Mujeres de hoy
Los valores antiguos no las rescatarán de la amenaza de los criminales
Si un marciano hubiera visitado España durante el pasado verano, habría concluido que aquí las mujeres mueren a mano de sus antiguas parejas y los hombres corneados en festejos populares. De alguna manera, todos ellos víctimas de la tradición. Los casos de mujeres asesinadas, que compartimos por desgracia con la mayoría de países del mundo, tienen causas profundas que solo un esfuerzo constante podrá desactivar. Sigue persistiendo una visión del amor que desde las ideas de posesión y fidelidad extrema conduce hacia la violencia machista. Nadie quiere ver la estrecha correlación que se perpetúa entre la mujer amenazada por sus exparejas y esa idea malsana de las relaciones sentimentales que se promociona desde el cotilleo y la mal llamada información del corazón. Nada hay tan penoso y peligroso como que los demás se inmiscuyan en las relaciones íntimas de otros, pero aún es peor si lo hacen asumiendo valores que hablan de traiciones, venganzas, rencor, engaño y sumisión.
Sacudirnos esa pesada carga no va a ser fácil. La idea de renuncia por amor sigue asentada en el imaginario colectivo y no han faltado las portadas que tergiversaban la relación de Sara Carbonero con el portero Iker Casillas y su desplazamiento a Oporto con el concepto de esposa que renuncia a todo por amor. Error garrafal de interpretación que volvimos a apreciar cuando un torero se deshacía en elogios hacia su pareja, que había permanecido serena y generosa al pie de su cama mientras él se recuperaba de una cogida, y resumía esta actitud con un elogio envenenado: “Es una mujer como las de antes”. La desgracia es que por mujer como las de antes no se entiende a las valientes y corajudas que se rebelaron contra la dictadura varonil, los paternalismos, el celo sometedor, la violencia y los prejuicios sociales y religiosos, sino que se pretende elogiar la resignación, la sumisión y la autoanulación.
Las mujeres no pueden seguir emprendiendo un viaje de alto riesgo cuando inician una relación sentimental. No pueden ser esclavas, ni ellas ni sus hijos, de las alteraciones del ego de sus parejas. Y para eso, el esfuerzo social debe emprender un camino completamente divergente al establecido. No son los valores antiguos quienes vendrán a rescatar a la mujer de la amenaza de los criminales, sino la aceptación de la libertad, el libre albedrío, la individualidad y el respeto a la autonomía personal. No hay que seguir soñando con cazar esposas como las de antes, sino respetar a personas como las de hoy.
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