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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Violencia contra las mujeres

La detección precoz es la mayor asignatura pendiente: de las 48 mujeres asesinadas este año, solo nueve habían presentado denuncia.

El goteo persistente de muertes no debe hacernos olvidar lo que se ha avanzado desde que en diciembre de 2004 se aprobó la ley integral contra la violencia machista, consensuada por todas las fuerzas políticas. Es cierto que los números siguen siendo insoportables: en lo que llevamos de año han muerto ya 48 mujeres, y 42 niños han quedado huérfanos, lo que demuestra el poder de irradiación de dolor que tiene este tipo de violencia. Pero las cifras también muestran que la situación ha mejorado, lo que debe llevarnos a persistir en el esfuerzo.

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En 2004 hubo 72 mujeres asesinadas y la cifra subió hasta 76 en 2008; luego ha ido descendiendo para estabilizarse entre 50 y 54, un estancamiento que habrá que analizar. En estos 10 años se han presentado un millón y medio de denuncias que han dado lugar a 250.000 órdenes de protección y casi 300.000 condenas. El 6% de los presos de las cárceles cumple condena por violencia contra las mujeres. Aunque con altibajos y carencias, la ley ha permitido afrontar el problema y las modificaciones legislativas introducidas en 2014 en 10 normas diferentes deben permitir ahora mejorar su aplicación.

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El problema radica en que en muchos casos ni siquiera se llegan a activar los mecanismos de protección previstos en la ley. De las 48 mujeres asesinadas este año, solo nueve habían presentado denuncia. Este es el verdadero agujero negro del balance.

Mejorar la detección precoz es una de las asignaturas pendientes; esa debe ser ahora la prioridad. La sociedad debe tomar conciencia de que puede hacer mucho más. Por ejemplo, rechazar con determinación las conductas vejatorias y denunciar los casos sospechosos: las mujeres maltratadas suelen entrar en una espiral de miedo y pérdida de autoestima que las paraliza. A largo plazo, la estrategia debe centrarse en la educación para desacreditar y erradicar la cultura machista que alimenta el monstruo.

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