Nuestra BBC
La (buena) televisión pública resulta menos rentable que una boda con invitados famosos
No sé ustedes, pero llevo un mes de julio que no se lo deseo ni a los tecnócratas de colmillo más retorcido que pululan por el Eurogrupo. Aparte de la crisis griega, me han cambiado los canales del antiguo plus —“mi casaaaaaaa”, como diría E.T.— y estoy que no me aclaro. Donde antes veía Juego de tronos ahora sale el programa de Mariló, y en vez de los tronistas tatuados y tó ciclaos, me encuentro por sorpresa con Don Draper. El mundo mediático y televisivo del revés. Y para terminar de arreglar el panorama, leo que peligra el modelo de la BBC.
Aquí, la BBC que pita y peta es la nuestra, la BBC de toda la vida, la de Boda, Bautizo y Comunión. Pasado el mes de mayo con los vestiditos de organdí, llegamos a julio, atroz de calorina, de bodón en bodón. Príncipes, futbolistas, celebridades en general.
Casarse es también cuestión de presupuesto, como la revisión del modelo de la otra BBC. El mundo people hace caja con el convite, el vestido y hasta con los invitados. Los que todavía arrugan el morro con el matrimonio gay, que anoten, que el único que se casa como Dios manda es Alejandro Amenábar. Sin cámaras y sin exclusiva que rentabilizar.
La (buena) televisión pública resulta menos rentable que una boda con invitados famosos. Confieso, en plan Mazagatos, que sigo a la BBC, pero poco. Vamos, que no la veo más que si pasa algo muy gordo, que para lo demás, ya tengo Internet. Eso mismo ocurre con los británicos. Y los 280 eurazos al año que paga cada súbdito de Su Graciosa Majestad empiezan a pesar una barbaridad.
Que la revisen, pero que la mantengan, por favor. Aunque me tenga que arrodillar como Malena Gracia, y en claro homenaje a aquel legendario Hotel Glam, juntar las manitas y suplicar: señores del Gobierno de David Cameron, no nos dejen caer en la telebasura internacional. Perdónennos lo de la otra BBC. Prometo ver la suya mucho más.
Y gracias a ese señor de Brighton que cotiza los 280 por mí.
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