El 40º aniversario del 25-N levanta ampollas en Portugal
El recordatorio de un fracaso ultraizquierdista coincide con el apoyo del PC a los socialistas
Portugal también tiene su particular aniversario en noviembre, aunque no es el 20-N sino el 25-N. Una fecha más dramática que la española. En aquel día de 1975, Portugal estuvo al borde de la guerra civil. Los partidos moderados habían conseguido la mayoría del Parlamento en las elecciones de abril. El PC y otras fuerzas de extrema izquierda apenas arrastraron el 14% de los votos; sin embargo, la calle era suya. El país vivía bajo la opresión del Proceso Revolucionario En Curso (PREC) que cerraba medios de comunicación y nacionalizaba empresas. Hasta el Gobierno se había declarado en huelga. La división del país se trasladaba a las fuerzas militares, que dirigían el proceso revolucionario.
En aquel 25-N, fuerzas paracaidistas intentaron un golpe de Estado de la ultraizquierda, mientras por los aires de Lisboa sobrevolaban cazas del Ejército. Por un lado, Otelo Saraiva de Carvalho; por el otro, el moderado Ramalho Eanes, que aplacó los cuarteles.
La derrota de los paracaidistas puso fin al PREC y dio inicio al “arco de gobernabilidad”, un pacto no suscrito que limitaba los Gobiernos de Portugal a las combinaciones de la derecha con el centroizquierda, principalmente CDS, PSD y PS. Ha estado vigente 40 años.
Hace dos semanas, como para celebrar el aniversario, el PC dio apoyo a un Gobierno socialista. El gran cambio ha servido para que los partidos de centro derecha PSD y CDS —que se sienten despojados del poder por alguien que no entraba en sus cálculos— quieran recordar oficialmente aquel turbulento día.
El 25-N es la fecha arrojadiza sobre la unión parlamentaria de socialistas, comunistas y bloquistas. A la comisión parlamentaria creada para estudiar los fastos de la celebración no acudieron representantes de la izquierda. El PS argumenta que nunca se ha conmemorado, a lo que la derecha responde que nunca pasaron 40 años; en el caso del PC, que no saluda ni la caída del muro de Berlín, menos aún va a festejar el 25-N. Fuera de las intrigas parlamentarias, se va alimentando la crispación de una sociedad portuguesa partida en dos, como hace décadas no se veía.
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