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MIRADOR
Columna
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Desfile de ciervos

El cortejo poselectoral se ha convertido en un pandemonio, con los machos y las hembras berreando al mismo tiempo

Julio Llamazares

A pocos meses de la gran berrea que se producirá en España prácticamente a la vez que la de los bosques estamos asistiendo a un anticipo no por menor menos agitado.

La portada del último libro de Manuel Vicent, Desfile de ciervos, ha sido a ese respecto premonitoria si bien la novela hable de otro tiempo, de una época que parece ya lejanísima: una pareja de ciervos, macho y hembra, deambulan por las salas de un palacio cuyas paredes reflejan un poder un tanto irreal, quizá por su soledad. Aunque el macho domina la situación con su cornamenta, la hembra, al fondo, no pasa desapercibida pese a su difuminación formal. La imagen es un ejemplo de cómo ven el poder en España muchas personas.

El espectáculo de estos días corrobora esa impresión, con los grandes machos políticos desplegando todos sus atributos para atraer a unas hembras de las que dependen para su perpetuación, hembras que, por su lado, se hacen las dignas a la espera de conocer lo que les van a ofrecer aquéllos a cambio de dejarse montar unos segundos, los necesarios para que el macho se convierta en el jefe de una manada cada vez más abundante en ellos, lo que dificulta el triunfo de uno solo. Ocurre, además, que la primavera, con su confusión de olores, trastoca todos los instintos, lo que hace que haya machos que por momentos hagan de hembras según su preponderancia o dependencia de los demás e igual ocurre con las hembras, que de repente pasan de hacer de tales a subirse a la grupa de sus compañeras, incluso de los machos jóvenes, intentando también imponer su poderío. El cortejo poselectoral se ha convertido así en un pandemonio, con los machos y las hembras berreando al mismo tiempo y con los espectadores del bosque, que somos todos nosotros, desconcertados ante los movimientos y extrañas agrupaciones de la manada según el paso de las jornadas camino de ésa en la que definitivamente se tendrá que decidir quién es el macho alfa en cada sector del bosque y quiénes los derrotados.

Nunca un cortejo poselectoral había sido tan complicado según los guardas y nunca el que se avecina para el otoño, el de verdad importante para la organización del bosque, se había pronosticado más disputado a tenor de sus prolegómenos. Menos mal que por el medio el verano traerá un poco de paz a aquél y a los que nos gusta pasear por él con tranquilidad mirando los árboles y escuchando el silencio, que es la música de Dios, podremos hacerlo por unos días ajenos a los instintos de los animales y de esos hombres y mujeres que no saben vivir sin pelear.

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