Mujeres en el arte: Sofía Bassi emocionaba también desde la cárcel
Sofía Bassi (Sofía Celorio Mendoza) nació en Ciudad Mendoza (Veracruz, México) en 1913 y desde muy joven mostró una gran inquietud hacia el mundo artístico. Estudió filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, si bien su formación artística es totalmente autodidacta.
Casada por segunda vez con Jean Franco Bassi, que era descendiente de la nobleza mexicana, adoptó su apellido como nombre artístico. En plena madurez y viviendo en Acapulco descubrió el surrealismo y desde entonces produjo una obra tranquila y llena de sensibilidad que fue capaz de conmover a la alta sociedad mexicana, en la que se movía con desenvoltura. Aparte de ello, también fue respetada por igual tanto por los artistas coetáneos como por la intelectualidad de la época. Concretamente el pintor, dibujante, escritor, grabador, escultor e ilustrador José Luis Cuevas se refirió a ella como "una pintora que realmente emociona”.
En 1964 realizó su primera exposición individual obteniendo una crítica muy positiva; al año siguiente expuso en la Galería Plástica de México e inmediatamente después ya pudo ver su obra colgada en la Lys Gallery de Nueva York. Sorprendentemente, en 1968 se entregó a la policía y fue inmediatamente encarcelada por el asesinato del conde Cesare D’Acquarone, esposo de su hija, cuyo cuerpo amaneció flotando en su piscina privada. Bassi se había autoinculpado manifestando que había disparado accidentalmente el arma cuando enseñaba a su yerno las técnicas de caza.
Sin embargo, las pruebas detectaron la falsedad de las manifestaciones, ya que se encontraron cinco disparos en el cuerpo de D’Acquarone, algo imposible por accidente. Entre las hipótesis existentes se barajó la idea de que Claire asesinó a su marido porque le había encontrado abusando de su hermano menor. Sofía se declaró como única culpable para que su hija, que solo tenía 30 años, no fuera a prisión.
Bassi fue condenada a once años de cárcel, pero solamente cumplió cinco debido a la presión ejercida por sus amigos artistas y los medios de comunicación. Incluso, se comentó en su día que la condena de Bassi fue cumplida en la enfermería y no en una celda común con las demás presas y que además podía recibir visitas sin autorización previa, así como disponer de materiales para poder continuar con su actividad artística.
En 1970 sus amigos pintores José Luis Cuevas, Alberto Gironella, Rafael Coronel y Francisco Corzas, considerando injusta su condena, colaboraron con ella en su primer mural en una pared de la prisión, como símbolo de hermanamiento y condena. Para su ejecución habilitaron andamios, acondicionaron los muros y soportaron un encierro con temperaturas extremadamente altas, todo ello para dejar constancia plástica sobre la justicia mexicana con el primer mural en el mundo pintado a cinco manos. Muchos de sus otros trabajos fueron publicados en un libro llamado 100 obras de Sofía Bassi realizadas en la cárcel.
Curiosamente, el mural estuvo a punto de desaparecer cuando la vieja cárcel iba a ser demolida, pero finalmente, usando técnicas italianas, se pudo imprimir en paneles y fue transferido al Palacio Municipal de Acapulco, donde actualmente puede contemplarse.
Tras salir de prisión, su vida fue muy discreta, aun siendo miembro del Comité Mundial de los Derechos Humanos, órgano encargado de asegurar el cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Bassi trabajó también para la NASA y en 1991 recibió una medalla del Gobierno mexicano por su labor social.
Doce años antes de su muerte a causa de un ataque al corazón, diseñó y pintó en fibra de vidrio su famosa obra Sarcófago de huevo, una especie de huevo gigante hueco, con un espacio en su interior donde podrían ser depositadas sus cenizas y que efectivamente fue utilizado en su funeral.
Sobre su versión de lo ocurrido con el conde, escribió un libro titulado Bassi… prohibido pronunciar su nombre, que después sería adaptado a una versión televisiva y un documental titulado Acapulco 68.
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