Historias de Kazajistán (I): Almaty
Estoy de viaje estos días por Kazajistán, un destino suficientemente raro como para echar mano del mapa sin temor a que se tambalee nuestro ego de buenos geógrafos. Kazajistán es la mayor de la ex-repúblicas soviéticas del Asia central; sí, esas que acaban todas en ‘tan’. Su antigua capital se llama Almaty, y es por donde he empezado este extraño viaje.
Almaty se llamaba antes Alma Ata (en esta zona del mundo los mapas llevan dos décadas cambiando con una velocidad pasmosa) y es una ciudad relativamente joven: fue fundada por los rusos en 1854, ya que los kazajos fueron siempre nómadas y llevaban muy mal eso de asentarse en un mismo lugar durante mucho tiempo.
Eso quiere decir que quien piense que porque llega a un país de la Ruta de la Seda se va a encontrar con una ciudad llena de minaretes, laberínticos bazares y caravanserais, nada más lejos de la realidad. Almaty es una ciudad moderna que tiene un poco de toda la historia reciente de esta convulsa zona del mundo: hay edificios de época zarista, otros del racionalismo soviético, rascacielos del siglo XXI. Y sobre todo, muchas grandes avenidas y muchos parques; como le gustaba a los urbanistas de la antigua Unión Soviética.
La ciudad es agradable, muy pulcra, segura y está rodeada por un escenario de montañas nevadas y “celestiales”: las Tian Shan (una estribación del Himalaya que significa precisamente eso, “montañas celestiales”). Pero no tiene un centro urbano con ambiente –al estilo de los que nos gusta a los viajeros europeos- ni demasiadas cosas que ver. Está bien para pasar un día, como punto de partida para explorar este gigantesco país de las estepas. Y poco más.
Nos os podéis perder el parque de los Héroes de Panfilov, que hace un poco las veces de centro histórico. En él está el principal monumento de la ciudad, la iglesia ortodoxa de la Ascensión, un bellísimo templo de la época zarista construido todo en madera de abeto azul de las Tian Shan; quizá por eso fue de los pocos que resistió el terremoto de 1911 (abierta de 8 a 17; entrada gratuita). Muy cerca queda la plaza de la Victoria, de incuestionable aroma soviético, con sus grandes estatuas y sus lemas guerreros. Y un poco más allá, el Museo Nacional de Instrumentos, interesante colección de instrumentos musicales de todos los pueblos nómadas de estas estepas (abierto de 10 a 19).
Otra actividad para hacer si os cansáis de museos e iglesias es subir en teleférico a la estación de esquí de Shimbulak, que está a un tiro de piedra del centro urbano. La cabina sube hasta el Talgar Pass, a 3.300 metros de altitud, con excelentes vistas de la ciudad y las estepas circundantes.
Y poco más. Almaty no tiene demasiado que ver. Aún así es la ciudad más moderna y con más ambiente del país. En 1998 el gobierno construyó una nueva capital Astana mucho más al norte, en una zona menos sísmica y más cerca de Rusia.
¡Seguiré contando cosas de Kazajistán!
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