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Tentaciones

Así es el barrio de Atenas donde empezó la revolución

En Exarchia se fundó Syriza y es el lugar donde terminan (y empiezan) casi todas las manifestaciones. Hoy, sin embargo, el abaratamiento del suelo está convirtiendo este foco revolucionario en un barrio gentrificado

Uno de los muchos murales que pueblan Exarchia
Uno de los muchos murales que pueblan ExarchiaYoutube

El barrio de Exarchia tiene la primera sede de Syriza, más contenedores quemados que cualquier otro de Atenas y ninguna oficina bancaria. Arrastra la merecida fama de ser la capital anarquista de Atenas (o de Grecia, o de Europa, ¿cuántos focos revolucionarios como este siguen hoy en pie?) y es el kilómetro cero en el que desembocan casi todas las manifestaciones de la ciudad, especialmente si hay jaleo (y lo ha habido mucho). Una vuelta cualquier noche de la semana por la plaza de Exarchia es un festival de ruido, olor a orina, marihuana y cerveza; punkis, mendigos y adolescentes de mejores barrios con ganas de vivir algo auténtico.

Terrazas llenas y mucha música alta, ya sea un grupo en directo o un simple altavoz en el medio de la plaza, lo importante es que se escuche fuerte. Pero sus calles empiezan a tener algo más que adoquines rotos con los que enfrentarse a la policía cualquier noche que se tercie. Entre los miles de carteles llamando a la agitación política que empapelan el barrio, se respira una nueva revolución. Han llegado los hipsters.

"No es una cosa del barrio: es la sociedad", opina sobre la irrupción de la barba como complemento estético un resignado librero del barrio. Stavros, un griego cuarentón con gesto serio (muy serio), es el dueño de una de las muchas pequeñas librerías de Exarchia, llena de títulos sobre política, historia y filosofía. Explica que Exarchia es un barrio "inestable", lleno de punkis y radicales, estudiantes concienciados de la Universidad de Atenas y anarquistas de la vieja escuela. "No diría que es peligroso, pero definitivamente no es el sitio al que vendrías a crear una familia".

Aunque cree que no es un sitio babyfriendly, admite que algo está cambiando. "Exarchia no es un museo, el barrio está vivo", dice sobre la evolución de estas calles. No le gusta, pero no puede cerrar los ojos a la evidencia. Stavros convive con el 'enemigo'.

En la esquina de su librería abrió hace cinco años uno de los primeros locales de diseño que ha empezado a cambiar el paisaje de Exarchia, la peluquería Every day a story. "He sido una inspiración para el barrio", sentencia mesiánico Georgios, que prefiere referirse a su local como 'barber shop'. En quién se ha inspirado él no es difícil de imaginar. Siguiendo el manual del buen hispter, viste pitillos remangados hasta los tobillos, camiseta blanca sin marca, chaleco negro y unas Vans desgastadas. Completa el look con una larga y cuidada barba, melena rizada hasta los hombros y un piercing en ese lugar de la nariz que dificulta sonarse. Georgios recibe amable, se presenta como George o Juan si no entiendes su nombre, pero no quiere fotos. Quien quiera verle, puede esperar su turno para cortarse el pelo en la gran mesa de madera y el chester de cuero rojo de su local, mientras contempla la bicicleta que cuelga del techo.

Suena el teléfono y Georgios descuelga un elegante aparato vintage negro mientras se mesa la barba y da un sorbo a su frappé. Su agenda está llena. Los precios también ayudan. La entrada aún lenta de estos locales en el barrio parece no haber traído todavía la burbuja de precios. Corta el pelo por 15 euros a chicos y 20 a chicas. Dice que su local "no es bonito para poder cobrar más caro" y que todos los espacios están en constante mutación. "Las cosas cambian cada día de significado e identidad. Mañana puedes encontrarte vistiendo el 'uniforme' de tu enemigo", sentencia. Nada más adecuado para el presente de Exarchia.

A pocos metros, Nancy vende ese nuevo 'uniforme'. Abrió hace un mes la tienda de ropa de segunda mano Manifactura Art Shop, con precios de segunda, un exotismo en el sector. Una mañana de verano, Nancy viste su escaparate con un colorido conjunto vintage a 22 euros, con blusa de volantes y falda años cincuenta. Su maniquí, envuelta de lucecitas y macetas, mira de frente al parque Navarino, un espacio autogestionado por los vecinos. "Es que Exarchia es una combinación de almas", defiende.

Entre esas almas van perdiendo sitio los anarquistas de la vieja escuela, cree Konstantinos, un vecino (barbudo) de 33 años. Trabaja en Sorolop, una heladería artesana con diez meses de recorrido ante la que se hacen colas. Caligrafía en los cristales, cucharillas de madera, tarrinas de cartón estratéginamente blancas y buenos precios. "Aquí somos más un barrio alternativo y con personalidad", reivindica Konstantinos desde detrás del mostrador, donde prepara un bollo tradicional bañado en chocolate caliente. El local sirve su propia versión de profiteroles y tsourekis, dos dulces típicos griegos, aunque la batalla la tiene ganada el escaparate de helados. Mientras Konstantinos habla, se acercan a curiosear varios turistas, que siguen siendo una rara avis en el barrio.

"Yo me quedo a todos los que vienen a la plaza", dice sobre los turistas Kiriakos, dueño del Ginger Ale, un "café cocktail lounge" en la misma plaza de Exarchia. Como imán, su local ofrece bagels, smoothies, desayunos de yogurt con frutas y muesli, tés fríos, música retro, clases de swing, una esquina con vestidos vintage y mucho color. Kiriakos no se corta al reivindicar que la crisis es buena para los emprendedores, que tienen que "aprovechar" la bajada de salarios y el precio del alquiler para abrir nuevos negocios. Negocios que "ojalá" traigan más turistas. Dice que en 2008 el barrio dejó de recibir a extranjeros y asegura contento que en los últimos dos años han vuelto. "Espero que la cosa cambie, que vengan más será bueno". Kiriakos, que vive en Exachia –"un sitio de gente culta"- desde el 92, también espera que cierren los kioscos de la plaza que venden cervezas por menos de un euro y que hacen de ella "un sitio sombrío". No le gusta el botellón. "Hace menos bonito".

La oportunidad la han aprovechado Chrysa y George, dos amigos treinteañeros que abrieron hace una semana Optic Culture, una óptica con "gafas diferentes que quedan bien". Ellos también esperan que Exarchia dé un cambio. "Los que nunca vienen piensan que es un mal barrio, pero nada que ver. Esperamos que abran más tiendas y se llene de gente nueva". Su óptica tiene suelos hidraúlicos, una mesa de madera y muchas marcas internacionales. "No hay muchas marcas interesantes en Grecia". George recomienda un restaurante para comer cerca de la plaza, Micvou-lee. Hacen cocina fusioón japonesa y china, asegura que es un "hot spot" de moda y lleva abierto tres meses.

Un poco maás de recorrido tiene Bamboo Vegan, la tienda de comida vegana que los treinteanñeros tatuados Elisavet y Fotis abrieron "cansados de peregrinar" para poder hacer su compra. Aunque llevan tres anños en el local, ultiman ahora su mudanza al barrio. Sentada en un taburete junto a un punñado de magdalenas caseras, Elisavet se acaricia una enorme barriga, que habla de parto inminente. No estaán de acuerdo con Stavros. "Estamos cansados de vivir a una hora de aquií y nos mudamos. En Exarchia hay hasta parques para los ninños, aquií lo tenemos todo".

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