"En los últimos 18 meses he estado viajando con la película, proyectándola en más de 120 sesiones en festivales, cines, escuelas y universidades, espacios comunitarios, centros culturales... pero presentarla ante el Parlamento Europeo es algo muy especial. Se trata de la oportunidad de mostrar el filme a un público comprometido e interesado, en cuyas manos puede estar el poder de tomar decisiones que impacten directa o indirectamente en vidas humanas, sueños y esperanzas", arrancó el director ante su público en Bruselas, en una sesión acogida por dos parlamentarios españoles, Marina Albiol y Ernest Urtasun.
Para el director, además de poder hablar una vez más del "maltrato que sufren los inmigrantes subsaharianos a ambos lados de la frontera", la película permite poner en foco la valla que separa Melilla (España) de Marruecos como "símbolo y metáfora de la 'fortaleza Europa'": "quiero también cuestionar el rol que juega Europa en la fundación y el soporte de esa violencia y de las acciones ilegales en las áreas limítrofes", dijo Fedele antes de la proyección para los parlamentarios y la prensa acreditada ante la institución europea.
Continúa Fedele: "The land between es un filme muy específico sobre este lugar pero también una historia universal sobre las migraciones, y busca explorar la cuestión acerca de cómo y por qué hay gente dispuesta a arriesgar todo, incluida su propia vida, para dejar su país, su familia y sus amigos en la búsqueda de una nueva y mejor vida. Pero no quería centrarme solo en los derechos humanos sino, además, intentar mostrar la vida cotidiana de los migrantes, viviendo con dignidad en esas terribles condiciones. Quiero humanizar la historia, y apunto a proveerles una plataforma para que ellos mismos compartan sus historias, sus sueños, sus vidas, sus esperanzas y expectativas".
Es verdad, quizá lo más valioso del filme sea ese registro de vida cotidiana que consigue alguien que permanece allí durante un tiempo. Volvemos a asistir a los reclamos y las denuncias de solicitantes de asilo, refugiados e inmigrantes rechazados a empujones pero, sobre todo, vemos a esa gente pasando sus horas de espera con buenos momentos de humor, cocinando, jugando al fútbol, construyendo escaleras para alcanzar las alambradas, escondiendo sus enseres por si llega la policía, criando a sus hijos, dibujando con ellos. Y esa complicidad tan vital, tan humana, es mucho más que lo que suelen mostrar los informativos.