Merkel, una líder para siempre… y apartidista

¿Se imaginan a un presidente autonómico socialista proclamando que Mariano Rajoy es un excelente jefe de Gobierno? ¿Y que diga a Pedro Sánchez que no debería aspirar a sustituirlo, sino conformarse con ser su ministro tras las próximas elecciones? Pues algo parecido ha sucedido en Alemania.

Torsten Albig, primer ministro del Estado de Schleswig-Holstein y miembro del Partido Socialdemócrata (SPD), ha enfrentado a sus compañeros a sus peores demonios al alabar el trabajo de la democristiana Angela Merkel. “Sería absurdo decir que vamos a tener la mayoría absoluta. No nos creería nadie. Pero sí es legítimo afirmar que un Gobierno con el SPD sería mejor que uno solo con la CDU”, dijo en una entrevista; “Merkel es la canciller que los alemanes quieren”.

Varios dirigentes socialdemócratas se han apresurado a desautorizar a Albig. Pero en el fondo saben que su discurso no es descabellado. Sigmar Gabriel, vicecanciller y presidente del SPD, admitió hace unos meses en una reunión interna que, si las cosas continúan así, él y sus compañeros podían despedirse de ganar las elecciones en 2017. Los socialdemócratas miran con desesperación las encuestas que reflejan que, por muchos salarios mínimos, cuotas para mujeres en las empresas o frenos al precio del alquiler que aprueben, su estimación de voto no se ha movido ni un milímetro del 25% que cosecharon hace dos años. Así se entiende el viaje al centro que emprendido por Gabriel, que en el tema griego ha sobrepasado a Merkel por la derecha.

Además de mostrar la debilidad de un partido centenario que aupó a cancilleres de la talla de Willy Brandt, las palabras de Albig muestran también que Merkel ha logrado imponer un consenso mayoritario que casi ha acabado con la confrontación política entre los dos grandes partidos. Y confirma que la líder democristiana, que aún no ha dicho si en 2017 aspirará a un cuarto mandato, no debe preocuparse demasiado por la oposición externa. Como quedó claro tras la reciente votación sobre Grecia, los enemigos que más preocupan a Merkel están ahora en casa.