El embajador de EE UU abre sus salones al arte
Costos y su esposo muestran por primera vez su valiosa colección
En 1961 Jacqueline Kennedy, entonces primera dama de los Estados Unidos, decidió que el arte podía servir para reforzar el conocimiento entre los diferentes países y puso en marcha el programa que ahora se conoce como arte en las embajadas. Medio siglo después, el Departamento de Estado mantiene programa en más de 200 legaciones de todo el planeta confirmando así que la creación artística es el mejor aliado en las negociaciones políticas. Este jueves, por primera vez, el embajador en Madrid, James Costos y su marido, el interiorista Michael S. Smith, presentaron oficialmente la fabulosa colección que adorna las dependencias privadas de la embajada, en el Paseo de la Castellana, 48. Son 80 obras de artistas estadounidenses, latinoamericanos y españoles entre los que se encuentran nombres como Philip Guston, Josef y Anni Albers, Pat Steir, Catherine Opie, Philip Taaffe, Willem de Kooning, Robert Motherwell, Antoni Tàpies, Iñigo Manglano-Ovalle, Javier Romero, Esteban Vicente, Antonio Saura o Cristina Iglesias.
Prestadas por artistas, museos, galeristas y coleccionistas, las obras permanecerán en la embajada el tiempo que permanezca en ella James Costos, ya que se trata de que cada embajador de a conocer sus gustos personales en materia artística. Convertidos en centro de la vida social madrileña, Costos y Smith hacen todo lo posible para los asistentes a sus muchas reuniones se emocionen con los cuadros que tienen delante. El público interesado puede solicitar la visita a través de las redes sociales y correos electrónicos dirigidos a la embajada.
Situado en los primeros peldaños de la escalera de caracol que arranca del vestíbulo y rodeado de cuatro obras de Josef Albers, James Costos (traje azul marino y corbata granate sobre camisa azul) aseguró que todas las obras distribuidas por los salones constituyen “una manera perfecta de poner en un escaparate a artistas estadounidenses extraordinarios y a la vez contar la historia del sueño americano. Escogimos estas obras para exponer la variedad del arte de Estados Unidos, para expresar la diversidad de los orígenes de los artistas estadounidenses y para suscitar conversaciones sobre el arte y la cultura de nuestro país”.
La fusión entre las pinturas de los artistas estadounidenses con las de los españoles es un intento de mostrar la influencia mutua que existe a un lado y a otro del Atlántico, aseguró Costos antes de señalar como cerebro y conservador de la colección a Michael S. Smith, interiorista profesional. Smith ataviado de manera más casual que el embajador (blazier azul marino sobre camisa de cuadritos en gamas azules) empezó bromeando sobre el hecho de no llevar corbata (“si llego a saber que vienen tantos periodistas, me la pongo”). Recordó que aunque el programa empezó en 1961, esta es la exposición más grande que se ha hecho hasta el momento. “En 2008, trabajando con Michelle Obama vi que había muchísimas obras en almacenes fuera de los ojos del público y que sería muy bueno darlas a conocer. La colección forma parte de un programa de Estado cuyo discurso consiste en explicar que no hay nada más emprendedor que el artista que tiene algo que aportar”.
Por eso, junto a los grandes nombres del expresionismo abstracto norteamericano, la parte más contemporánea está nutrida de artistas que, con diferentes procedencias, han conseguido darse a conocer en los Estados Unidos. Muchos son amigos de la pareja y otros han llegado a ellos por sus actividades filantrópicas y el contenido de sus creaciones. Como ejemplos, señala la obra, que se expone en el comedor, de Theaster Gates (Chicago, 1973), quien utiliza el alquitrán para recordar a los espectadores la profesión de techador de su padre. O Catherine Opie (Ohio, 1961), una artista que lleva el activismo por la igualdad homosexual en todas sus obras. Entre los consagrados, Costos pone el ejemplo de dos artistas que tuvieron que huir de Europa y que pudieron rehacer su vida en Estados Unidos: el alemán Josef Albers y el español Esteban Vicente.
Y como prueba definitiva de su amor al arte, antes de concluir el recorrido, el embajador cuenta que han adoptado dos perros y que han sido bautizados con los nombres de Greco y Whistler.
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