La gran estafa del posthumor
Libros de Autoengaño publica Matanza Sangrienta II, primera referencia en papel del artista multidisciplinar Muerte Horrible, nombre de guerra del valenciano Rubén Ajaú.
Vamos a arrancar por todo lo alto: Matanza Sangrienta II es al mundo editorial lo que El Árbol de la Vida a los cines de extrarradio. Si los espectadores de multisalas reclamaban que les devolvieran el precio de su entrada cuando, superados por la línea dura de Malick, salían del cine a mitad de película, hay que cruzar los dedos para que ningún fan de R.L. Stine, que también los habrá, vuelva airado a su librería habitual pidiendo el reembolso del primer libro de Muerte Horrible. Cuando el director de Malas Tierras tuvo la osadía de plantar la cara de Brad Pitt en el cartel de su panfleto existencialista, al parecer Rubén Ajaú tomó buena nota de sus formas: la edición deluxe de Matanza Sangrienta II incluye una caja de VHS donde un asesino enmascarado empuña un hacha, una colección de cromos con los personajes de la historia, chapas con motivos sangrientos, y hasta insectos de plástico translúcido. Cuando abrimos el libro, la truculencia baja enteros: Matanza Sangrienta II es una recopilación de chistes gráficos cuya vida depende de lo rápido que seas capaz de pasar sus páginas.
“Cuando alquilaba una película en el videoclub no sabía muy bien qué me iba a encontrar, había un factor sorpresa” me cuenta Rubén en una charla vía Skype cuando hablamos sobre el engañoso packaging de su libro, cuya portada y contraportada también reproducen el aspecto de una cinta de vídeo. El terror prometido por Matanza Sangrienta II está entre líneas y es mucho más amplio de lo esperado: “Me interesa todo tipo de terror, desde el de las películas orientales sobre niñas fantasma hasta el que provoca quedarse en paro y no poder pagar el alquiler. Para mí, por ejemplo, los testigos de Jehová son algo terrorífico. La religión en general, me parece puro terror: las vírgenes llorando sangre; la gente que lanza a los bebés en las procesiones para que las toquen. A mí eso sí que me da miedo de verdad” cuenta Muerte Horrible, declarándose más tarde fan de Tales from the Crypt. De hecho, este referente televisivo convive en las páginas de Matanza Sangrienta II con otros que causan similar pavor: por ellas desfilan de Ana Rosa Quintana a Café Quijano, pasando por Lydia Lozano o Rappel. En medio de estos, y para celebrar la difícil digestión a la que el espectador infantil estaba expuesto frente al televisor durante los años noventa, encontramos a los Power Rangers y El Príncipe de Bel-Air.
“Hay una toma de conciencia, entre los quince y los veinte años más o menos, de lo que realmente son todos esos iconos. Es como cuando eres pequeño y crees que tus padres son superhéroes; más tarde te das cuenta de que no es así. Yo de pequeño me reía mucho con Cruz&Raya, y ahora el rubio es un drogas indeseable. En la adolescencia empiezas a tomar conciencia de todo eso y es muy divertido” dice sobre su objeto de estudio, que no es otro que el background audiovisual de un millenial cuyos progenitores decidieron follar en España en lugar de en cualquier otro sitio. En ese sentido, Muerte Horrible ha encontrado su sitio en colectivos como Los Perros Románticos, donde se dan cita autoras como Luna Miguel o María Yuste: “Cuando leí en Vida de Provincias de María Yuste que ella estaba viendo Pokemon mientras su padre se moría en la habitación de al lado, vi que eso podía unir muchos puntos a nivel generacional: ella estaba viendo esa serie mientras yo estaba viendo esa serie mientras su padre se moría, y mientras alguien en la otra punta del mundo también estaba viendo Pokemon. Estoy muy cómodo con ese tipo de discurso”.
El ejercicio desmitificador es capital para entender la ola de humor a la que se adscribe el trabajo de Muerte Horrible, que contesta así cuando hablamos de Tim Burton, otra de las víctimas de su trazo en Matanza Sangrienta II: “Caga igual que tú y que yo, así que tampoco tiene por qué fliparse. Valoro su trabajo, me gusta Batman y eso. De hecho, tengo un llavero de Pesadilla Antes de Navidad que me regaló un familiar no porque yo fuese fan de Burton, si no porque, en mi familia, a mí se me asocia con lo oscuro. Cuando era adolescente mi abuela me regalaba camisetas de grupos heavies súper locas, como de motero. Y ella pensaba que me gustaba mucho eso, ¡me compró una de los Scorpions y todo!”. En el seno familiar de los Ajaú quizás la cosa no tenga visos de cambiar cuando la rúbrica de Rubén es Muerte Horrible, una firma que tiene que ver con lo memorable: “La única manera de que se acuerden de ti es hacer algo muy guay en vida o teniendo una muerte horrible. Si yo muriese de un infarto, a las dos semanas nadie se acordaría de mí. Pero, si me cayese en una trituradora, sería recordado durante años sólo por eso”.
Lejos de necesitar ese descanso en piezas para pasar, por lo menos, a la historia del humor audaz hecho en casa, este joven valenciano ya ha logrado convertir a sus ídolos en aliados: si en su película Cuchillo aparecían artistas tan afines a él como Miguel Noguera o Mierdecitas, lo primero que encontramos al abrir el libro de Rubén es una introducción que corre a cargo de Aníbal Gómez, miembro de honor de la tropa chanante y componente de unos Ojete Calor que bien podrían haber compuesto esta BSO de Matanza Sangrienta II rica en sintetizadores si no se les hubiese adelantado el propio Muerte Horrible, cuyo humor ha virado, según dice él mismo antes de que nos despidamos, de forma pareja a la comunidad autónoma en la que vive: “Me puedo imaginar fácilmente a Bertín Osborne haciendo alguno de mis primeros chistes. Al principio, mi humor se basaba en señalar al que era diferente para reírme de él. Cuando digo diferente me refiero, no sé, a un tío que tiene un pene en la frente. Y diferenciarse del otro para hacer una broma considero que es un comportamiento muy de derechas, porque te estás riendo desde una posición de superioridad. Creo que lo que hago ahora es simplemente señalar la diferencia, no ridiculizarla”.
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