Sin hijos
El no soñar con ser madre ha dejado de estar bajo sospecha pero Maribel Verdú soporta a menudo interrogatorios sobre las últimas razones de esa opción
Un día, en La Almunia de Doña Godina, un pueblo de Zaragoza, un joven, con un acento inequívoco, lanzó este piropo a Maribel Verdú: “Hala maña, que si tú fueras mi madre, mi padre dormiría en la escalera”. Ese chico, muy poco cursi, había dibujado con mucha gracia un estado de ánimo colectivo. Pero sería raro que Maribel fuera su madre: ella no quiere tener hijos. Siente que, con ellos, su vida se volvería menos interesante y feliz, una impresión compartida por buena parte de las personas que no desean descendencia. El no soñar con ser madre ha dejado de estar bajo sospecha pero Maribel soporta a menudo interrogatorios sobre las últimas razones de esa opción. No conozco a ningún hombre con quien la gente se ponga ni la mitad de pesada por haber renunciado a la paternidad.
Maribel acaba de regresar de Buenos Aires, donde ha presentado Sin hijos, una comedia hispano-argentina dirigida por Ariel Winograd en la que forma pareja con Diego Peretti. Hace un par de meses viví de cerca un homenaje que recibió en esa ciudad mientras rodaba la película y fue bonito comprobar de qué modo allí también son sensibles a su alegría y talento. Ahora ha vuelto a ser celebrada por su trabajo en Sin hijos, pero su personaje es un chollo para los plastas: se trata de una mujer que carece de instinto maternal. Algunos no han desaprovechado la coincidencia para hurgar sin rodeos en la intimidad de Maribel, plantear si de verdad es posible desarrollarse plenamente como mujer sin ser madre y encender un debate que parece un poco pasado de fecha.
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