda una hazaña. Para motivar esta patraña, hemos entregado 3.000 millones de euros al Gobierno turco, que ofrece la primera alfombra continental para meterlos debajo.

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