Lecciones canadienses
El liberal Trudeau se impone en las urnas al mensaje del miedo utilizado por el conservador Harper
Tras casi una década de Gobierno conservador, los canadienses dieron su confianza el lunes al liberal Justin Trudeau. Un largo periodo preelectoral en el que había tres fuerzas casi empatadas ha arrojado resultados relativamente inesperados y con interesantes enseñanzas que desbordan las fronteras del país.
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Trudeau, hijo del que fuera primer ministro del país entre 1968 y 1979, capitaneó una excelente campaña basada en el optimismo y no en la crítica descarnada. Los electores recibieron sus propuestas de romper con la ortodoxia económica, sobre todo en cuestión de equilibrio presupuestario, no como una revancha contra las fórmulas —relativamente exitosas— de los conservadores, sino como una vía plausible a la hora de impulsar la economía del país, y mucho más audaces que los planes de los socialdemócratas del NDP, que lideraban los sondeos hace un mes y que han acabado en tercer lugar.
A la defensiva, el primer ministro saliente, Stephen Harper, centró su campaña en los logros económicos. Se presentó como defensor de la estabilidad, reclamó el mérito de que Canadá haya sorteado razonablemente bien la crisis mundial y advirtió del peligro de cambiar y de la bisoñez de Trudeau. Un discurso del miedo llevado hasta en el lema (“Protejamos nuestra economía”) que se ha mostrado ineficaz y —unido a la aspereza de otras políticas polarizadoras— contraproducente.
Por último —y más interesante para países con tensiones territoriales—, Canadá alberga un movimiento independentista en Quebec cuyo momento estelar fue hace 20 años, cuando, por un estrechísimo margen, los partidarios de la unión con el resto del país lograron la victoria. Lo que entonces parecía una brecha casi insalvable no ha sido tema de campaña dos décadas después. Trudeau es francófono y sus compatriotas le han encargado que dirija el destino de todo Canadá. Otra victoria dentro de la victoria liberal.
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